Una corrupción que no cesa
Hace meses que aquel pañuelo blanco que anunciaba el fin de la corrupción en México se encuentra guardado en el bolsillo del presidente, y restándole […]
Hace meses que aquel pañuelo blanco que anunciaba el fin de la corrupción en México se encuentra guardado en el bolsillo del presidente, y restándole ocho meses a su administración no se vislumbra alguna razón para que de nueva cuenta lo vuelva a enarbolar.
La Cuarta Transformación es como un culto, que ciertamente mueve conciencias pero por el dogma de la fe. Sus adeptos no cuestionan las decisiones de su líder, le creen a pies juntillas, de ahí que a partir de la repetición constante en las conferencias matutinas de la desaparición de este lastre, consideren que se erradicó como si se pudiera extirpar este mal por decreto.
Pero la negación no basta para ocultar una verdad dolorosa. Nuestro país es percibido como uno de los más corruptos del mundo, ocupando, de acuerdo a un reporte de Transparencia Internacional, la vergonzosa posición 126 de entre 180 naciones con una calificación de 31 puntos en una escala de 100; al nivel de países como El Salvador, Kenia y Togo. Un lugar en el que la actual administración parece sentirse cómoda, de otra manera no se explica que haya mantenido ese mismo puesto durante los últimos cuatro años.
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Ocupamos, en la materia, el último lugar en la lista de países de la OCDE y el penúltimo en la del G20 solo detrás de Rusia, y no se trata ni de neoliberalismo ni de conservadurismo, basta poner un poco de atención a las noticias que se generan cotidianamente para darse cuenta que el emblema sexenal ha resultado un fiasco. Sorprendentemente ninguno de los casos relevantes, esos que se ventilan todas las mañanas, ha conducido a sentencias firmes: ni los responsables de la llamada Estafa Maestra; ni el fraude en Segalmex, vamos ni siquiera el icónico caso de Odebrecht, que en otros países provocó la caída de gobiernos e incluso el suicido de un expresidente, han logrado mover los hilos de una justicia que no encuentra sanciones para los culpables.
Esos son los casos que hoy se encuentran en los tribunales, en algún tiempo nos habremos de enterar si efectivamente los hijos del presidente se vieron beneficiados con negocios hechos al amparo del poder y si los sobrecostos de las obras icónicas de la administración (AIFA, refinería de Dos Bocas y Tren Maya) no fueron desviados a otros propósitos.
La corrupción es prima hermana de la opacidad y si algo ha faltado en estos últimos cinco años es transparencia, tan solo al cierre del tercer trimestre del año pasado, por cada 10 contratos, siete se habían realizado por adjudicación directa; solo 56 de cada 100 pesos se gastaban por licitación y 72 instituciones, entre ellas la Secretaría de Marina, no empleó ni el 5% de su presupuesto para contratos por licitación pública.
El Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) se proyecta a partir de la opinión de especialistas, analistas de riesgo financiero, así como de mujeres y hombres de academia y los negocios. Se podrá decir que no necesariamente la percepción converge siempre con la realidad, sin embargo, en este caso los números resultan más elocuentes que cualquier frase.
El despreciado Metro de la CDMX
Resulta paradójico que siendo una administración que tiene entre sus obras emblemáticas el Tren Maya, y quiera reactivar de última hora los trenes de pasajeros, haya relegado en el presupuesto al Sistema de Transporte Colectivo Metro, en cuyas instalaciones y trenes es evidente la falta de mantenimiento, los retrasos, los accidentes e incidentes, la saturación de pasajeros. No debería extrañar ese desinterés por el Metro de parte del presidente López Obrador, en cuya administración en la Jefatura de Gobierno no se construyó un sólo kilómetro.
Finalmente, este martes fue reaperturada en toda su extensión la Línea 12 del Metro de Tláhuac a Mixcoac, conectando el sureste y el suroeste de la Ciudad de México. La línea permaneció cerrada desde que la noche del 3 de mayo de 2021 colapsó el tramo elevado entre las estaciones Olivos y Tezonco, con saldo de 26 muertos y más de 100 lesionados.
Recién la desgracia, AMLO prometió que la Línea 12 estaría funcionando de nuevo en menos de un año. En realidad fueron casi tres, y apenas en enero del año pasado reabrió el tramo subterráneo de Mixcoac a Atlalilco. Cabe recordar el deslinde de responsabilidades entre Marcelo Ebrard, Claudia Sheinbaum y Miguel Ángel Mancera, respecto a qué administración construyó, cuál no reparó debidamente y cuál no dio mantenimiento debido. Todo en medio de indemnizaciones, peritajes desestimados y procesos legales entrampados, para que al final Grupo Carso hizo la reconstrucción sin cargo para las finanzas públicas.
Hasta antes de 2020, el último accidente mortal en el Metro fue un choque de trenes en 1975 con saldo de 31 muertos. De 2020 a la fecha van 28 fallecidos en dos choques de trenes y el colapso de la Línea 12. Eso sin contar el incendio en enero de 2021 del Puesto Central de Control, suspendiéndose la operación de seis líneas del Metro en plena pandemia y que, cuando reanudaron operaciones, circularon pocos trenes y a velocidad lenta.
Por su remodelación, actualmente se encuentra cerrado un segundo tramo de la Línea 1 sin fecha comprometida para reinaugurarse. Y es que, según la entonces jefa de Gobierno, el primer tramo tardaría ocho meses en remodelación. En realidad fueron 15. Por si fuera poco, tres estaciones de la Línea 9 están cerradas para reparación desde diciembre, entre ellas la terminal Pantitlán, el principal nodo de transporte público de la ciudad, esperándose reabra para abril o para mayo, aunque esta visto que los plazos no es lo suyo en la 4T.
En febrero del año pasado se presentó un Plan Maestro del Metro que contempla la ampliación de prácticamente todas las líneas con 61 nuevas estaciones a concluirse en 2030. Castillos en el aire que seguramente nadie verá. La realidad es que ni siquiera la ampliación de dos estaciones de Mixcoac a Observatorio se va a concluir en este sexenio.