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La Reforma Electoral y los fantasmas del pasado

Por: El Consejero 28 Nov 2022
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Esta misma semana se subirá al pleno en la Cámara de diputados la propuesta hecha por el presidente, Andrés Manuel López Obrador, para Reformar la constitución en materia electoral

Esta misma semana se subirá al pleno en la Cámara de diputados la propuesta hecha por el presidente, Andrés Manuel López Obrador, para Reformar la constitución en materia electoral. Por tercera vez durante la presente legislatura el jefe de la nación intentará modificar la carta magna; la primera tuvo lugar en abril pasado cuando la oposición se pronunció de manera unificada en contra de hacer cambios en materia energética; la segunda en septiembre cuando tras poner contra la pared al presidente del Revolucionario Institucional, Alejandro Moreno “Alito”, obtuvo el aval del legislativo para extender la presencia del ejército en las calles hasta 2028 y esta que, ya se adelanta, sumará un nuevo fracaso para las pretensiones presidenciales.

La iniciativa que presentarán los diputados es prácticamente una calca de la enviada por López Obrador en abril pasado. Al viejo estilo de aquellos 70 años en los que el PRI gobernó al país, los diputados cerraron filas con el mandatario, nada que pudiera generarle un sinsabor o una contrariedad. En el pecado llevarán la penitencia ya que, al no haber alcanzado los consensos necesarios con sus pares de la oposición, la reforma no habrá de pasar.

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Como ocurrió con la Reforma Energética el presidente ya reveló que tiene un plan B, para suplir a la Reforma Electoral y realizar modificaciones para las que son suficientes los votos del Movimiento de Renovación Nacional (Morena) y sus aliados.

La táctica del presidente se encontraría centrada en dos puntos incontrovertibles desde la más pura lógica del sentido común: El primero de ellos es que el Instituto Nacional Electoral (INE) es muy oneroso para los mexicanos, y el segundo hay que blindar al país contra los fraudes electorales. A golpe de vista un planteamiento simple, pero con un trasfondo profundamente maniqueo.

Primero la estrategia busca asfixiar al INE buscando limitar su capacidad para organizar a satisfacción los procesos electorales del próximo año en el Estado de México y Coahuila y luego hacer lo mismo en las elecciones generales de 2024.

Podemos encontrar al embrión de esta “genialidad” en el “fallido” ejercicio de revocación de mandato en dónde el organismo tuvo que realizar un proceso con solamente un tercio de las casillas que demanda la ley luego de que no se le asignara un presupuesto. Los lamentos desde Palacio Nacional se dejaron escuchar protestando porque ciudadanos que vivían en comunidades alejadas se habían tenido que desplazar hasta cientos de kilómetros para poder participar, por supuesto responsabilizando al árbitro electoral por la escaza participación.

De ahí a las potenciales acusaciones de fraude media menos de un paso. Ni aún para sus propios seguidores resulta una novedad que López Obrador acepte una derrota.

Es difícil de imaginar que bajo este panorama el presidente estuviera dispuesto a reconocer que otro candidato diferente a sus “corcholatas” se alzara con la victoria, ya fuimos testigos de lo que ocurrió en 2006 cuando desconociendo todas las leyes ordenó el cierre de la avenida Reforma durante 47 días, un cierre que tan sólo durante los primeros 16 días generó pérdidas por 3 mil millones de pesos para comercios, hoteles y restaurantes y ocasionó el despido de 809 empleados registrados en el Seguro Social, muchos de ellos ya jamás lograron recuperarse.

Inimaginable es lo que podría ocurrir frente a la negativa presidencial para aceptar el triunfo de un candidato opositor ya siendo López Obrador Jefe del Ejecutivo y con los altos mandos militares alineados a su lado.

La democracia está en peligro, la defensa del organismo electoral es fundamental más allá de que los consejeros ganen más o menos que el presidente de la República.

Al final de cuentas es la ciudadanía quien deberá elegir libremente a sus próximos gobernantes de acuerdo a sus propuestas, a la confianza que generen, lejos de presiones, de llamados a votar por el “carro” completo. Esos tiempos ya pasaron, de nosotros depende que los fantasmas del pasado no vuelvan a cobrar vida.

Los “Three amigous” ya no tan amigos

El presidente Andrés Manuel López Obrador dio a conocer que la Cumbre de América del Norte se realizará en nuestro país el 9 y 10 de enero. El anuncio fue confuso, pues AMLO primero habló de un encuentro bilateral con su homólogo estadounidense Joe Biden el 7 y 8 de ese mes, y que posteriormente habría otro con el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, y luego una reunión trilateral, pareciendo que Biden iba a ir y venir en menos de una semana, y que Trudeau esperaba le abrieran un espacio entre reuniones.

La realidad es que sólo hay una cumbre trilateral en cuyo marco se dan las reuniones bilaterales. Sin embargo, la confusión presidencial evidenció que ese encuentro todavía está en veremos, pues es la tercera ocasión que se cambia de fecha y no extrañaría que se vuelva a posponer.

En julio pasado, López Obrador anunció que la cumbre trilateral se realizaría en México en este noviembre. A mediados de octubre, luego de una llamada telefónica con Biden, AMLO informó que la cumbre trilateral se realizaría en la primera quincena de diciembre. Ahora que será a principios de enero.

En la agenda están las consultas pendientes en el marco del T-MEC por el sector energético por parte de Estados Unidos y Canadá; el nearshoring, clave para la región y donde México tiene pendientes que resolver, como el abasto energético, la certidumbre legal y la seguridad. Ya con esos dos temas y sus derivados pareciera suficiente, pero también está el irresuelto tema migratorio, agravado con los desplantes del gobernador de Texas y donde nuestro país acaba cediendo a lo que le pidan en Washington.

Sin avances en los temas referidos, particularmente los económicos, con desaires y ofensas de AMLO como no haber asistido a la Cumbre de las Américas en Los Angeles en junio pasado; sus gestos favorables a Trump, como su apoyo a que regrese el magnate a Twitter, o el reciente berrinche por la elección del presidente del BID, difícilmente Biden y Trudeau vendrán a México a hacerle el caldo gordo al tóxico tabasqueño.

Lo más probable es que el encuentro de los “Three amigous” se siga posponiendo ad nauseam este sexenio, y sea con quien sea su sucesora o sucesor, con quien se sienten a dialogar. Por mientras, quedan dos años perdidos y de retraso para México dentro del bloque económico de América del Norte.

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