¿Desaparece la propiedad privada en CDMX?

En junio de 1979 se construyeron los ejes viales del entonces Distrito Federal, que consistieron básicamente en la ampliación de avenidas y el cambio de circulación de doble a un solo sentido, ordenando los ejes por puntos cardinales de manera numerada. Esto implicó 14 meses en los cuales se demolieron mil 727 predios de todo tipo, además del caos de tener la ciudad en obras en vialidades principales durante ese periodo.

La construcción de los ejes viales de la Ciudad de México son sólo un ejemplo de miles en todo el país en los cuales se expropian propiedades por causa de utilidad pública y con indemnización de por medio, conforme a la ley, específicamente el artículo 27 de la Constitución. Nada nuevo, una suerte poco probable, pero que le puede pasar a cualquiera.

El tema viene a colación por la polémica que ha generado la modificación del artículo 3º de la Constitución de la Ciudad de México, la cual sólo homologa el principio de propiedad con el de la Constitución federal, respetándola en los mismos términos. Una congruencia legal que debería ser reconocida como un acierto del Congreso local y del Gobierno de la CDMX.

Sin embargo, la desaparición del término “privada”, coincidente con la reforma a la Ley de Vivienda, para que el incremento en la renta no sea mayor a la inflación del año previo, nutrieron de manera mal intencionada y/o desinformada, la versión de que la reforma atentaba contra la propiedad privada y que el gobierno capitalino, en cualquier momento y de manera casi indiscriminada, podía apropiarse de inmuebles y terrenos de todo tipo, particularmente si estaban desocupados, lo que nos llevaría rumbo a la dictadura comunista, la cual parece a la vuelta con un partido hegemónico.

Falso. Lo que había era un resquicio legal que era un impedimento potencial de que procediera el Programa de Ordenamiento Territorial de la Ciudad de México, el cual regula la ocupación y utilización sustentable y racional del territorio y que, bajo ese argumento, no se pudieran expropiar predios por utilidad pública.

Se puede estar de acuerdo o no con el partido en el poder, criticarlo, cuestionarlo, pero siempre a partir de un sentido de la realidad. En nada ayuda dar argumentos falsos contra adversarios políticos, y sí contribuye a alimentar la polarización en la que quienes creen y defienden estas versiones realmente quedan como integrantes de la ultraderecha.

Y lo mismo aplica para las narrativas falsas de la izquierda.

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