Desde una bulliciosa oficina en México hasta las frenéticas calles de Nueva York, mi camino de vida ha sido uno de cambios radicales y descubrimientos apasionantes. Haber trabajado parte mi vida en un entorno corporativo en México me proporcionó una estabilidad y una confianza inquebrantables en mi capacidad profesional. Sin embargo, un deseo profundo de explorar nuevos horizontes y llevar un pedacito de mi tierra natal al mundo me impulsó a emprender una aventura hacia lo desconocido con Tacos Taurinos.
Nueva York, con su diversidad vibrante y sus infinitas oportunidades, me abrió las puertas a un mundo nuevo. Aquí decidí dar vida a un sueño: crear un negocio de tacos auténticos que capture el verdadero espíritu de la Ciudad de México. Así nació mi emprendimiento: un pequeño pero prometedor negocio de comida llamado Tacos Taurinos, que ofrece a los neoyorquinos y visitantes una experiencia culinaria genuina.
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Un viaje para emprender
La travesía para establecerme como emprendedora de comida mexicana en Nueva York ha estado llena de retos y dificultades. En primer lugar, la consecución de ingredientes auténticos ha sido una tarea nada fácil. Encontrar aquellos productos con el sabor, la calidad y la autenticidad necesarias para replicar un verdadero taco de la Ciudad de México requirió una búsqueda constante y persistente por diversos proveedores. Sin embargo, el esfuerzo para asegurar estos ingredientes vale infinitamente la pena cuando conseguimos ofrecer un bocado que transporta a nuestros clientes directamente a las calles de mi querida ciudad.
Además de los desafíos logísticos, gestionar un negocio de comida en un país diferente al propio implica superar barreras culturales y lingüísticas, así como adaptarse a un entorno regulatorio completamente distinto. El aprendizaje constante es mi compañero más cercano, y con cada obstáculo, he podido mejorar mis habilidades y pulir la visión del negocio. No obstante, hay una satisfacción inmensa en involucrarse completamente en cada aspecto del trabajo, desde cocinar hasta servir, sintiendo en cada taco que entrego la dedicación y el amor por mi país.
A pesar de las adversidades, uno de los aspectos más gratificantes de mi emprendimiento es el orgullo de ser mexicana y compartir nuestra cultura de la manera más deliciosa posible. Cada vez que un cliente muerde un taco y sus ojos se iluminan por el sabor que experimenta, siento una profunda conexión con mis raíces y una felicidad contagiosa por representar a México dignamente.
Otra dimensión valiosa de esta experiencia ha sido la comunidad mexicana en Nueva York. Aunque estar lejos de mi familia es una de las dificultades emocionales más grandes, he encontrado en mis paisanos un sentido de pertenencia y apoyo. Muchos, como yo, también extrañan sus hogares y anhelan aquellos sabores y momentos que dejaron atrás. Es conmovedor ver cómo con una comida auténtica y bien hecha, puedo llenar no solo el estómago, sino también el corazón de las personas que comparten esta nostalgia.
Orgullo mexicano
Asimismo, adquirir ingredientes de productores y pequeñas empresas mexicanas en la ciudad me brinda la oportunidad de apoyar a mis compatriotas, fomentando nuestro crecimiento y presencia en el extranjero. Esta interconexión de apoyo mutuo refuerza mi orgullo, y conocer a otras personas valientes que persiguen sus propios sueños lejos de casa es una inspiración constante.
La vida de un emprendedor es intensa y llena de incertidumbres, pero también está cargada de momentos sustanciales y ricos en significado. Cada día me esfuerzo por crear algo que no solo satisfaga a los paladares más exigentes, sino que también contribuya a la multiculturalidad que define a Nueva York. Tacos Taurinos no es solo un negocio; es un pedacito de la Ciudad de México en Nueva York, un puente cultural, una declaración del amor por nuestras raíces, y una celebración de lo que México tiene para ofrecer.
Mi historia, aunque particular, es un testimonio de lo que implica perseguir sueños grandes y audaces. Ser una emprendedora de comida mexicana en Nueva York me ha mostrado que, aunque estar lejos de casa puede ser difícil, es posible encontrar una segunda familia y hogar en los sabores, las sonrisas y la gratitud compartida. Es un privilegio y un honor seguir forjando esta experiencia y plantar semillas de nuestra extraordinaria cultura en cada rincón que podamos alcanzar.