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T-MEC, ¿cómo nos arreglamos?

by El Consejero
Raquel Buenrostro se pronunció sobre la postura de México frente al T MEC.

Imagínese que tiene un accidente automovilístico en el que afortunadamente no hay lesionados. Usted está por llamarle a su seguro, pero el otro conductor, que está con la misma aseguradora que usted, le dice que no, que mejor se arreglen entre ustedes y le dice que viene en camino su tío, que es mecánico talachero, para que les cotice y repare los vehículos, ¿aceptaría?

Algo así pasa con Estados Unidos y Canadá por un lado, y México por el otro en el T-MEC.

El jueves de la semana pasada, se reunieron en Washington la Representante Comercial de Estados Unidos, Katherine Tai y la secretaria de Economía, Raquel Buenrostro. Llama la atención la escasez de pronunciamientos conjuntos en las reuniones bilaterales de todo nivel y en todos los ámbitos, y esta no fue la excepción.

Respecto al encuentro, la Secretaría de Economía emitió un comunicado de tres páginas en el que al final hasta celebró que ese día se cumplían cuatro años del gobierno de López Obrador, y señaló de inicio que Buenrostro planteó que se está trabajando estrechamente con “el sector energético nacional, liderado por la secretaria Rocío Nahle, quien ha tomado un papel destacado en la construcción de soluciones precisas, contundentes y mutuamente satisfactorias que a la par salvaguarden la soberanía nacional”.

El comunicado de la Oficina de la Representante Comercial estadounidense fue de sólo dos párrafos, con mensajes muy puntuales expresados por Tai: urge un progreso rápido y significativo en las consultas bajo el amparo del T-MEC con respecto a las medidas energéticas de México y la aplicación de las leyes ambientales relacionadas con la pesca en México; y que la Representante Comercial fue enfática en que se evite cualquier interrupción en las exportaciones de maíz de Estados Unidos a México.

Asi también, dos días antes, sin eufemismos, la Oficina de Tai informó sobre los temas abordados con la ministra de Comercio de Canadá, May Ng, entre ellos las consultas en curso bajo el T-MEC sobre “ciertas medidas energéticas mexicanas que continúan amenazando las inversiones estadounidenses y canadienses”.

Pareciera que mientras Estados Unidos y Canadá esperan certidumbre legal y apego a las reglas establecidas en el T-MEC, nuestro gobierno va al mexicanísimo “¿cómo nos arreglamos?”. Es válido, tal vez las consultas no sólo sirven para despejar dudas y homologar interpretaciones, sino también dan espacio para acuerdos donde todos ganan cediendo algo.

Desafortunadamente, las señales que mandan nuestros socios son de atender con urgencia las medidas energéticas, no de ver qué dan a cambio o qué les ofrecen, máxime si hay mecanismos para resolverlo. A ello se suma que este gobierno ha demostrado con creces su ineptitud para atender asuntos internacionales y no se puede esperar que Rocío Nahle sea la excepción y llegue a evitar que Estados Unidos y Canadá se vayan a paneles. Esperemos que si sucede esto no se victimice o se diga traicionado AMLO por su amigo Joe Biden.

Por cierto, ni la Casa Blanca ni el gobierno canadiense han confirmado su visita a México en enero.

Fin de sexenio: dos años cuesta arriba

Después de la embriaguez del fin de semana pasado en el que el presidente Andrés Manuel López Obrador celebró anticipadamente con los suyos el cuarto aniversario de su ascenso al poder, llegó la hora de ponernos serios frente al último tercio de su mandato, dos años cuesta arriba en los que claramente ya no tendrá tiempo de cumplir con lo prometido y mucho menos de consolidar lo que muy “rimbombantemente” había anunciado como la Cuarta Transformación de la vida pública de México.

De acuerdo a la organización “México ¿cómo vamos?”, son seis los pendientes urgentes que tendría que satisfacer el presidente si efectivamente quiere dejar esa herencia de “felicidad” que tanto le había prometido al “pueblo bueno”: bienestar y progreso social; acceso y cobertura de salud; acceso y calidad de la educación; estructura del mercado laboral; pobreza laboral y finalmente inversión en energía suficiente y limpia.

Pese a los “otros” datos es innegable que la franja de pobreza se ha ensanchado considerablemente durante la presente administración, y el anhelado estado de bienestar medido a través, no de los indicadores tradicionales sino de un Índice de Progreso Social (que tanto defiende el mandatario), revela que durante la presente administración 30 estados lejos de mejorar vieron una merma en su estado de bienestar. Si efectivamente el presidente quiere revertir esta situación deberá pensar en alternativas con mayor rentabilidad que sus famosos programas clientelares.

Ciertamente tras la pandemia ha habido una reactivación en el mercado laboral pero lamentablemente este se ha concentrado mayoritariamente en el empleo informal, por lo que de muy poco ayudan los incrementos en el salario mínimo al que no tiene acceso este sector de la población y que no tiene modo de revertir la inflación que genera.

El desmantelamiento en el sistema de salud tampoco ayuda a ese estado de felicidad “nirvánico” que se nos había ofrecido cuando los más pobres de los pobres tienen que pagar sus propios medicamentos y se empiezan a volver más confiables los consultorios de farmacia que el sistema de salud.

Pero más allá de las deudas que el presidente deberá saldar, no solo con su electorado sino con la población entera, el presidente no quiere marcharse sin reconfigurar a los otros dos poderes de la unión de forma tal que se amolden a sus deseos, de ahí que uno de los retos que enfrentará en esta recta final, en un flanco, será modificar al legislativo para quitarle peso a los partidos de oposición y, por el otro, impulsará una reforma de gran calado en el poder judicial para frenar lo que él considera afrentas que han favorecido a los “machuchones”.

Faltaría hablar de sus proyectos insignia a lo que hay muy poco que agregar frente a todo lo que se ha dicho. Deberá concretar la infraestructura que acerque a los viajantes al Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles. La refinería Olmeca tendrá que demostrar con gasolina que efectivamente era la alternativa para la autosuficiencia en combustibles y el Tren Maya, si alguna vez se termina, justificar una inversión que ha tenido un alto costo no solo en términos financieros sino también ambientales.

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