Como en un baile de máscaras, partidos y aspirantes a la candidatura presidencial participan entusiasmados, sin importar con quién están bailando. Unos bailan con mayor experiencia y sus pasos los hacen ver como maestros, pero los años y la decadencia cobran factura a la gran mayoría.
En Morena, a punto de conocer este miércoles el resultado de las encuestas y, por ende, quien será su candidato presidencial, comienza a dibujarse el rostro de Claudia Sheinbaum como la ganadora y a Marcelo Ebrard no sólo como el gran perdedor, sino como quien pudiera darle el triunfo a Morena, en caso de correr como candidato de Movimiento Ciudadano.
El partido de Dante Delgado, por su parte, comienza a desquebrajarse y a dar una alarmante imagen de fractura entre los que están a favor de unirse a coalición con el frente opositor y quienes insisten en tener un candidato propio, o no tan propio, pero único.
El Frente Amplio, o no tanto, se mantiene expectante de cómo se desarrollan los hechos y siente una esperanza razonable por lo que pueda lograr su candidata en los próximos meses.
Lo demás y los demás negocian otros botines políticos menos importantes, aunque no despreciables.
¿Quién iba a pensar que Marcelo perdiendo puede ser todavía importante en la ecuación?
Vienen elecciones, la seguridad puede esperar
Probablemente la realidad que más niega el presidente López Obrador es la de la violencia y la inseguridad que vive México. Responsabiliza a las administraciones anteriores del crecimiento de las organizaciones criminales y la violencia que generan; minimiza masacres, desapariciones y narcobloqueos; se regodea en cifras en las que supuestamente ha bajado la violencia; culpa a jueces de liberar criminales. Eso sí, a diferencia del sistema de salud, AMLO no ha prometido una seguridad pública como la de Dinamarca.
Si así han sido cinco años, no podemos esperar un cambio para el último, sobre todo porque el presidente cree que ya cumplió con creces todo lo que prometió, y se seguirá metiendo, ahora sí de lleno, en el proceso electoral. Abocados los aparatos de gobierno morenistas de los tres niveles de gobierno en una elección de Estado, la seguridad pública se descuidará aún más. Cómo estarán las cosas en los estados, que en la Ciudad de México el favorito en las encuestas para ser jefe de Gobierno es el secretario de Seguridad Pública. Pareciera que los capitalinos estuvieran no sólo resignados sino satisfechos y dispuestos a premiar por una inseguridad “tolerable”, con tal de no llegar a los niveles de terror de Lagos de Moreno en Jalisco, Tierra Caliente en Michoacán, o todo el estado de Guerrero.
La Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) acaba de dar a conocer los resultados de su Monitor de Seguridad, reportando que 1 de cada 2 negocios en el país ha sido víctima de algún delito como extorsión, cobro de piso o robo de mercancía. En cuanto al delito de robo a negocio con y sin violencia, hay un incremento del 17.5% de ese delito en lo que va de la actual administración y un 82.6% de cifra negra, es decir, que sólo se denuncia el 17 de cada 100 robos a negocio. En un estudio previo, la patronal encontró que la extorsión había crecido en la actual administración 48% respecto al mismo periodo del sexenio anterior, y con una cifra negra de 96.1%.
Áreas especializadas de combate al secuestro, como en el caso de la de la Fiscalía de la CDMX se están dedicando más a atender extorsiones que secuestros con relativo éxito. Y es relativo porque, al igual que el robo en todas sus modalidades salvo la de vehículo, hay poca disposición a denunciar: la víctima tiene la percepción de que tendrá más problemas y ningún resultado si acude a denunciar las extorsiones y los robos; temen por su integridad física y de su patrimonio.
Y si a ello se suma que el presidente se dirige con más respeto a los criminales que a todos los que considera adversarios, pareciera que lo que se prefiere es desalentar a los denunciantes para así seguir presumiendo que las cifras de incidencia delictiva van a la baja, cuando es todo lo contrario.