A principios de 2021, las heladas en Texas provocaron aumento en el precio del gas natural, debido al congelamiento de gasoductos, la alta demanda interna, lo cual llevó al gobierno de Greg Abbott a ordenar la suspensión de exportaciones del combustible durante la contingencia.
Todo ello redundó en la disminución de importaciones de gas a México, con la consecuente escasez del combustible que afectó principalmente al norte del país. La CFE tuvo que recurrir a la generación de electricidad con carbón y se adquirieron barcos de GNL.
Los cargamentos de emergencia fueron suministrados por empresas comerciales, entre ellas la suiza Trafigura, lo que permitió superar la crisis.
Previendo un escenario similar, México está en conversaciones con proveedores de almacenamiento en Estados Unidos para crear una reserva estratégica de gas para casos de emergencia, de acuerdo a Aniel Altamirano, director general adjunto de CFE Internacional, citado por la agencia Reuters.
Ante un escenario de corto plazo, es decir, el próximo invierno, imposible construir la infraestructura requerida, por lo que la opción que se está evaluando es contratar el almacenamiento en Estados Unidos.
La medida resulta sensata y evidencia que el enfoque de soberanía energética no puede limitarse a la producción, pues la falta de capacidad de almacenamiento de combustibles en general, no sólo el gas, es lo que pone en riesgo la seguridad energética de México, por encima de la anhelada autosuficiencia -postergada al 2024, de acuerdo al director de Pemex, Octavio Romero Oropeza-, porque, ¿de qué sirve ser autosuficientes en combustibles si no se tiene dónde almacenarlos?
Por lo pronto, esperemos que CFE resuelva pronto la reserva de gas que se necesita no únicamente ante el invierno que viene, sino ante la alta demanda del combustible por parte de países europeos debido a la invasión a Ucrania y las sanciones aplicadas a Rusia, por lo que es probable un escenario más complicado que el del año pasado.
Qatar: el pecado original
Con más pena que gloria fue inaugurada en el estadio Al Bayt la “Copa Mundial FIFA Qatar 2022”. Un mundial que por principio no debió realizarse en ese lugar, pero que fue impuesto desde la máxima jerarquía del organismo futbolístico.
De este modo, pese a la avalancha de críticas por un proceso desaseado que condujo a una serie de procesos judiciales por corrupción, la nación árabe ingresó a los anales de la historia de esta gesta deportiva, pero por la puerta de atrás.
Pese a ser una nación más progresista que sus vecinos, Qatar estaba muy lejos de los estándares que exigía la FIFA para aspirar a la organización de un mundial, sin embargo, eso no fue un factor para que la familia Al Thani, la cual gobierna al país bajo una monarquía absoluta desde mediados del siglo XIX se hiciera, a través de diferentes prebendas, del voto de los consejeros del organismo mundial para así convertirse en la sede.
En diferentes foros las autoridades de Qatar han expresado que a través del futbol buscan integrarse al mundo, sin embargo, sus acciones a lo largo de la organización reflejan lo contrario, es el mundo quien tiene que aceptar su visión cosmogónica y adaptarse a ella convirtiendo a la copa en rehén de esta aceptación a través de una serie de restricciones que resultan inadmisibles en una sociedad más desarrollada.
La venta de bebidas “espirituosas” está prohibida en los estadios y su perímetro, y sólo se permite su consumo en establecimientos designados; estar alcoholizado en la calle podría costarle a los visitantes una multa de hasta 900 dólares; las parejas de la comunidad LGBTTTI+ pueden asistir a los partidos sin ser molestadas por las autoridades, siempre y cuando no existan manifestaciones públicas de sus afectos; de igual manera hombres y mujeres no pueden mostrar ni los hombros ni las rodillas, lo cual ya generó una polémica en el caso del cuerpo arbitral en donde se incluyen también elementos femeninos.
El mundial de futbol no solo es un evento deportivo sino una fiesta de las culturas por lo que resulta inaudito que tampoco se puedan tomar fotos o video de edificios públicos.
De cualquier manera, el balón ya empezó a rodar y seguramente los fanáticos olvidarán, aunque sea momentáneamente; a los más de 6 mil 500 obreros de la India, Nepal y Paquistán que perdieron la vida en la construcción de infraestructura; de las condiciones infrahumanas en las que vivieron durante los últimos años, en un estado de explotación y miseria.
No recordarán a millones de mujeres que viven sometidas a un sistema machista en donde son vista con menor valor que los varones, y una comunidad LGBTTTI+ que tiene que mantener oculta su identidad so pena de acabar en la cárcel por años.
En Qatar, el jeque Tamim bin Hamad Al Thani se encuentra satisfecho. Al igual que ocurrió en los Juegos Olímpicos de Alemania en 1936 con Hitler y el Mundial de Futbol de Argentina en 1978 con Videla, su gobierno se lavó la cara con el jabón del deporte y de eso habrá de darle las gracias a Joseph Blatter y sus secuaces.