La (in)subordinación de México y de la Presidencia
El primer ministro húngaro, Viktor Orban, más pronto que nadie, fue el primero en felicitar a Donald Trump por su triunfo del martes pasado. Pareciera […]
El primer ministro húngaro, Viktor Orban, más pronto que nadie, fue el primero en felicitar a Donald Trump por su triunfo del martes pasado. Pareciera que se levantó queriendo tener esa deferencia, o peor, que no durmió.
Acá, en México, nuestra presidenta decidió no felicitarlo hasta que cerraran todos los estados, lo cual ya había sucedido hacía horas, pero dejaba ver que todavía tenía muy presente la amenaza arancelaria por la falta de ayuda de México en la lucha contra el narcotráfico y la migración.
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Más tarde, el mismo miércoles finalmente envió un frío mensaje en redes sociales, pero algo o alguien la hizo cambiar de decisión. Fue entonces que tuvo una llamada telefónica, breve, pero cordial. Y aunque la diplomacia no se nos ha dado muy bien en los últimos años, es de reconocer que esa llamada fue muy conducente.
Si fue Larry Fink, director de BlackRock, el fondo de inversiones más influyente en Estados Unidos, o fue Andrés Manuel, es lo de menos… Hasta Juan Ramón de la Fuente, quien sería el único responsable, pero eso no importa, lo que sí se pondrá a prueba cada tanto o a cada rato será el temperamento de nuestra presidenta, pues Trump es quien es, misógino, irrespetuoso, provocador.
CNDH: entre la incompetencia y la política
Pese a su notorIa incapacidad y su pésima gestión al frente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Rosario Piedra podría repetir al frente del órgano sostenida por el prestigio construido por su madre pero también por el grupo de cercanos al expresidente Andrés Manuel López Obrador, que la encumbraron desde su llegada a la institución sin contar con las credenciales necesarias.
De una forma insólita pero que ya no nos debiera sorprender, Piedra fue impuesta en la terna pese a ser la peor calificada por las comisiones del Senado de entre las 15 aspirantes a ocupar el cargo, más aún, obtuvo un solo punto, una deferencia a la madre buscadora otorgado por el oficialismo.
Inexplicablemente Tania Ramírez, quien ocupó la segunda posición al acumular 12 puntos fue excluida sin justificación alguna, aunque la respuesta podría encontrarse en las críticas que ha hecho a la militarización de la seguridad pública y su impacto particularmente en las infancias. La Guardia Nacional sumó durante el sexenio de López Obrador mil 816 quejas ante Derechos Humanos; como resultado la CNDH hizo únicamente 13 recomendaciones. Con estos números no es difícil suponer que durante ese periodo la institución se convirtió en un apéndice del Ejecutivo.
El Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro destaca entre los fallos cometidos durante la gestión de Rosario Piedra, su laxitud sobre la fiscalización de las fuerzas armadas; la actitud “pendenciera y politizada” asumida por la ombudsperson; la deficiente gobernanza y rendición de cuentas de la CNDH pero, sobre todo, su proceder frente acciones de inconstituicionalidad que contrevenían estandares internacionales en Derechos Humanos.
Las declaraciones del presidente de la Comisión de Justicia del Senado, Javier Corral, sólo abonan a sembrar más dudas, al señalar que “no sólo se trata de conseguir los perfiles idoneos sino con el mayor consenso político posible” ¿Consenso político entre quiénes? Porque nadie en la oposición validó la inclusión de Piedra; muy probablemente, eso es más creíble, se refería a la coordinación entre la presidenta Claudia Sheinbaum quien se identifica más con Nashieli Ramírez, presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México, y su exjefe el presidente López Obrador.
De cualquier modo quede quien quede al frente de la CNDH, será producto de un proceso desaseado en el que al final imperaron otro tipo de intereses, más allá de las capacidades probadas de los candidatos. Paralelamente nos da un anticipo de lo que ocurrira durante la elección de jueces y ministros en donde los aspirantes con una formación sustentada en la carrera judicial, experiencia profesional y vocación deberán exponer sus cargos ante inexperimentados leguleyos que buscan construir carreras políticas a cualquier costo, una buena parte de ellos “recomendados” que ya tienen garantizado el puesto.
Así el segundo piso de la Cuarta Transformación.
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