Guatemaltecos se preparan para elegir a su presidente entre viejos rostros del oficialismo
Rumbo a las elecciones del 25 de junio, el proceso enfrenta un creciente descrédito por la exclusión discrecional de candidatos por la vía judicial
Zury Ríos, hija del dictador Efraín Ríos Montt, del partido Valor, cae en las encuestas pero cuenta con el respaldo de la élite militar y el favor de la autoridad electoral.
Carlos Pineda, de Prosperidad Ciudadana, ha despuntado desde la derecha, entre cuestionamientos por vínculos con el crimen organizado y el narcotráfico.
Manuel Villacorta, del partido VOS, representa la única alternativa opositora que muestra tendencia ascendente desde la izquierda.
Guatemala se prepara para elegir a un nuevo presidente, en un ambiente de polarización y numerosos señalamientos a la autoridad electoral, el Tribunal Supremo Electoral, TSE, por favorecer a candidatos que han formado una coalición de facto con el impopular gobierno de Alejandro Giammattei.
A medio camino rumbo a las elecciones del 25 de junio, el proceso enfrenta un creciente descrédito por la exclusión discrecional de candidatos por la vía judicial, el uso de recursos públicos para favorecer a actores hegemónicos y la sospecha de financiamiento a candidatos desde el crimen organizado y el narcotráfico.
Durante el proceso de inscripción el TSE conoció impugnaciones a las candidaturas dejando fuera a dos partidos políticos de participar en la elección presidencial: el Movimiento para la Liberación de los Pueblos, con su candidata Thelma Cabrera, lideresa de los pueblos mayas, y Roberto Arzú García-Granados, hijo del expresidente Alvaro Arzú Irigoyen, cuya solicitud de inscripción por el partido Podemos fue denegada por realizar campaña anticipadamente.
Ahora, nuevas impugnaciones ponen en riesgo a dos candidaturas más.
Carlos Pineda, puntero en las encuestas, enfrenta un amparo en contra de su partido, Prosperidad Ciudadana, por no cumplir con requisitos en la asamblea donde fue proclamado como candidato. El recurso fue interpuesto por el partido Cambio, de los hijos de Manuel Baldizón, condenado por lavado de dinero en Estados Unidos, un delito por el que pagó más de tres años de cárcel.
Pineda, empresario agrícola, sonó en 2019 como candidato vicepresidencial de Mario Estrada Orellana, quien eventualmente fue condenado por narcotráfico en Estados Unidos. Continuó en la política de la mano del partido Cambio pero en enero de este año anunció su separación del proyecto y poco después se unió a Prosperidad Ciudadana, partido que cuenta en sus filas a diversos candidatos vinculados con el crimen organizado. Pineda ha sido cuestionado por la prensa guatemalteca sobre su estatus migratorio hacia Estados Unidos, apuntando a que su visa haya sido revocada por su cercanía a redes vinculadas al narcotráfico.
El ascenso de Pineda se explica por su constante presencia en TikTok, donde desde hace un par de años se ha mostrado en miles de videos desde su finca o interactuando con personajes populares de las redes sociales. En sus actos de campaña se ha exhibido en caravanas de vehículos de lujo o a caballo escoltado por una docena de hombres visiblemente armados.
En su discurso, Pineda desprecia a la clase política dominante, sin embargo en su círculo cercano se encuentran políticos y personas vinculadas a anteriores gobiernos.
La presión de los recursos legales interpuestos por sus anteriores socios políticos han mostrado el ángulo más populista de Pineda, ya sea rompiendo en lágrimas en una conferencia de prensa en la que reprochó a los periodistas por cuestionarlo la semana pasada o irrumpiendo este martes en una sesión del TSE en la que se discutían procesos pendientes.
El fallo de un tribunal en contra o favor del amparo interpuesto por Cambio podría dejar a Pineda fuera de la contienda.
Edmond Mulet, candidato por el partido Cabal, también enfrenta una acusación por parte de la Fiscalía Especial contra la Impunidad (FECI), por supuestamente entorpecer una investigación que se ordenó en contra de un grupo de periodistas de elPeriódico, que cerró sus operaciones ante el asedio del actual gobierno.
