Futbol, el juego del odio
¿Qué autoridad tiene la FIFA por encima de los gobiernos de los países donde se juega el futbol?, que son todos los del globo. ¿Por qué se amaga una y otra vez con tener castigos ejemplares y nunca suceden?
Cada vez es más frecuente encontrarse con expresiones de odio en un partido de futbol del más alto nivel, como sucedió este jueves en Madrid cuando cerca del estadio fue colgado de un puente un muñeco con la playera de la estrella brasileña del Real Madrid, Vinicius Junior, quien más tarde anotaría un gol excepcional en el derby madrileño, no obstante la supuesta amenaza de muerte que podría significar esa tétrica instalación.
Esto no es nuevo, pero sigue siendo grave. Y es que así como vimos expresiones vulgares en las celebraciones, gritos y palabras altisonantes entre los fanáticos de uno u otro equipo en el pasado Mundial de futbol, también hemos visto la permisibilidad que tiene la FIFA (Federación Internacional de Futbol Asociación), tanta que prácticamente se ha convertido en parte del juego. Y eso no debe ser.
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¿Qué autoridad tiene la FIFA por encima de los gobiernos de los países donde se juega el futbol?, que son todos los del globo. ¿Por qué se amaga una y otra vez con tener castigos ejemplares y nunca suceden? Así ha sucedido con el grito homofóbico que hace la afición mexicana o con los cientos de incidentes de las barras sudamericanas que cada año dejan un saldo más rojo que el anterior.
El racismo, la homofobia y todas las expresiones de odio que suelen emerger a partir de la rivalidad entre los equipos han hecho del futbol un deporte altamente violento, agresivo en todos sus outlets. Los programas de televisión de debate son verdaderamente insoportables, van de lo cómico a lo histriónico y estamos a nada de que terminen en agresiones físicas, pues verbales las hay todo el tiempo. El futbol, pues, se ha convertido en la arena del odio y la pasividad de las instituciones y las autoridades han sido el mejor caldo de cultivo para fomentarlos.
Ucrania, un enigma que Putin no logra descifrar
Con la “oportunidad” que le caracteriza el presidente de Rusia, Vladimir Putin, no dejo pasar la ocasión de justificar por enésima ocasión su invasión a Ucrania, un ataque inaceptable para la gran mayoría de los países del mundo civilizado, que no encuentra otra explicación que los afanes expansionistas del quien fuera espía de la KGB en los tiempos de la guerra fría.
En el marco de la conmemoración del Día del Holocausto, evento al que no fue convocado, Putin puso al mismo nivel a la Alemania nazi y al gobierno de Kiev, a quien acusa de haber sometido bajo muerte y tortura a los separatistas pro rusos de las regiones de Donetsk y Luhansk, lo que provocó lo que él califica como una intervención.
Como ocurre con los viejos tahúres, Putin blofea bajo esa seguridad que manifiesta en cada uno de sus actos, su confianza se empieza a tambalear. El próximo mes se habrá de cumplir el primer aniversario de una invasión que de acuerdo a sus cálculos tendría que haber cumplido sus objetivos de manera fulminante; sin embargo, las cosas no están ocurriendo de acuerdo a lo programado y el conflicto corre el riesgo de empantanarse.
El fantasma de la vietnamización empieza a recorrer sus filas, decenas de miles de combatientes que no entienden porque esta guerra fratricida.
En eso tiene mucho que ver la comunidad internacional, una comunidad que le negó a Ucrania el acceso a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que así evadió involucrarse directamente en el conflicto, pero cuyos miembros a cambio le han dotado de una incontable cantidad de armas que le han permitido al gobierno de Volodímir Zelenski seguir dando la batalla.
Con el envío por parte de Estados Unidos de 31 tanques Abrams, y 14 Leopard provenientes de Alemania, junto con el aval de este último para que otras naciones puedan enviar los propios, se alivia la tensión para los habitantes de Ucrania, pero también, lamentablemente, se escala peligrosamente el conflicto.
En la medida en que Putin se ponga nervioso la tentación del empleo de armas nucleares aumenta, aunque hoy es una posibilidad que se antoja lejana.
Pese a tener una política exterior de no intervención, no dejo de llamar la atención un tweet publicado la semana pasada por la embajada rusa en nuestro país en donde agradece al presidente Andrés Manuel López Obrador, por su posición sobre el suministro de tanques a Ucrania.
López Obrador había señalado en una de sus conferencias que Alemania había sido presionada por los medios de comunicación para autorizar el envío.
Riesgos globales a dos y 10 años
Como cada año, el Foro Económico Mundial (FEM) publicó su informe de riesgos globales 2023, el cual se divide en dos secciones: diez riesgos para los próximos dos años y otros diez riesgos para los próximos 10 años.
Para los próximos dos años, los riesgos enumerados son, en el siguiente orden: la crisis del costo de vida; desastres naturales y fenómenos climáticos extremos; confrontación geoeconómica; la falta de mitigación del cambio climático; falta de cohesión social y polarización; incidentes y daños ambientales a gran escala; fracaso de la adaptación al cambio climático; cibercrimen e inseguridad cibernética; crisis de recursos naturales y migración involuntaria a gran escala.
En cuanto a los próximos 10 años, se repiten siete de los considerados a los próximos dos años: la falta de mitigación del cambio climático; fracaso de la adaptación al cambio climático; desastres naturales y fenómenos climáticos extremos; pérdida de biodiversidad y colapso de ecosistemas; migración involuntaria a gran escala; crisis de recursos naturales; falta de cohesión social y polarización; cibercrimen e inseguridad cibernética; confrontación geoeconómica; incidentes y daños ambientales a gran escala.
Como se puede apreciar, tanto en el corto como mediano plazo, más de la mitad de los riesgos son ambientales y ocupan los primeros lugares, sobre todo para los próximos 10 años.
Asimismo, los riesgos están relacionados de manera causa-efecto, no sólo los ambientales entre sí, si no también los de carácter social, como la migración involuntaria a gran escala, la confrontación geoeconómica o el costo de la vida.
Este último deja de ser considerado para los riesgos a 10 años, sin embargo, de agravarse los otros, necesariamente se refleja en el encarecimiento de comida, energía, productos y servicios diversos.
Ya en el detalle, el reporte del FEM identifica tres riesgos actuales muy por encima de los otros: crisis en el costo de la vida, crisis de suministro de energía e incremento de la inflación. A ellos les siguen: crisis en suministro de alimentos; cibercrimen e inseguridad cibernética; disrupción en cadenas globales de suministro de bienes; militarización de la política económica; incapacidad para establecer y cumplir los objetivos nacionales de cero emisiones netas; crisis por deuda y debilitamiento de respeto de derechos humanos.
Curiosamente, de los riesgos actuales, sólo uno corresponde a los ambientales, siendo predominantemente societales y económicos.