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Conste

Por: El Consejero 14 Ago 2024
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Pocas expresiones tan mexicanas como la de: “¡Conste, eh!”, que tiene un sinfín de aplicaciones y que suena entre promesa, advertencia y hasta amenaza, pero […]

Pocas expresiones tan mexicanas como la de: “¡Conste, eh!”, que tiene un sinfín de aplicaciones y que suena entre promesa, advertencia y hasta amenaza, pero que al final no tiene la menor sanción que el desprecio por haber incumplido una promesa.

¿Será así el caso del presidente López Obrador en relación a sus apariciones públicas a partir de dejar el cargo? En más de una ocasión se ha comprometido con los medios a no volver a hablar públicamente a partir del primero de octubre, al entregar la banda presidencial de Claudia Sheinbaum, pero, como siempre, parece que no ha medido el impacto de sus palabras, pues más pronto que tarde podría estar buscando tribunas para defenderse.

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En las últimas semanas, sus órdenes han ido perdiendo fuerza, sus opiniones han sido discutidas y sus decisiones cuestionadas. La captura o entrega del “Mayo” ha descolocado tanto al presidente como a la secretaría de seguridad. Su falta de conocimiento en un tema tan sensible y trascendente denotan el estado de inoperancia e ineficiencia de la administración pública, particularmente en estos momentos, en los que muchos están más ocupados en no dejar ningún rastro, quise decir inconveniente, para los próximos titulares. Todos, menos Zoé, por obvias razones.

El respaldo del presidente y de los gobernadores a su similar de Sinaloa, en relación a su probidad, no solo es innecesario, sino peligroso, pues para ojos extranjeros, que no han sido adoctrinados por el tabasqueño los últimos 6 años a las 7 am, solamente confirma las suposiciones de una relación intrínseca y cercana con los cárteles de la droga.

Más allá de la verborrea conocida, nuestro presidente tiene distintas áreas de oportunidad, por así decirlo. No será igual al dejar el cargo, pues ni podrá defenderse, ni tendrá el público cautivo del que hasta hoy goza.

Que conste que dijo que no tendría apariciones públicas a partir de octubre, pero como ha sucedido una y otra vez, más pronto cae un hablador que un cojo. No vaya a darse el caso de que tenga que pedir el apoyo de la opinión pública a través de los medios, los mismos que ha maltratado durante todo el sexenio y que se encuentran agazapados esperando su momento para ajustar cuentas.

La primera mujer presidenta de México

En cuestión de unas horas, Claudia Sheinbaum Pardo estará recibiendo el documento que la acredita como presidenta electa de los Estados Unidos Mexicanos, ciertamente un mero formalismo para una mujer que incluso ya presentó a parte de su gabinete, pero que le da solidez al sistema democrático y su entramado institucional.

Inicia un recorrido de 45 días, de aquí a su toma de posesión, en los que Sheinbaum tendrá que definir no sólo las prioridades que como mandataria habrá de establecer para su gobierno, sino el tipo de liderazgo que habrá de encabezar que, por una parte, le garantice una legitimidad política y que, por la otra, la aleje de la sombra de su mentor, Andrés Manuel López Obrador.

El respaldo popular lo tiene, las urnas así lo reflejaron con una votación superior a la que incluso obtuvo el mandatario en turno; en donde si podría encontrar mayor dificultad es en su propio partido, que a diferencia de lo que ocurría en un disciplinado PRI, se ramifica en múltiples corrientes que estarán buscando imponer tanto criterios como elementos dentro de la administración, empezando por el propio presidente quien ya le colonizó su gabinete.

Nada anticipa que vaya haber un rompimiento abrupto entre la mandataria electa y su predecesor, por lo menos no en lo inmediato, si algo hizo bien López Obrador, para su causa, fue lograr la cohesión de su partido a partir de un liderazgo que dio poco o ningún espacio a la disidencia, sin embargo esto no debe verse como una muestra de debilidad. Sheinbaum tendrá que dejar muy en claro que es ella quien toma las decisiones o de lo contrario quedará reducida a ser una encargada de despacho.

Sigue siendo el momento del presidente y, a diferencia de Enrique Peña Nieto, quien entregó la armas antes de finalizar su mandato, López Obrador le va a sacar todo el jugo posible para evitar que la presidenta se le descarrile de último momento, por eso su imperiosa determinación para que se aprueben las reformas constitucionales que garanticen la continuidad de su proyecto, por eso esas conferencia matutinas tan virulentas en las que busca justificar lo injustificable desacreditando a todos aquellos que califica como adversarios pero que en el fondo ha visto siempre como sus enemigos.

En unas horas Claudia estará celebrando la validación de su triunfo frente a una horda de aplaudidores sumisos, todos ellos con voces engoladas ofreciéndole la misma lealtad que le ofrecieron a su predecesor pensando en su propio futuro, entre ellos podría encontrarse a más de un Bruto dispuesto a lanzar la puñalada.

No más gurús en energía

Basta ver su libro “Hacia una economía moral” (2019) para darse cuenta de que todavía al inicio del sexenio, Andrés Manuel López Obrador entendía industria petrolera como sinónimo de soberanía energética. El mismo nombramiento de Manuel Bartlett Díaz al frente de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) parecía un pago político sin mayor trascendencia que los negativos propios del expriista.

Fue precisamente con Bartlett y su medidas para el rescate de la Comisión, las reformas a la Ley de Industria Eléctrica, y el impacto en las empresas privadas, que el presidente se percató del alcance e importancia de la industria y de la CFE. Para cuando llegó la solicitud de consultas en materia energética por parte de EEUU y Canadá en el marco del T-MEC, López Obrador ya tenía dos autoridades sobre el tema en quienes depositó toda su confianza: su secretaría de Energía, Rocío Nahle, y el director general de CFE, Manuel Bartlett.

La designación de Emilia Esther Calleja Alor como directora general de CFE, además del mensaje de paridad de género y reconocimiento al capital humano, hace ver que Claudia Sheinbaum no quiere “gurús” de política energética en el sector, sino, en el caso de la CFE, alguien que conozca la empresa lo suficientemente bien para que sepa administrarla, pero no que dicte sus políticas ni le dé su visión de lo que cree deba ser la empresa.

La presencia en la conferencia del lunes de Luz Elena González, futura secretaria de Energía, también se interpreta en el sentido de que las decisiones importantes en CFE y seguramente en Pemex, se tomarán en la dependencia. El mismo nombramiento de quien fuera secretaria de Finanzas capitalina y cercana a Sheinbaum ha dejado claro que la prioridad en el sector es atender lo económico, sin renunciar a la rectoría del Estado en materia energética.

Ahora, quedando pendiente el nombramiento del director general de Pemex y con el antecedente del de Calleja Alor en CFE, no se descarte que Sheinbaum opte por un perfil institucional, o tal vez un integrante del consejo de administración de Pemex, que conozca las entrañas de la petrolera pero que, al final de cuentas, se cuadre a cumplir lo que le instruyan desde la Sener, en coordinación con Hacienda.

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