Por: Luis Miguel García
La imagen del activismo en un México convulso es un elemento indispensable sin el que no se puede reconocer la supervivencia de víctimas de la violencia, el blanco fácil: las mujeres, las infancias y las adolescencias.
Poseedora de un espíritu incansable de lucha social y comprometida con su género-espejo pues ella es quien que rescata, acompaña, entibia y no abandona: Wendy Figueroa, psicóloga y defensora de los derechos de las mujeres.
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Becada en la UNAM, de donde es egresada. Practicante en Fundación Telmex, asociación en donde impartió un discurso de postura antimachista que le valió la expulsión de la misma, pero fue también allí en donde su sentido del oído se agudizó escuchando las llamadas de auxilio de las mujeres en peligro, Wendy atendía el área de prevención del suicidio, su vocación estaba ya en la mira.
Red de apoyo a mujeres
Directora de la Red Nacional de Refugios A.C., Wendy Figueroa es un muro que no se rompe ni se cuartea, es un muro que acoge y protege, su fuerza tiene una razón de ser: las paredes de los refugios de la que es líder, una red compleja que posee más de 69 espacios seguros desde los años noventa, red tejida en CDMX, Aguascalientes y Monterrey.
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“Es más fácil para una mujer en situación de violencia acudir a los refugios. El 60 por ciento de las mujeres asesinadas habían tocado las puertas de una organización. Los refugios son un derecho de vida, en donde se previenen los feminicidios y las mujeres construyen proyectos de vida”, puntualiza.
Wendy es una enciclopedia de datos, nombres, situaciones y cifras que no temen salir en cada entrevista, tiene puntos y contrapuntos, que desmenuza y ejemplifica a manera de precaución.
La violencia del machismo también teje sus propias redes, en contraparte, que son difíciles de desenmarañar…, las redes que encierran a los muros…, sin embargo, esta tiene un inicio: hogar, y se le suma un potente detonante, el alcohol y es que, es el hogar en donde ella se especializa y descubre que es en la casa, el lugar en donde se las agresiones se vierten y desembocan a espacios más complejos como la trata de blancas y el crimen organizado volviéndose ejes complementarios.
“Las agresiones contra la mujer se intercalan con crimen organizado, militarización y uso de armas de fuego. El 51 por ciento de los agresores tiene relación con este tipo de artículos que a su vez llevan una estrecha relación con militares o políticos”, asevera Figueroa sobre esta tríada que lleva años estudiando.
La lucha es algo que en ocasiones piensa perdida, por ejemplo, “en 2023 hubo más presupuesto a uniformes militares que a los refugios”. Golpe que se refleja en un déficit en las necesidades más elementales de estos espacios.
Los feminicidios son parte del vergonzoso ADN del país, la lucha es asimétrica y desigual, pues no sólo se lucha contra un machismo sino con usos y costumbres recalcitrantes y arraigados que lo amparan casos que se complican con la violencia institucional que revictimiza a las mujeres.
“Hay un gran avance al haber una mujer presidenta en nuestro país, puede haber un diálogo desde la horizontalidad, pero para que haya una política, se tiene que conversar con quienes tenemos experiencia y escuchar a las mujeres que acuden a un refugio, ¿por qué no se quedan en casa y acuden a refugios?
El desafío de este nuevo sexenio, toma forma en el presupuesto que recientemente sufrió otro revés, al disminuir en 2024 de 506 mdp a 486 para el 2025, debido a que “los refugios no son reconocidos como una política de estado, se debe de poner en una mesa de diálogo en la aprobación de presupuestos, hablar de refugios es hablar de prevención de feminicidios”.
La importancia de Wendy Figueroa recae en una consigna, “no llegamos todas, ni estamos todas en la agenda”, frase impregnada de rebeldía. Enfocada en tejer una red que se fragiliza a cada golpe de violencia y corrupción. Sin embargo, es innegable su llegada y permanencia en la agenda.