Día Internacional del Gato: Luna, una historia de amor incondicional

Cuando de amor se trata, el corazón no hace distinción entre especies. Más cuando se habla del amor que surge entre las personas y sus mascotas, sin importar si se trata de un perrito, un gato, una tortuga, un hámster, un cerdito o hasta una gallina.

El 8 de agosto se conmemora el Día Internacional del Gato y esta fecha nos da la oportunidad de reconocer la importancia que representa la adopción responsable y el cuidado de estos compañeros peludos que nos brindan su amor incondicional.

Organizaciones en todo el mundo aprovechan esta ocasión para destacar la necesidad de proporcionar refugio, alimento y atención veterinaria a los gatos sin hogar.

Esta es la historia de Adriana Hernández, una joven cuyo amor por los gatitos que son abandonados y viven en la calle no tiene límites.

Y es que, si bien su amor por los peluditos ha existido desde que era niña, como ella misma lo menciona; fue a partir de la pandemia que su compromiso por brindarles una mejor calidad de vida se intensificó.

Cuando se emitió la alerta sanitaria por COVID-19, las personas entraron en pánico al no saber a qué se enfrentaban, además, las noticias eran inciertas, y en ellas se mencionaba que perros y gatos eran portadores del coronavirus, lo que provocó el abandono de muchos peluditos.

Además de esto, la pérdida de empleos y la crisis económica generada por el confinamiento, también ocasionaron que las personas no pudieran hacerse cargo de sus mascotas.

Según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en México hay poco más de 24 millones de mascotas, de los cuales solo 5.5 millones tienen un hogar.

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Un vínculo irrompible

En este sentido, Adriana cuenta que un día escucho ruidos extraños en la azotea de su casa, por lo que decidió ver que ocurría, encontrándose con la sorpresa de que había una gatita que lloraba y estaba muy asustada, por lo que en ese momento fue a comprar un poco de croquetas para darle de comer.

A partir de ahí, la gatita, que en ese momento no tenía nombre, comenzó a visitarla durante las noches para pedir alimento. Como la gatita la visitaba en el horario nocturno, decidió llamarla “Luna”.

Con el paso de los días, se dio cuenta de que Luna esperaba bebes, pero se encontraba en un severo grado de desnutrición, por lo que la llevó al veterinario para que la revisara y fue ahí cuando el médico le confirmó que, en efecto, la gatita sería mamá muy pronto.

Adriana acondicionó un espacio para que Luna se quedara en casa mientras nacían sus gatitos, pero ella se iba y solo regresaba por las noches para pedir alimento, por lo que pensó que quizás sí tenía un hogar donde la esperaban, pero no era así, la gatita había sido abandonada.

De cualquier forma, ella continúo alimentándola y conservó la casita de madera que había arreglado para la nueva familia gatuna.

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Una experiencia difícil

Luna dejó de visitarla durante un par de noches, por lo que Adriana pensó que tal vez ya no iba a volver, sin embargo, uno de esos días regresó para pedir alimento.

“Lo curioso es que Luna ahora se acercaba cariñosamente a mí, algo que antes no hacía. Además, me miraba y caminaba, como si quisiera que la siguiera a alguna parte y eso fue lo que hice.

Luna trepó por la escalera y volteó a verme para asegurarse que iba detrás de ella, y entonces me mostró a sus bebés. Eran cuatro gatitos hermosos que desde ese momento se adueñaron de mi corazón”.

“Traté de llevar a Luna y a los bebés a la casita que les había acondicionado, pero en ese momento no quiso, por lo que no insistí, ya que en algún momento de mi infancia escuché que las gatitas pueden sentirse amenazadas y abandonar a sus gatitos si uno los cambia del lugar en el que nacieron”, explica Adriana.

“Recuerdo que después de eso, pasó una semana en la que ella iba y venía todos los días a comer. Pero una tarde que regresé del trabajo me di cuenta de que Luna ya se había instalado con sus pequeños en la casita de madera y desde entonces no volvió a irse”.

Con el paso del tiempo, su cariño por sus nuevas mascotas creció aún más; pero lo triste fue cuando uno de los michis a quien llamó Teils, enfermó repentinamente, y es cuando descubre que tiene leucemia en una etapa muy avanzada, y al poco tiempo tuvo que despedirse de él.

“Fue una situación muy difícil para mí porque lo veía sufrir y quejarse del dolor, pero lo más triste era ver a Luna y a sus hermanitos junto a él, cuidándolo.

Yo podía sentir que ella también sufría al ver a su pequeño llorar; pero ya no había nada que hacer y tuve que tomar la decisión más difícil de mi vida, despedirme de Teils para siempre”.

Compromiso latente

Sin embargo, esa ausencia fue recompensada, ya que al poco tiempo comenzaron a llegar, uno a uno, otros compañeros gatunos que decidieron instalarse en su casa.

Actualmente, Adriana tiene 10 gatos y a cada uno le brinda su amor y protección; pero ya no le es posible seguir adoptando a más gatitos por el poco espacio que tienen; por lo que ahora ha colocado comederos y bebederos afuera de su casa, para que los michis que viven en la calle no pasen hambre.

Incluso en esta época del año, en que hace más frío, les instala cajas de cartón con cobijas para que puedan descansar y protegerse de las bajas temperaturas.

Adriana busca crear conciencia entre las personas sobre la responsabilidad que implica tener una mascota y la importancia de esterilizarlos, para evitar que el número de gatitos que viven en la calle aumente, además de promover la adopción.

Sin duda, ella se ha convertido en una heroína que les brinda una mejor calidad de vida a estos peluditos, a cambio de un amor incondicional.

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