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Confianza o nerviosismo presidenciales

by El Consejero
Elecciones 2024

No existe una gran cultura de debate en México. No se enseña en las escuelas, no se promueve y, por lo tanto, tampoco se sabe analizar. Sin embargo, se aprecia mucho que exista siquiera un espacio donde se encuentren los candidatos a cualquier encargo público, mucho más a la silla presidencial.

Habiendo transcurrido ya dos debates de las candidatas y el candidato presidenciales con más pena, en el sentido mexicano de vergüenza, que gloria, ahora queda un debate más por presenciar el próximo 19 de mayo.

Comienza la recta final de las campañas electorales que poco se han sentido y que han sido opacadas por la abultada y dramática realidad nacional. Mientras tanto, el todavía presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, se enfoca en la campaña de su partido y sus aliados para no perder su hegemonía, más allá de su periodo de gobierno. 

Haciendo gala de su popularidad y del “tanto cariño” que le muestra la gente, como él mismo lo dice, analiza su “despedida” públicamente, pero más allá de eso, coordina a su equipo para hacer valer todo eso que él dice que tiene para incidir en las campañas electorales de todo el país.

Satisfecho por la defensa de sus megaproyectos de parte de Claudia Sheinbaum en el último debate, por encima del resultado, el mandatario sabe que no le fue bien a su protegida y está preocupado en encontrar el método para alentar el voto a su favor.

Si bien los debates son un ejercicio democrático y no son determinantes en la intención de la votación, sí son un termómetro de lo que nos espera como mexicanos. Es previsible, entonces, que las encuestas se cierren entre las dos aspirantes y que tengamos un par de meses intensos en lo que funcionó para ambas en este último enfrentamiento.

Tendremos entonces una manera muy práctica de ver si esa preponderancia que hoy tiene Sheinbaum se hace menos visible al ver el comportamiento del presidente durante sus apariciones públicas, léase la cotidiana conferencia matutina. Ahora es cuando nos daremos cuenta si existe o no nerviosismo o confianza presidenciales.

Hacia una involución educativa en México

A la Cuarta Transformación no le gustan las certificaciones externas. Como si se tratara de una secta religiosa, exige a sus simpatizantes una fe absoluta, a rajatabla, en los dichos de su liderazgo por una autonombrada “autoridad moral”, de tal forma de que si no estás a su favor, entonces estás en su contra.

Una nueva amenaza se cierne ahora sobre la prueba Pisa, que efectúa la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) de la que nuestro país es miembro, y que se realiza cada tres años para evaluar las aptitudes de los estudiantes de quince años en tres áreas: lectura de comprensión, ciencias y matemáticas. 

Por primera vez en un cuatro de siglo México podría ser excluido de estos exámenes ante la falta de interés de la actual administración, la cual con exagerado desdén descalificó las bajas calificaciones obtenidas por los alumnos de nuestro país en la pasada edición de 2022: “No los tomamos en cuenta porque pues todos esos parámetros se crearon en la época del neoliberalismo”, señaló entonces el propio presidente Andrés Manuel López Obrador,  como si el neoliberalismo o neoporfirismo o como le quiera el llamar fuera responsable de unos programas que durante su gobierno han hundido más y más la curricula de nuestro país.

Claramente, desde su puesta en práctica en el año 2 mil, la mayor utilidad de Pisa ha sido poner en evidencia la mala gestión de nuestras autoridades educativas quienes lejos de haber aplicado las medidas correctivas pertinentes han preferido voltear hacia otro lado sin importar el derecho de nuestras infancias a contar con una educación de calidad.

El top de puntaje para México ocurrió en 2009 cuando nuestros estudiantes tuvieron resultados promedio de 416 en matemáticas, 419 en ciencias y 425 en lectura de comprensión, de ahí todo ha sido bajar y bajar al grado que México mantiene los niveles de hace una década en lectura y ciencias y estándares de matemáticas similares a los de 2003. 66% de los alumnos mostró un bajo rendimiento, el promedio de la OCDE fue 31%.

Con la contrareforma educativa implementada en esta administración no se anticipa que los resultados vayan a ser mejores, luego de que dentro de “nuestros saberes” no se consideró relevante una enseñanza profunda de las matemáticas, pero eso también terminará siendo culpa del neoliberalismo.

Preocupa que el gobierno de López Obrador no haya renovado su membresía a la OCDE en materia educativa, pese a que el órgano le ha pedido reconsiderar, con lo que la prueba quedaría oficialmente suspendida para 2025 impidiendo a la ciudadanía conocer cual es el nivel real de la educación en nuestros adolescentes.

En 2019 desapareció el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), la Comisión Nacional para Mejora Continua de la Educación podría ser la siguiente en la lista. Un gobierno que se cierra a las evaluaciones es un gobierno sin más aspiración que mantenerse en el poder per se. Sin el sustento de una educación sólida que finque los pilares de un futuro más digno para las nuevas generaciones, el pueblo bueno será presa fácil de políticos sin escrúpulos y eso a nadie nos conviene.

Niñez y el lugar común de qué país les heredaremos

Dos pinceladas sobre educación y salud de nuestra niñez: ante las deficiencias de los nuevos libros de texto, en algunas escuelas públicas han solicitado a los padres de familia que fotocopien los libros de texto de matemáticas del curso pasado, para poder trabajar en ellos y que los estudiantes no se rezaguen más. En el actual gobierno, hay un rezago en la cobertura del esquema de vacunación, estimándose que más de 6 millones de menores de 6 años no han sido vacunados en el actual sexenio. 

Al pensar en estos ejemplos y otros, es casi inevitable caer en el lugar común de hablar de qué país les heredaremos a nuestros hijos. Un tema que todos los padres y madres han abordado por generaciones y más en tiempos decisivos como las elecciones presidenciales. Invariablemente esto conlleva insatisfacción, quejas, enojo, impotencia, incertidumbre y esperanza, más aún si se amplia el espectro a la situación mundial, los efectos del cambio climático, las guerras, etcétera.

Sin justificar los errores actuales y pasados, un aspecto en que hay que educar a nuestros hijos es que su felicidad y bienestar no pueden depender del gobierno en turno. Sin duda errores como la crisis de la década de los 80, la devaluación de diciembre de 1994, inciden en la vida de las personas de todas las edades, pero en este caso, quienes vivimos esos episodios, salimos adelante. 

Lo que tenemos que aprender algunos mayores e inculcar a las generaciones más jóvenes es que, sin resignarse, aceptar que siempre habrá problemas, corrupción, inseguridad, desempleo, gobiernos mediocres y errores de esos gobiernos. Sin embargo, nosotros y ellos, los jóvenes e infantes, debemos ser capaces de salir adelante ante las adversidades, tanto personales como externas. Que las buenas políticas públicas ayudan, pero no debe atenerse uno a ellas y, sobre todo, que en la medida en que nosotros y ellos, sepamos resolver nuestros problemas, estaremos resolviendo los de nuestra comunidad y del país.

No podemos heredar un mejor país, pero podemos heredar mejores personas.

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