Más allá de la confrontación política, que se ha vuelto el pan nuestro de cada día, el nearshoring se abre como una esperanza para el crecimiento económico nacional en el corto plazo, independientemente del partido o la coalición que habrá de gobernar nuestro país a partir de 2024.
De acuerdo al Nearshoring Data Monitor elaborado por el grupo Santander, durante los primeros cinco meses del año la institución financiera ha participado en poco más de 15 proyectos en los que la banca corporativa ha desembolsado 10 mil millones de dólares en ese sector, una cantidad equivalente al capital total dispersado a lo largo de 2022, básicamente en los sectores minero, manufacturero, de la construcción y del transporte.
Mucho se habla de que el nearshoring podría convertirse en un gran espejismo, ya que la mayor parte de los beneficios económicos de las empresas terminarán en el exterior tarde o temprano, lo cual es cierto, sin embargo también hay una gran dispersión de recursos que se ven reflejados en la creación de empleos, la industria automotriz es el mejor ejemplo de ello, pero también favorece a las pequeñas y medianas empresas (PyMEs) locales generando un efecto multiplicador en la cadena de valor. De acuerdo al estudio publicado por Santander, cada empresa que invierte en un proyecto de nearshoring atiende a 50 clientes y necesita 150 proveedores provenientes de las PyMEs.
Hoy mucho se habla de la resiliencia, que no es otra cosa que saber encontrar la oportunidad en la adversidad. La pandemia de Covid-19 llevó a una ruptura en las cadenas de suministros y dio lugar a un cambio de paradigma en el que las grandes transnacionales se vieron obligadas a abandonar el offshore, que tantos beneficios les había dado, para buscar en la cercanía la continuidad de la operación de sus empresas. México ha sido uno de los beneficiarios de esta relocalización. De acuerdo al informe, ahí se encontraría la explicación de que nuestro país se convirtiera hasta abril pasado en la nación con mayor número de exportaciones hacia la Unión Americana, alcanzando la nada despreciable cantidad de 15.2% del total por encima de Canadá y China.
Son buenas noticias, la mesa está puesta, sin embargo nuestro país deberá trabajar muy fuerte en muchos renglones para desarrollar todo el potencial que se requiere para seguir atrayendo inversión extranjera directa, entre otros, disminuir los índices de criminalidad para darle garantías de seguridad a las empresas; atender la falta de confianza y de certeza jurídica, sobre todo luego de la cancelación de concesiones otorgadas a empresas extranjeras, particularmente en el sector minero; el cambio unilateral de reglas en materia energética también genera vacilación y, más recientemente, la prohibición a la importación de maíz transgénico proveniente de Estados Unidos, que acusa violaciones a los acuerdos comerciales firmados.
Santander ya había estimado en un pasado estudio que, como efecto de la relocalización, México podría elevar su Producto Interno Bruto (PIB) en 8% durante los próximos seis años, una oportunidad que no podemos desperdiciar porque no nos pertenece, simple y llanamente, porque es parte del patrimonio que habremos de legar a las futuras generaciones.
Seguridad y turismo de profundidad
Uno de los vehículos de rescate encontró escombros del sumergible perdido en el Atlántico Norte. Los cinco fallecidos son Stockton Rush, CEO de OceanGate, piloto y dueño del sumergible; un hombre de negocios británico; dos pakistaníes (padre e hijo) miembros de una de las familias más ricas de su país y un explorador experto en el Titanic.
A simple vista, parece absurdo que alguien quiera arriesgarse a meterse a un minisubmarino, piloteado con un viejo joystick inalámbrico y dos pantallas de PC, para sumergirse en mar abierto y a grandes profundidades y, además, pagar por ello. Pero no. Se trataba de un sumergible diseñado y probado para resistir enormes cantidades de presión. Entre 2021 y 2022, 46 personas hicieron el viaje a los restos del Titanic en el Titán. La empresa OceanGate todavía no era rentable, debido a los altos costos, sobre todo de combustible, pero su propietario confiaba en que lo sería.
Originario de San Francisco, de familia acaudalada, Stockton Rush estudió ingeniería aeroespacial en la Universidad de Princeton y obtuvo una maestría en administración de empresas de la Universidad de California, Berkeley. A los 14 años se certificó como buzo y a los 19 en el piloto de jets más joven del mundo. En 2009 fundó la empresa OceanGate, y en 2021 completó las primeras misiones al Titanic, bajo un modelo de negocios enfocado a turistas adinerados y/o aventureros dispuestos a pagar 250 mil dólares por una inmersión que los llevara a ver los restos del famoso trasatlántico hundido a 4 mil metros de profundidad.
Cabe señalar que cada turista firmaba una carta de exención, del tipo que se firman cuando saltan del bungee, donde se aceptaba que se podía morir en el viaje. Rush había hecho muchas pruebas, desechado varios prototipos, hasta llegar al Titán. Aunque era muy escrupuloso y él mismo conducía el sumergible, Rush no aceptó someter a una verificación de seguridad independiente al Titán, argumentado que no era suficiente para garantizar la seguridad del vehículo y restringía la innovación.
El domingo, no habían pasado dos horas de la inmersión del Titán cuando ya se había perdido contacto. Probablemente nunca sabremos qué fue lo que falló. Desafortunadamente queda la duda de que esa decisión de no someter al sumergible a una verificación de seguridad de un tercero hubiera sido la diferencia entre la vida de cinco personas y que OceanGate llegara a ser rentable.
Síguenos en Google Noticias para mantenerte enterado