En pleno 2022 estamos presenciando uno de los peores escenarios inflacionarios de las últimas décadas, con un mercado de valores que anticipa una debacle económica y un banco central estadounidense que hace todo lo posible por combatir el alza de precios, los bienes y servicios no paran de subir de precio, a pesar de que el consumo y el empleo se mantienen sólidos, un choque en la oferta y la demanda, conducirá a lo inevitable, aunque el consenso de los analistas insista en que no se veía venir, la economía es una ciencia de causa y efecto, las advertencias estuvieron presentes todo el tiempo.
La coyuntura Covid-19 ha sido un punto y aparte en la historia económica a nivel global, el cierre económico en los primeros meses a nivel mundial causo un colapso económico, en el caso de los Estados Unidos, llegó a contraerse 29.9 por ciento en el segundo trimestre de 2022.
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Esta caída histórica llevo a los bancos centrales y encargados de la política fiscal a tomar medidas extremas, en el caso de la Reserva Federal, bajo su tasa de interés a 0 – 0.25 por ciento, la flexibilización cuantitativa llevo a la hoja de balance del banco central a alcanzar los 9 billones de dólares, duplicando en tan sólo dos años su máximo histórico en 2016 que fue alrededor de 4.5 billones.
La avalancha de liquidez, aunado a los estímulos fiscales tenía la intención de contrarrestar los efectos del cierre económico por pandemia.
Sin embargo el dinero que llego a manos de ciudadanos y de los bancos, no podía gastarse en le economía real, debido al confinamiento, los miles de millones de dólares impresos tenían un destino, el mercado de valores, gestando una de las burbujas más grandes de la historia, desde el piso de marzo de 2020 en el epicentro del Covid-19, hasta diciembre de 2021, el S&P 500 el índice bursátil de las 500 empresas más grandes de la bolsa estadounidense, subió más de 121 por ciento, en medio de cientos de miles de muertes, quiebras de empresas y otros choques económicos, mercados y economía vivían realidades distintas.
En 2021 vino el gran repunte económico, el cual aseguraban personajes como el CEO de una de las principales corredurías en Wall Street, sería el inicio de un boom económico, la época Ricitos de Oro para la economía estadounidense, un crecimiento de 5.9 por ciento en al año anterior, superando la caída anual del 2020 de 2.8 por ciento, supondría que lo peor ya había pasado, en realidad lo que presenciamos es un rebote económico, derivado de la reapertura de la economía y la liberación de la demanda reprimida, sin embargo parte de las medidas por parte de los hacedores de política económica, aunado a otros factores provocados por el cierre, dejaron secuelas que provocarían los choques que estamos viviendo actualmente.
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El cierre económico provocó problemas en las cadenas de suministro, aunado a la gran cantidad de dinero apilado, estaban orquestando una bomba de tiempo, la inflación, variable que se mantuvo dentro de su rango objetivo del 2 por ciento durante prácticamente la última década, comenzaba a explotar en el segundo trimestre de 2021, la escalada de precios aumentaba de manera vertiginosa y terminó por detonar con el conflicto entre Ucrania y Rusia a principios de 2022, alcanzando su punto más alto en junio, sin embargo, a pesar de comenzar a reducir, hay secuelas que muy probablemente causen choques.
¿Hacía dónde va el mercado de valores estadounidense?
Las medidas restrictivas por parte de la Reserva Federal para contrarrestar el efecto inflacionario, ya están causando estragos, los aumentos agresivos de la tasa de interés provocaron una fuerte corrección en los principales índices accionarios de los Estados Unidos, que ya los ubica en mercado bajista de corto y mediano plazo, reforzando el argumento de la fuerte correlación de la bolsa de valores con el dinero gratis, sin QE, el mercado accionario carece de catalizador para subir, ¿ha tocado fondo el mercado?
No lo sabemos, pero los fundamentales apuntarían a que la probabilidad sea bajista, siendo la esperanza para los inversores, un cambio radical en la hoja de ruta de la FED, pero las condiciones y la coyuntura, no dan margen de maniobra para esa posibilidad.
El panorama económico
A pesar de contar con un mercado laboral sólido e indicadores de consumo estable, la inflación ha comenzado a evaporar el ahorro de los estadounidenses, reduciendo significativamente su capacidad de pago, es inevitable que además de las medidas por parte del banco central, la parte fiscal realice un ajuste, que es necesario dado que el gobierno alcanzo una deuda de 137.2 por ciento, respecto a su Producto Interno Bruto, el más alto de la historia y en medio de la inflación más alta de los últimos cuarenta años. Más impuestos seguirán mermando la capacidad de gastar del ciudadano americano.
Algunas empresas como Amazon o Apple han anunciado que no harán contrataciones, preparando el camino para la inminente recesión, es curioso saber cómo el endurecimiento de las condiciones financieras va a pegar en los reportes corporativos, o ¿las compañías seguirán trasladando los costos a un consumidor que se encuentra estrangulado?, será interesante observar si el encarecimiento del dinero no causa una escalada de impagos, que por ley de causa y efecto es inevitable que no suceda eso.
Escenarios de un endurecimiento en la política monetaria como en los años setenta, en la era inflacionaria de Paul Volcker, condujeron a choques económicos que provocaron altas tasas de desempleo en la primera parte de los ochenta, a principio de los 2000’s, sucedió algo similar, con condiciones similares en 2022. ¿Por qué sería diferente?
Humberto Calzada Díaz es Economista en Jefe Rankia LATAM
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