El jueves por la mañana, al hablar frente a empresarios, la frase del presidente Andrés Manuel López Obrador fue tan contundente como desconcertante: “las remesas son la principal fuente de ingresos de nuestro país”.
No era la primera vez que la enunciaba, ni tampoco será la última, no hay ninguna novedad en ello sin que por esto deje de llamar la atención que ningún mandatario en la historia de México se hubiera jactado tanto de que el sostén de millones de familias, él habló de 10 millones, proviniera del ingreso de trabajadores que a riesgo de sus vidas tuvieron que cruzar al otro lado de la frontera para llevar el sustento a sus casas frente a la falta de oportunidades en la patria que los vio nacer.
Nunca antes nadie se había colocado la medalla del oprobio para luego presumirla por los salones de Palacio Nacional.
Ciertamente el recurso proveniente de esta fuente es inusitado, este año habrá de sobrepasar los 60 mil millones de dólares, de acuerdo a las proyecciones del propio presidente, pero este no es un logro de la Cuarta Transformación sino el fracaso de sus políticas asistencialistas que al paso del tiempo ha engendrado un mayor número de pobres y dependientes ya sea de los recursos del Estado o de los ya mencionados envíos.
Las crecientes cantidades provenientes de las remesas, sin embargo, ya están generando ruido al propio gobierno de Estados Unidos, el cual empieza a sospechar que miles de caballitos de Troya son enviados a México con su carga de pequeñas dosis de dinero recién lavado con lo que de esta manera el ciclo completo dentro del mercado del narcotráfico se cerraría, oh paradoja, en nuestro propio país.
Esta misma semana el think tank Signos Vitales presentó un informe en el que señala que por lo menos el 7.6% de tan agradecidos envíos durante 2022, venían contaminados por el crimen organizado, quien habría encontrado en este método una forma fácil y económica de blanquear el dinero sucio proveniente de la venta de drogas.
Las pesquisas de la organización partieron de dos hechos fundamentales, el aumento en los envíos de dinero provenientes de ocho estados en la Unión Americana en donde la presencia de mexicanos es escasa, y el análisis de 227 municipios de nuestro país en donde el número de transferencias superó con mucho al número de hogares.
De acuerdo a diversos analistas, las autoridades estadounidenses ya tendrían detectadas las irregularidades, y esto habría llevado a que el Banco del Bienestar, quien en poco menos de cuatro años de existencia superó el monto promedio de otras instituciones financieras, determinara dejar de recibir transferencias para canalizar este servicio a la Financiera del Bienestar, aunque las autoridades federales aseguren que se trató de un mecanismo para cumplir con la Ley de Austeridad que impide la duplicidad de funciones.
En un extenso reportaje publicado en el diario El País, incluso se especula sobre las consecuencias que hubiera tenido el hecho que las autoridades estadounidenses detectaran un delito, lo que hubiera llevado al congelamiento de los recursos del Banco del Bienestar con la subsecuente suspensión del pago de los programas sociales.
Hasta hoy el envío de remesas había sido una bendición para sacar adelante a millones de familias pobres, hoy queda sembrada la duda si también están siendo utilizadas con fines menos nobles.
Con la peor candidata, gana
En abril arrancan formalmente las campañas en Estado de México y Coahuila. Las últimas encuestas dan una ventaja de entre 16 y 18 puntos a Delfina Gómez, candidata de Morena-PT-PVEM, por delante de Alejandra del Moral, de la alianza PRI-PAN-PRD-Nueva Alianza.
Delfina, más recordada como delincuente electoral por haber retenido el 10% del salario de los empleados del municipio de Texcoco para financiar a Morena cuando fue presidenta municipal; intrascendente en su paso por la Secretaría de Educación Pública, con cero carisma y sin propuestas propias, es quien encabeza holgadamente las preferencias en el Estado de México.
El caso mexiquense puede refrendar la confianza de López Obrador de que cualquiera que lleve la candidatura presidencial de Morena para el 2024, va a ganar. Pueden ser Claudia Sheinbaum o Marcelo Ebrard con toda la carga que traen ambos con las desgracias del Metro; o Adán Augusto, sin mayor mérito que ser amigo y paisano del presidente. Si con una candidata como Delfina está Morena en fuertes posibilidades de quedarse con el estado más poblado y con mayor número de votantes del país, qué no será con cualquiera de sus “corcholatas” para la presidencia, empezando por su favorita y siempre aupada jefa de Gobierno de la CDMX.
Veremos cómo se mueven las campañas a partir de abril. Delfina probablemente ya no crezca, el reto de su equipo es mantenerla arriba. La incógnita es si Alejandra del Moral da un giro a su estilo conciliador y sin confrontarse para rescatar algo, o si en verdad la alianza irá por todo a pelear el Estado de México.
Por lo pronto, en Palacio Nacional hay confianza en poder colocar a quién desee el presidente de candidata o candidato presidencial. Sin carisma, sin propuestas, con cola larga, pueden quedarse hasta 2030.
Síguenos en Google Noticias para mantenerte enterado