Con una deuda estimada en 86 mil 676 millones de pesos con proveedores y contratistas, con aportaciones multimillonarias y exenciones de impuestos por parte del gobierno; pérdidas estimadas en 18.17 millones de pesos al día por robo de combustible; y pérdidas de más de 800 mil millones de pesos en refinación en lo que va de la actual administración, a esa que tanto ha apostado el presidente, así llega Petróleos Mexicanos a la celebración del 86 aniversario de la expropiación petrolera.
El futuro de Pemex es uno de los temas principales de las campañas electorales, a nivel que se trata de un debate entre Xóchitl Gálvez y el propio presidente López Obrador, respecto a cerrar o no algunas refinerías, como las de Cadereyta, Ciudad Madero y Tula, está última propuesta de Javier Álvarez Máynez, de MC. El principal argumento es la contaminación que generan, pero también es el costo económico que representan.
Las viejas refinerías siguen en niveles bajos de producción, la de Deer Park no abastece al mercado mexicano y la de Dos Bocas, según el presidente, ya empezará a producir en abril, lo cual está en veremos y, aún así, será insuficiente. Hablando de metas pendientes como la producción de la nueva refinería, actualmente se importan casi tres cuartas partes de los combustibles, muy lejos de cumplir la meta de la autosuficiencia, la cual se ha pospuesto de 2023 a 2024 y, la más reciente, a 2025. Ya veremos en dos años cómo explican que siempre no se pudo.
Recientemente, Pemex presumió un Plan de Sostenibilidad para reducir sus emisiones de metano en un 30% al 2030 con un costo de más 4 mil millones de dólares, cuando esta administración mantuvo abandonado un plan para reducir la quema de gas para el que invertiría mil millones de dólares menos de los que presupuesta hoy. Y así, muchos son los negativos de la empresa supuestamente productiva del Estado.
A pesar de lo anterior, circulan versiones en la petrolera de que Octavio Romero Oropeza busca ser ratificado al frente de Pemex en caso de llegar Claudia Sheinbaum a la Presidencia. Probablemente se trata de campaña negra, pues suena más a amenaza que a buena noticia.
A dos años del AIFA
Esta semana se cumplen dos años de que fuera inaugurado el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), una de las joyas de la corona de la Cuarta Transformación que terminó por quedarse muy corto frente al proyecto del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM), una obra de infraestructura destinada a convertirse en un hub que comunicaría a nuestro país con las principales ciudades del mundo.
Aún no tomaba posesión de su cargo como presidente de la República cuando Andrés Manuel López Obrador ya había realizado una consulta entre 747 mil ciudadanos sobre la cancelación de la magna obra. De sobra está decir que solamente un puñado de ellos habían sido usuarios de los servicios aéreos. Se trató de un ejercicio sin ningún rigor metodológico en el que solo el 0.6% de la población del país avaló suspender la obra de infraestructura más importante en nuestra historia contemporánea.
Pasaron cerca de tres años para que los mexicanos conociéramos el costo de la veleidad del mandatario. La Auditoría Superior de la Federación (ASF) reveló la cifra, prácticamente 332 mil millones de pesos, sin contar la liquidación de contratos pendientes, gastos adicionales por la liquidación o los litigios abiertos por las empresas que se inconformaron.
El pueblo bueno tendrá que trabajar hasta el año 2047 para liquidar el desastre. Hace unas semanas el diario El Universal, citando informes vía transparencia, denunció que el gobierno adeuda mil 158 millones de dólares por los bonos contratados para la construcción del NAICM, pero ese no ese el único pago pendiente, todavía tendrán que hacerse diversos abonos a capital, en 2026, 2028, 2046 y 2047, claro más los intereses correspondientes.
El problema no es menor, porque lo que se pretendía fuera liquidado con dinero de los usuarios pasó a convertirse en deuda pública (si los que en 2018 participaron en la consulta lo hubieran sabido, seguramente su voto habría sido en sentido inverso). La propuesta original era que una buena parte del dinero se amortizara con la Tarifa del Uso Aeroportuario (TUA) del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), por cierto, una de las más caras del continente. El problema en primer lugar radica en que resulta insuficiente y, en segundo, que ese dinero de origen estaba destinado para dar mantenimiento al AICM. Las consecuencias están a la vista, un aeropuerto rebasado que se deteriora cada día más y más.
El NAICM se ha convertido en tema de campaña, al hablar ante empresarios, la candidata de la coalición Fuerza y Corazón por México dice que de llegar a la Presidencia analizaría la posibilidad de retomar el proyecto con capital privado, mientras que su rival Claudia Sheinbaum de la alianza Morena-PT-PVEM, señala que sería un absurdo ecológico, contradiciendo sus declaraciones del jueves pasado en las que salió del paso a las críticas al Tren Maya diciendo que toda obra de infraestructura entraña daños ambientales.
Mientras el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles construye su propia historia. López Obrador declaró apenas la semana pasada que va muy bien, que desde septiembre ocupa el primer lugar a nivel nacional en transporte de carga.
El Felipe Ángeles no será un elefante blanco como muchos especulan porque con el paso del tiempo terminará siendo, por lo menos medianamente, útil. Lo que si, pasará a la historia por ser un monumento a lo que no fue, gracias al capricho de un mandatario que por una cuestión ideológica nos privó a los mexicanos de contar con uno de los aeropuertos más modernos y funcionales en el mundo.