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Como buen aspirante presidencial que aprovecha todo recurso para hacer campaña sin serlo oficialmente, Marcelo Ebrard es el primero de los actuales en lanzar un libro de su autoría
Como buen aspirante presidencial que aprovecha todo recurso para hacer campaña sin serlo oficialmente, Marcelo Ebrard es el primero de los actuales en lanzar un libro de su autoría. Bajo el título de “El camino de México”, es un libro autobiográfico y propositivo, con el objetivo claro de explicar su eslogan: “Yo sí sé hacerlo”. Es decir, responder a la pregunta de por qué él es el candidato ideal para suceder a Andrés Manuel López Obrador.
En su rally en medios con motivo del lanzamiento de su libro, hay identificados tres mensajes posicionados con igual número de destinatarios: hacia el voto duro de Morena, dar continuidad y profundizar la Cuarta Transformación, con la “4T 2.0”; a los votantes indecisos, su aspiración de un “México de clase media”, y último y no menos importante, hacia AMLO, la lealtad probada.
La “4T 2.0” es la garantía de Ebrard no sólo para continuar y mantener el legado de López Obrador, sino de profundizarlo, así como en la capacidad de conciliar ese conglomerado de grupos, intereses e ideologías que es Morena y que tienen en común ser parte de la 4T. El canciller se respalda refiriendo que así fue cuando llegó a la jefatura de Gobierno de la CDMX en lugar de AMLO. A diferencia de Sheinbaum, quien sólo repite lo que se dice en Palacio Nacional, Ebrard ofrece no sólo lo mismo, sino mejorarlo.
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Con el México de clase media, Marcelo va no sólo por los votantes indecisos, sino también por los decepcionados, excluidos y hasta los ofendidos por “aspiracionistas”. Un país de igualdad pero no por empobrecidos, sino por clasemedieros. No en balde, Ebrard es la menos peor de las corcholatas para quienes no simpatizan con el actual gobierno, para bien de Ebrard… y también para mal.
El mensaje de lealtad hacia López Obrador y de cara al 2024 es un quid pro quo: en el 2000, cuando Ebrard declinó su candidatura a jefe de Gobierno por el desaparecido Partido de Centro Democrático (PCD) -aunque esa vez no tenía posibilidades de ganar y la opción del tabasqueño era la más fuerte-, y en el 2011, cuando perdió por estrecho margen la candidatura presidencial del PRD ante AMLO y aceptó el resultado, manteniendo la unidad del partido. Muchos pensaron que había perdido su oportunidad, y muchos pensarían -incluido él-, que ya le toca.
No se sabe. Con AMLO la lealtad no es recíproca y la gratitud no es cualidad que se le reconozca.
AIFA: el aeropuerto que no fue
Concebido para ser la punta de lanza de la actual administración en materia de infraestructura, el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) es hoy, a un año de su inauguración, el primer elefante blanco de toda una manada que vienen en fila, parido por la Cuarta Transformación.
El AIFA desde sus inicios fue un proyecto político con el cual Andrés Manuel López Obrador quiso demostrar al mundo que había otra manera de hacer las cosas y, a su entender, hacerlas mejor. No había asumido aún la presidencia cuando convocó a una consulta, sin ningún rigor metodológico, en el que poco menos de 747 mil mexicanos (el 0.6% de la población del país) determinó cancelar la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM).
Es difícil imaginar que hubiera ocurrido si se hubiera seguido adelante con esta magna obra, independientemente de los costos, que finalmente se hubieran prorrateado con el paso de los años. Por la ubicación geográfica de nuestro país, el NAICM estaba llamado a convertirse en un hub en el cual convergieran aeronaves de todas partes del mundo; desde la elaboración del proyecto se empezó se especular que estaría entre los 20 más importantes del orbe.
Hoy, en cambio, tenemos un aeropuerto construido en un campo yermo que tiene más visitantes en su museo que viajeros, y de eso sólo podemos culpar a las autoridades quienes no realizaron los estudios correspondientes de factibilidad. En las condiciones actuales difícilmente podía prosperar un aeropuerto en un lugar sin los debidos accesos de comunicación. Los resultados están a la vista, las expectativas del gobierno en un inicio era que se movilizaran durante el primer año 2.4 millones de pasajeros, con grandes esfuerzos se ha superado el 50% de esa cifra.
Desesperado por la poca utilidad que se le ha dado y la falta de interés de las líneas aéreas de pasajeros por utilizar este espacio, el presidente Andrés Manuel López Obrador, dispuso hace unas semanas, por decreto, que toda la carga aérea fuera canalizada hacia el AIFA, una medida que ayudará por lo menos a paliar los gastos de unas instalaciones que están muy lejos de ser sustentables.
La construcción de vías de comunicación se encuentra a toda marcha por lo que en lo en los próximos meses la estación aérea podría volverse más atractiva para algunos pasajeros. La ansiada vuelta a la categoría 1 podría ser también un factor para revitalizar al desangelado aeropuerto que podría empezar a abrir algunos vuelos hacia la Unión Americana. Actualmente, pese a que opera bajo el título de aeropuerto internacional, únicamente cuenta con cuatro rutas: a Santo Domingo, República Dominicana; a Panamá, Panamá; a La Habana, Cuba; y a Caracas, Venezuela. Si, el 75% son solidarias naciones “hermanas”.
Mientras esto pasa, el AIFA seguirá bostezando frente a la falta de usuarios. Siendo el propio presidente su principal promotor, apenas ha viajado desde ahí una sola vez, y no fue a su natal Tabasco como sus paisanos hubieran esperado y de eso hará cosa de cinco semanas.