Las críticas a la autoridad electoral por parte de la prensa guatemalteca se han concentrado en su parcialidad a favor de la candidatura de la ex diputada Zury Ríos, quien libró una prohibición constitucional a participar en el proceso por ser hija del dictador Efrain Ríos Montt y mantiene a operadores de su partido en instancias del TSE.
Junto a estas opciones aparece entre los llamados punteros la ex primera dama y tres veces candidata presidencial, Sandra Torres, de la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), quien ha sido una de las principales aliadas del presidente Giammattei. Su reconocimiento es alto pero igualmente destaca la desaprobación de la ciudadanía por escándalos de corrupción.
El patrón común entre estos candidatos son las dudas respecto a los círculos de poder que los rodean, todos vinculados a personas llamadas de la “vieja política”.
La otra candidatura antisistema que se perfila es la de Manuel Villacorta, un connotado académico, ex embajador de Guatemala en Israel,y empresario, postulado por el joven partido Voluntad, Oportunidad y Solidaridad (VOS), quien se ha posicionado como principal crítico de los partidos cercanos al oficialismo con un discurso anticorrupción y que ha expresado su admiración por el movimiento generado por el Presidente Andres Manuel López Obrador en México.
Villacorta sufrió el exilio por amenazas tras el conflicto armado interno pero eventualmente regresó a Guatemala para formar un movimiento social y en 2019 contendió por la presidencia por el partido indigenista Winaq. Ahora como candidato por VOS, partido que surge de un grupo disidente de la UNE, Villacorta denunció la falta de transparencia en el proceso y afirmó que existe una estrategia con la que se busca inhibir a los partidos de oposición.
El discurso de Villacorta apunta a la deriva autoritaria en el Estado Guatemalteco, debido a la persecución contra periodistas, operadores de justicia y defensores de derechos humanos. A diferencia de la mayoría de la oferta entre la veintena de candidatos, guarda distancia del modelo adoptado por el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, y su operación anti pandillas; en lugar de promesas de mano dura, Villacorta propone reformas profundas al sistema de justicia y el fortalecimiento de las fuerzas de seguridad civiles.
Ante la caída de la candidatura de Zury Ríos en las encuestas y el estancamiento de opciones de partidos tradicionales representados por Sandra Torres o Edmund Mulet, las candidaturas antisistema de Carlos Pineda y Manuel Villacorta han ganado terreno.
Pineda ha liderado las encuestas y sondeos desde mayo pero su campaña enfrenta el riesgo legal y un creciente escrutinio a la cercanía de figuras de su partido con el crimen organizado, así como a su propia trayectoria como dueño de fincas de banano y palma africana principslmente y fuentes de financiamiento.
En contraste, el ascenso de Villacorta no ha sido registrado uniformemente por todas las encuestadoras pero se consolida como una opción que puede articular el voto opositor desde la izquierda. La firma mexicana Rubrum, ubica en su encuesta del pasado 3 de mayo al candidato Villacorta en segunda posición detrás de Pineda.
Si los procesos electorales de 2015 y 2019 sirven como referencia para anticipar el resultado, es pronto para descartar la exclusión de más candidaturas o movimientos drásticos en las preferencias entre los aproximadamente 9 millones de electores registrados en el padrón.
La joven democracia guatemalteca, en su noveno proceso desde el fin del conflicto interno en los ochenta se debate entre opciones cercanas a la élite militar, partidos aliados al actual régimen, duramente criticado por escándalos de corrupción, y una opción antisistema. En los últimas dos elecciones, el voto antisistema se impuso en segunda vuelta. La pregunta que se hacen los analistas es si el voto antisistema se inclinará por el populismo de derecha representado por Carlos Pineda o si una opción progresista abanderada por Manuel Villacoprta puede sumar a Guatemala a la ola de victorias que ha registrado la izquierda, desde Chile y Colombia hasta Brasil.