Es indiscutible que en ninguna guerra hay justicia, tanto como pensar que la escalada de ataques y declaraciones en los últimos días es parte de un plan mayor, de esos que se pactan en escritorios, no en el campo de batalla.
Este pico de violencia entre Estados Unidos y Rusia, en el contexto del conflicto con Ucrania, marca un capítulo crítico en la geopolítica contemporánea. La situación, que comenzó como una disputa regional, ha evolucionado hasta convertirse en un enfrentamiento que no sólo involucra a las naciones afectadas, sino que también arrastra a diversas potencias globales en una compleja red de alianzas y tensiones.
El apoyo de Estados Unidos a Ucrania ha sido interpretado por Rusia como una agresión directa e injerencia en su esfera de influencia, lo que ha llevado a una política de confrontación en lugar de diálogo. Esta dinámica pone en riesgo no sólo la estabilidad europea, sino también la paz mundial, puesto que cualquier error de cálculo puede resultar en consecuencias catastróficas.
Por otro lado, parecería que la coyuntura con la sucesión presidencial en los Estados Unidos podría ser tan oportuna que significaría un giro de tuerca en la política intervencionista de nuestro vecino, pues no es disparatado creer que Donald Trump pudiera ser el gran mediador de paz entre ambas naciones. De hecho, fue parte de sus promesas de campaña. Y no hay que olvidar que el otro conflicto enrarecido entre Israel y Palestina, también fue parte de su discurso de salvación.
Más allá de quién resulte ser el responsable en conminar a una negociación de paz y evitar una tercera guerra mundial, ese par de conflictos mantienen preocupadas a muchas otras naciones que se están viendo afectadas ante la amenaza de un encuentro bélico mundial.
De un solo golpe, Trump regresaría a los Estados Unidos al lugar que ocupó durante muchos años, but in a good way, pues lograría ser el Gran Hermano que concilia en lugar de confrontar y cumplir así con su cantaleta de siempre, volver a ser grande.
OCC: “Ley Silla”, una mejora en el entorno laboral
No todos los trabajos son iguales, cada uno tiene su propias peculiaridades, entre estas se encuentra la posición en la que se realizan, lo que de una u otra manera termina por tener efectos que pueden impactar no sólo en nuestra calidad de vida sino en nuestra propia salud.
Millones de personas en nuestro país trabajan largas jornadas de pie sin tener un momento de reposo provocando en sus cuerpos fatiga y tensión muscular, inflamación en las piernas, lesiones en las articulaciones, desgaste en los tendones y los ligamientos y aún peor daños en la columna vertebral al paso del tiempo.
El pasado 2 de octubre, la Cámara de Diputados aprobó la llamada “Ley Silla”, una reforma a la Ley Federal del Trabajo que busca mejorar las condiciones laborales de quienes por la naturaleza de su ocupación se ven obligados a permanecer largas horas de pie. La jurisprudencia, una vez que la apruebe el Senado, obligará a los empleadores a proporcionar sillas con respaldo y conceder descansos periódicos a sus asalariados para mitigar su cansancio y cuidar su salud.
De acuerdo a una encuesta realizada por OCC, la bolsa de trabajo en línea líder en México, 45% de los trabajadores que realizan sus actividades de pie no reciben ningún tipo de apoyo para atemperar la fatiga. La mayoría de los entrevistados (56 %) declaró que contar con una silla mejoraría significativamente su bienestar físico y emocional mientras que 36% consideró que reduciría las molestias corporales. Si bien la gran mayoría de los participantes en este ejercicio consideró positiva la implementación de esta ley, el 50 % también destacó como un desafío el costo de adecuar los espacios y la resistencia al cambio dentro de las organizaciones.
Más allá de la “Ley Silla” los trabajadores sugieren la puesta en práctica de otras medidas en paralelo como son la rotación de tareas (60 %) y la provisión de calzado ergonómico (58%). Asimismo sugieren mejorar el diseño de los espacios de trabajo con áreas de descanso cercanas y estaciones de trabajo que incluyan apoyo para los pies.
Como lo refleja la encuesta de OCC, la “Ley Silla” podrá marcar un avance significativo para la mejora de la salud laboral en nuestro país particularmente para los trabajadores en sectores como el manufacturero y el comercio que suelen pasar largas jornadas de pie, pero para ello se requiere la confluencia de los empleadores en la aplicación de las nuevas normas y de las autoridades para certificar su debido cumplimiento. Una visión más humana en beneficio de todos.
Netanyahu bajo cargos de lesa humanidad
Oficialmente, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, ya es un fugitivo. Con la determinación de ordenar su arresto, el Tribunal Penal Internacional (TPI) colocó al premier judío muy cerca de asesinos y genocidas quienes al amparo del poder han cometido crimenes de lesa humanidad en contra de poblaciones civiles.
Si bien el TPI no cuenta con una policía para ejecutar sus órdenes y depende de la buena voluntad de sus países miembros para llevar a cabo las detenciones entre los que, por cierto, no está ni Israel, ni Estados Unidos ni Rusia, ni China, si implica una moción de censura por parte de la comunidad internacional a un jefe de Estado que no se ha comportado a la altura de lo que la historia, en particular la de su pueblo, le exigía.
Su falta de previsión e inteligencia militar en los actos cometidos por el grupo terrorista Hamas el 7 de octubre del año pasado, lo vuelven corresponsable de la muerte de sus ciudadanos, misma que ha buscado vengar masacrando a una población civil que lleva décadas sometida a la misma organización islámica sin tener escapatoria.
Ciertamente la muerte de ciudadanos israelíes a manos de los militantes extremistas obligaba a una respuesta contundente pero con inteligencia y estrategia, no con una política de “tierra arrasada” en donde han perdido la vida 44 mil palestinos sin distinción entre hombres, mujeres y niños; 37 por cada judío asesinado esa trágica noche.
Netanyahu no es el único en la lista de arrestos presentada por el TPI, también figura su exministro de Defensa, Yoav Gallant, y el jefe militar de Hamas, Mohamed Deif, quien de acuerdo a Israel ya habría sido ejecutado, aunque no existe una confirmación independiente.
Para el premier “no hay nada más justo que la guerra que Israel libra en Gaza” y asegura que “nada impedirá que el Estado proteja a sus ciudadanos”, aunque al parecer este cuidado pase por la extinción del pueblo palestino, el cual tiene ya muchos años viviendo en una suerte de gueto en donde las autoridades judías controlan el flujo de agua y el uso de la electricidad por mencionar solo algunos de los recursos básicos para su supervivencia.
Netanyahu se defiende lanzando por delante el viejo, pero siempre útil, argumento del antisemitismo, un argumento que per se parece justificar todo, un pasaporte que pretende utilizar para librarse de la condena del mundo civilizado.
Lo cierto es que el primer ministro de Israel no habrá de llegar a un tribunal que no es reconocido por el gobierno judío y Estados Unidos (que tampoco es miembro) lo permitirá. Sirva pues la orden de arresto del TPI como una caja de resonancia ante un acto de barbarie que en este momento se está perpetrando en Medio Oriente contra un grupo de personas, como nosotros, cuyo único pecado es haber nacido en el lugar equivocado.
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