El heredero del General Cárdenas
Andrés Manuel López Obrador cumplió su capricho de hablar mucho, decir poco, y ser aplaudido por ello.
Con un Zócalo cuyas vallas, banderas y pancartas recuerdan a la logística de los mítines priistas -incluidos autobuses estacionados en avenidas cercanas-, Andrés Manuel López Obrador cumplió su capricho de hablar mucho, decir poco, y ser aplaudido por ello. Un mensaje en el que se presentó como el heredero del General Lázaro Cárdenas, en defensa de “nuestro” petróleo y de la soberanía ante las pretensiones intervencionistas de Estados Unidos.
Previo al discurso presidencial hablaron la secretaria de Energía, Rocío Nahle, y el director de Pemex, Octavio Romero Oropeza, quienes hicieron un recuento de los cambios y logros en materia energética y en Pemex. A pesar de que en la defensa de la política energética está incluida la CFE, inimaginable que hablara ante el público el impresentable de Manuel Bartlett.
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El gran ausente, el hijo del héroe de la Expropiación Petrolera, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, quien acudió a rendir homenaje a su padre al Monumento a la Revolución, donde señaló errores de la actual política energética: se mantiene una política extractivista y no se destinan hidrocarburos a la petroquímica; no se modernizan las refinerías y Dos Bocas tiene sobrecosto.
El viernes, previo a unas palabras de identificación plena con el presidente Cárdenas y de reconocimiento a Cuauhtémoc Cárdenas, López Obrador informó que Lázaro Cárdenas Batel dejaba de ser su coordinación de asesores y se incorpora a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), con la misión de crear y encabezar un secretariado permanente.
Viendo el antecedente de los fracasos en sus intentos por encabezar organismos internacionales que ha tenido la actual administración, no extrañaría sumar uno más en su intento de hacer de la CELAC -un mecanismo intergubernamental de medio pelo-, una competencia de la Organización de Estados Americanos (OEA), encabezada por México.
En su silvestre concepción de la política internacional, López Obrador cree que los mandatarios de Brasil, Argentina y Colombia lo van a apoyar.
Por lo pronto, Lázaro no tiene ni oficina y no se sabe si para su misión peregrina contará con el apoyo de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Tampoco es algo que le urja, porque necesidad de trabajo no tiene. Ya en el colmo, como si la gratitud o por lo menos la sensatez fueran cualidades de AMLO, corre la versión de que va de candidato de Morena a la Jefatura de Gobierno de la CDMX.
Lo cierto es que López Obrador no comparte con nadie sentirse heredero de próceres o que puede codearse con ellos, menos piensa necesitar del respaldo de un líder moral como Cuauhtémoc Cárdenas. Él piensa en el legado propio, no en los del apellido Cárdenas.
AMLO y EU, una relación con dos caras
Cuando en diciembre de 2018 Andrés Manuel López Obrador asumió la Presidencia de la República resultaba difícil entender su narrativa, esos monólogos largos y lentos que en mucho recordaban al comandante Fidel Castro. Decenas de ideas eslabonadas repetidas hasta el cansancio que en los hechos no solo no se correspondían con la realidad, sino que caían en abierta contradicción confundiendo a los más avezados analistas.
Hoy el juego está claro, la romántica idea de utilizar las conferencias matutinas para informar no es más que un vil engaño, un señuelo para desviar la atención de lo que verdaderamente importa como la inseguridad; las deficiencias en el sistema nacional de salud; la ideologización de la educación; el desempleo, en fin, cómo se mal gastan nuestros impuestos, lanzando carnadas fáciles de digerir para el grueso de la población como el juicio a García Luna; esos ricos que no piensan en los pobres; y lo que no puede faltar una confrontación con alguno de los países del orbe, empezando con España, siguiendo con Bolivia y Perú, y por supuesto su villano favorito, Estados Unidos, esos yanquis intervencionistas a los que ataca desde su redil, pero a los que se somete en cuanto estos dan un manotazo en la mesa.
Basta echar una mirada para darnos cuenta que toda esa retórica contra los “gringos” lanzada desde Palacio Nacional, no encuentra respuesta en los hechos. Migración, drogas, y energía son los temas ríspidos a los que se tenido ha que enfrentar López Obrador con dos diferentes administraciones estadounidenses, una republicana (Donald Trump) y otra demócrata (Joe Biden) y en ambos casos, pese a las bravatas, es la visión del otro lado de la frontera la que ha imperado.
En lo que se refiere a los migrantes, más allá de la visión humanitaria proclamada por la cuarta transformación, es un hecho que miles de ellos han sido impedidos e incluso reprimidos en nuestra frontera sur para frenar su llegada a Estados Unidos a pesar de que se habla de México como un país de tránsito. Hoy en día Donald Trump se sigue jactando (y seguramente volverá a ser un tema de campaña) que impuso a nuestro país el programa “Quédate en México”, cita incluso que un funcionario mexicano, que se presume fue Marcelo Ebrard, le ofreció (solícitamente) 28 mil soldados para detener el avance de los centroamericanos. Que decir de la construcción de un centro migratorio en el sur de nuestro país anunciado por la Casa Blanca y débilmente rebatido por López Obrador durante la X Cumbre de Líderes de América del Norte.
En el tema de las drogas las cosas no han sido muy distintas. Hace apenas unos días el presidente encaraba a un puñado de legisladores republicanos por atreverse a proponer que los cárteles mexicanos fueran declarados como grupos terroristas, frente a la inacción gubernamental para enfrentarlos, tras un enérgico llamado a defender a la patria, López Obrador envió al canciller a Washington para reunirse con los cónsules de nuestro país, como resultado ahora deberán presentar un reporte para que nuestros connacionales sepan que nuestro país sí hace su tarea con relación al combate al fentanilo. Y para reforzarlo el presidente está dispuesto a excluir este anestésico de la lista de medicamentos pese a su eficacia, lo que importa es no dejar duda de que nos alineamos.
En lo que se refiere a la materia energética la situación es más complicada dada la ideologización del tema. Nos encontramos al borde de que la Unión Americana invoque un panel de controversias en la materia por violaciones adquiridos con las empresas de ese país, de no haber arreglo y con un fallo negativo México estaría recibiendo un impacto negativo por 30 mil millones de dólares, por lo que Estados Unidos podría encontrarse en posición de imponer nuevamente condiciones. Actualmente hay empresas que sin hacer mucho ruido trabajan con el gobierno, TC Energy que colabora con Pemex para reactivar el campo de aguas profundas en Lakach inactivo durante mucho tiempo, y con la Comisión Federal de Electricidad (CFE) una planta de licuefacción en Baja California; Sempra también tiene proyectos con la CFE al igual que ICA Flúor con Pemex, sin embargo están muy lejos de ser la gran mayoría.