Más de 24 horas después de la mega marcha organizada en apoyo al presidente Andrés Manuel López Obrador, éste se seguía “regodeando” en la gran transformación de la vida pública de nuestro país alcanzada durante su mandato, logros que por donde se le mire no se alcanzan a ver en las calles de un país en donde cada vez hay más pobres; donde día con día se incrementa el número de víctimas por la violencia; en donde la educación se encuentra en sus peores niveles y que desde su llegada al poder ya no es evaluada por la OCDE con el esquema Pisa y un sistema de salud que se sostiene más por palabras que por consultas y medicamentos.
Cuatro años le llevó al presidente encontrar un nombre para su modelo de gobierno, un modelo sustentado en el eslogan “por el bien de todos primeros los pobres”, a partir del cual se hilvana una serie de programas clientelares, por el que el 85% de las familias del país recibe dinero en efectivo, y una estrategia para imponerse sobre los otros dos poderes de la unión para hacerse así del gobierno absoluto y de paso ir copando a todas las instituciones autónomas que le llevó a generaciones de mexicanos construir.
“Humanismo mexicano” es el nombre del modelo teórico esbozado por el presidente, un humanismo con postulados en diferentes ámbitos: no aceptar el “derrotismo; progreso sin justicia es retroceso; en los hechos no es fundamental lo cuantitativo sino lo cualitativo; y desterrar la corrupción y los privilegios. Una lista de buenos deseos que en el papel podrían verse bien, pero que no aplican para todos. Sigue habiendo una elite “dorada” que reclama para sí la parte más grande del botín político con todos los beneficios que esto conlleva.
El nombre ni siquiera es original, ya hace muchos años hubo otro “humanismo mexicano”, aquel que sin tanta parafernalia encabezaron Fray Juan de Zumárraga, Don Vasco de Quiroga o Bartolomé de las Casas, quienes amparados en los textos de Cicerón y Plutarco, Erasmo y Tomás Moro, defendieron la causa indígena y lograron en un alto grado modificar el trato que la corona daba a otros grupos sociales.
Por si a alguien le quedaba la duda, el propósito de la marcha del domingo organizada por Andrés Manuel López Obrador y sus huestes, tenía un propósito menos noble que la celebración de los cuatro años de desgobierno.
Fue un acto anticipado de campaña, un escaparate para poner en la palestra, ante el gran público, a sus tres candidatos a sucederlo, una extensión de un largo brazo que no habrá de ser cercenado y que llegará hasta Palenque.
Las 110 acciones y logros que se enlistaron en la marcha de AMLO
Que no nos sorprenda que se repitan este tipo de manifestaciones durante los próximos dos años, el rey de las calles está de regreso, el activista respira de nuevo.
Las formas de la marcha para el 2024
La marcha del domingo fue otro ejemplo de que en política la forma es fondo. En lo general: el clientelismo, el desorden, el servilismo, la demagogia. En lo particular: una marcha en cuyo séquito inicial caminaron junto a López Obrador, Claudia Sheinbaum, Adán Augusto López y Marcelo Ebrard, y sólo la jefa de Gobierno y el secretario de Gobernación se mantuvieron escoltando hasta el final al presidente.
El canciller fue insultado y hasta escupido por simpatizantes de Sheinbaum que acapararon el primer círculo, por lo que en algún punto prevaleció la prudencia, optó por salirse de la procesión y adelantarse al Zócalo. Ricardo Monreal ausente en persona, pero sí presente en mantas pidiendo su salida de Morena.
Desde Madrid, en conferencia de prensa con motivo de la XVI Reunión Interparlamentaria México-España, abordado sobre su salida del Movimiento, Ricardo Monreal admitió que se encontraba en proceso de definición, no había decidido, pero estaba en diálogo con los dirigentes de todos los partidos.
Sentado junto a él, Luis Espinosa Cházaro, coordinador de diputados del PRD, recogió el balón, y dijo que veía la posibilidad de una candidatura del zacatecano por parte del PRD, como de Santiago Creel por parte del PAN, también presente en la conferencia de prensa.
Es un hecho que Monreal se va de Morena, la duda es cuándo y a cuántos se lleva del partido. Puede aspirar a ser candidato presidencial o, como plan B, buscar la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, bastión que después de los resultados de las elecciones del año pasado y con la convocatoria de la marcha del 13 de noviembre, se ve cada vez más difícil de retener por Morena. Es decir, una apuesta casi segura.
Ebrard ha dicho que se quedará en Morena hasta el final del proceso de elección de la candidatura presidencial. Para entonces, en caso de no ser el agraciado, ya no podrá saltar a otro partido. Hay versiones de que se disciplinará y se quedará a ser líder del partido en el Senado. Complicado que de ahí llegue una tercera oportunidad. Difícil que siga soportando más escupitajos, literales y metafóricos.