Es de sobra conocido que al presidente Andrés Manuel López Obrador, le cuesta mucho trabajo cumplir con los acuerdos, particularmente los que él no firma. Promesas van, promesas vienen; amparados en el trato de anteriores administraciones los negociadores de las contrapartes se quedan siempre a la espera de una respuesta que se extiende infinitamente en el tiempo pero que nunca llega.
Dice la sabiduría popular que tanto va el cántaro a la fuente hasta que termina por romperse y eso es justamente lo que esta ocurriendo en el caso del maíz genéticamente modificado que nuestro país le compra al vecino del norte y que a partir de un decreto publicado el 13 de febrero restringe su adquisición solo para uso animal o industrial, en lo que las autoridades estadounidenses consideran una abierta violación al capítulo 9 del tratado comercial firmado por Canadá, Estados Unidos y México mejor conocido como T-MEC. La administración Biden a través de su representante comercial, Katherine Tai, ya solicitó la instalación de un panel de solución de controversias alegando que la iniciativa implementada por nuestro país carece de argumentos, por lo menos científicos, en detrimento de los agricultores norteamericanos quienes ven limitado su acceso al mercado mexicano violando así el acuerdo signado.
Durante su conferencia matutina, en una de esas preguntas sembradas con una clara tendencia oficialista, el presidente paso de hablar de las presiones de los agricultores estadounidenses, a su relación con los legisladores y de ahí a las grandes corporaciones que de acuerdo al presidente se encuentran detrás de todo, magnates que, sin presentar argumento alguno, señaló como participantes también en la industria bélica. Ni siquiera los premios Nobel se salvaron de la diatriba presidencial. Todo un monólogo circular para terminar con una verdad a medias: sí se ha entregado todo la información científica que respalda los daños producidos por el maíz norteamericano, pruebas que no ha sido presentas al pueblo de México y al parecer tampoco a las autoridades estadounidenses.
Ya hay una hoja de ruta. Tras el inicio del procedimiento, deberán pasar un mes antes de que se designe al presidente y a los miembros del panel; 150 días para la presentación del informe preliminar y 30 adicionales para la presentación del informe final, lo cual tendría lugar en plena coincidencia con las campañas presidenciales, ¿una buena oportunidad para apelar al nacionalismo?
Como siempre, el presidente juega con lumbre. Un fallo negativo llevaría a la imposición de aranceles para las exportaciones del agro mexicano, una medida que impactaría severamente a los productores agrícolas de nuestro país ya de por sí castigados por la sobrevaluación del peso y la política neoliberal instaurada por el gobierno que ha dejado a su suerte a los campesinos que hoy por hoy ya no tienen a quien recurrir.
La incógnita de la CDMX
En espera de que se definan primero las candidaturas presidenciales en Morena y en el Frente, están pendientes de definir las de las nueve entidades que eligen gobernante, es decir, Ciudad de México, Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz y Yucatán.
En la Ciudad de México las cosas están muy difusas y no pintan tan fácil como para justificar la decisión por un sondeo. En todas las encuestas, el mejor posicionado es Omar García Harfuch, quien no goza de las simpatías en Palacio Nacional y ni milita ni lo quieren en Morena. El secretario de Seguridad Ciudadana es paciente y está en espera de lo que pase con su exjefa, sabiendo que su futuro va de la mano de ella, aunque se le ve más para el gabinete que para jefe de Gobierno, por ahora, salvo un espaldarazo que venga después del 6 de septiembre, ya con abanderada o abanderado morenista.
Y es que la caballada de Morena en la Capital del país está flaca y es preocupante para el partido gobernante con el antecedente de las elecciones intermedias del 2021, cuando la ciudad prácticamente se dividió en dos. A Clara Brugada, quien es la más apuntada, no le alcanza con Iztapalapa. La secretaria de Bienestar, Ariadna Montiel, está reconsiderando quedarse en el gabinete y siempre sí ir por la Jefatura de Gobierno, máxime si, como dice Marcelo Ebrard, está con todo apoyando a Claudia Sheinbaum. Dicen que Rosa Icela Rodríguez es la favorita de AMLO, pero no logra convencerla.
Otras opciones en Morena no convencen: Ricardo Monreal no ha descartado buscar nuevamente la candidatura por la Ciudad de México, aunque sus preferencias de un dígito en las encuestas presidenciales y quinto lugar no dan para negociar mucho, y a AMLO no se le da mucho el pagar favores. Monreal tiene a favor que se le da la operación electoral y tiene un caballo de Troya en la Alianza con Sandra Cuevas, la alcaldesa de Cuauhtémoc.
En la alianza hay más opciones, lo difícil es el acuerdo. Santiago Taboada, alcalde de Benito Juárez, fue el primero en levantar la mano por el PAN y se aferra a ser candidato, con el respaldo de la dirigencia nacional, a pesar de los contras de las acusaciones que lo relacionan con el Cártel Inmobiliario. Y los otros partidos tienen aspirantes: por el PRI, Adrián Rubalcava ha manifestado sus intenciones, al encabezar la única alcaldía en manos de ese partido en la Ciudad de México; y hace una semana, Sandra Cuevas (perredista desde 2021) pasó de querer ser secretaria de Seguridad a jefa de Gobierno.
En el Frente empezaron las versiones de mandar a alguno de los finalistas como candidato en la CDMX, empezando por Enrique de la Madrid, cuando todavía habría otros dos antes que él. Beatriz Paredes ya fue candidata en 2006 y 2012, quedando en lejanos tercero y segundo lugar, meritorio, considerando que prácticamente no hizo campaña, sobre todo la primera vez. Santiago Creel fue candidato en el 2000 y no le alcanzó la ola foxista para hacerse de la capital. Xóchitl Gálvez sería mejor opción, aunque a estas alturas resultaría anticlimático que no quedara en la boleta presidencial.
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