Este jueves arranca el espectáculo político electoral más importante en la Unión Americana, un espectáculo que, al igual que la Copa Mundial de Futbol o los Juegos Olímpicos, tiene lugar cada cuatro años y atrae la mirada de millones de votantes que usualmente ya tomaron una decisión y solo buscan argumentos para reforzarla.
Para este primer debate presidencial no se anticipan novedades, de hecho, hablamos de una reedición de la elección de 2020 cuando el entonces presidente y candidato republicano, Donald Trump, perdió con el retador demócrata, Joe Biden; la única diferencia, quizá, es que en esta ocasión los papeles se habrán de invertir, algo que no deja de ser un atractivo para los televidentes que habrán de seguir atentamente este encuentro.
Hay que destacar que ambos aspirantes llegan muy debilitados a este diálogo. Donald Trump con una cauda de procesos judiciales que arrastra tras de sí, alguno de ellos por subversión electoral al instigar a sus seguidores a desconocer la victoria de Biden ese fatídico año, frente a un Biden al que parece haberlo abandonado la memoria a la par de un hijo “incómodo” que de muy poca ayuda será a sus pretensiones para reelegirse.
La edad es un factor de peso que obra en contra de los dos candidatos. Una encuesta realizada por la cadena de televisión ABC reveló que el 59% de los votantes consideran que 80 años es demasiado para un gobernante y no tienen claro si estarían votando por ellos o por sus vicepresidentes.
Biden enfrenta a su retador con las encuestas a su favor por primera vez desde el inicio del proceso, aunque por una diferencia milimétrica. Pese a que últimas fechas los debates tienen poco peso en la decisión de los votantes, está claro que un error podría resultar muy costoso estando las encuestas tan cerradas, ya que podría inclinarse la balanza hacia cualquiera de los dos lados con muy poco.
Pero este será apenas el primer capítulo, se espera una campaña álgida, con México en el epicentro del debate. Un Donald Trump más agresivo que nunca, tratando de cobrar revancha de la afrenta recibida en 2020, con la migración como una de sus banderas de campaña, arrinconando una y otra vez a nuestro país para dar cabida a los “sin papeles” extraditados desde la Unión Americana a cambio de nada como ha dicho. Biden, conocedor del ánimo antiinmigrante que hoy priva en Estados Unidos, no tendrá más alternativa que bailar al mismo ritmo. En materia comercial todo parece indicar que seguiremos siendo rehenes de los aguacates y habrá que esperar la decisión de un panel acerca de la prohibición mexicana al maíz transgénico.
La que tendría que estar pegada a CNN, medio de comunicación anfitrión, es la presidenta electa, Claudia Sheinbaum: esos son los problemas con los que tendrá que lidiar a partir de octubre cuando se formalice su cargo. A diferencia de su predecesor, tendrá que demostrar más carácter y oficio diplomático en la relación, dejar en claro que son muchos problemas en cuya solución debemos colaborar pero que ninguna manera estamos dispuestos a ser su patio trasero.
El reclamo de Noroña
A Gerardo Fernández Noroña le acompaña fama de rijoso y político poco serio, resultado de sus protestas, actos de desobediencia civil y posturas políticamente incorrectas, como expresiones machistas o negarse a usar cubrebocas durante la pandemia, entre otros escándalos en sus casi 30 años como activista político.
Con la novedad de que Noroña -como popularmente se le conoce-, exige se cumplan con los “premios” que corresponderían a quienes participaron en la contienda para definir al Coordinador de los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación, pues no se le ha considerado para el gabinete ni como coordinador de senadores de Morena, a pesar de haber ocupado el tercer lugar en las encuestas.
De los otros aspirantes, nadie se ha quejado. Marcelo Ebrard será secretario de Economía, mientras Adán Augusto mantiene un bajo perfil que hace dudar de que vaya ser coordinador de senadores, contrario a Ricardo Monreal, quien ya se da por hecho al frente de los diputados de Morena; y Manuel Velasco se va a encabezar a los senadores del Verde.
La coordinación de senadores de la bancada morenista queda descartada para Noroña, pues, aunque llega como senador plurinominal de Morena, y no es militante formal del Partido del Trabajo, participó en la competencia representando a ese partido. A su favor, hay que decir que Noroña probablemente fue el único aspirante que hizo una campaña austera y que seguramente gastó mucho menos que los que quedaron por debajo de él en las encuestas, como Adán Augusto López, Ricardo Monreal y Manuel Velasco; pero no tuvo queja alguna, sabiendo que no tenía posibilidades, y que por el sólo hecho de participar, algo le tocaría… y no.
No es tampoco el primer desprecio que sufre Noroña de sus correligionarios. Prácticamente todo el sexenio “el compañero López Obrador” lo mantuvo lejos de su entorno, nunca lo mencionó como “corcholata” y fue hasta el último momento que lo incluyeron en la competencia como representante del PT. Ahora, el presidente no tiene oídos para los premios que ofreció, su futura sucesora no se comprometió a nada, y ni modo que el INE o el Trife sancionen el incumplimiento.
Ante el reclamo, Claudia Sheinbaum y la dirigencia de Morena han aplicado con Noroña la misma técnica que con el berrinche de Ebrard: elogios y disposición a dialogar, pero nada más. El mensaje es que debe haber disciplina sin condiciones, pero, si se quiere ir, nadie lo detiene. Si la fractura no sucedió con Marcelo, menos será con Noroña.
Síguenos en Google Noticias para mantenerte enterado