Médica Sur, ¿también saldrá de la Bolsa?
A finales de agosto pasado, cayeron más de 40% las acciones de Médica Sur, una de las pocas empresa de servicios hospitalarios y de atención médica en el mundo que cotizan en la bolsa
A finales de agosto pasado, cayeron más de 40% las acciones de Médica Sur, una de las pocas empresa de servicios hospitalarios y de atención médica en el mundo que cotizan en la bolsa y que manda señales de que podría sumarse a las muchas empresas que se están deslistando de la Bolsa Mexicana de Valores.
La relación entre socios se complicó. PoActive Capital, encabezado por Mario Sicilia; José Antonio Fernández Carbajal, presidente de FEMSA, y otros socios, terminaron vendiendo su 20% al doctor Misael Uribe, socio mayoritario y presidente del consejo de administración, con lo que el gastroenterólogo pasó de 30.1% al 50% de las acciones, quedando el resto entre público inversionista.
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Las presiones fueron muchas y al parecer al doctor Uribe le complica ofrecer servicios médicos de calidad, obtener ganancias y cotizar en la bolsa; pues no es tan fácil reducir gastos y costos como él quisiera, mantener médicos especializados, así como capacitar personal, al tiempo que debe rendir cuentas a los accionistas al tener que presentar informes periódicos.
Por lo pronto, con conductas que hacen entrecerrar los ojos más que cuando se revisa una radiografía, Uribe se deshizo de quienes eran sus principales socios y se espera que tarde o temprano vaya con la misma actitud por el resto de las acciones de Médica Sur para deslistarse.
La triste historia del señor del corbatín
En el medio financiero, Ernesto O’Farrill Santoscoy, siempre fue un personaje. Caricaturesco, pero personaje al fin.
Su característica pajarita, su pose y su pretendida alcurnia, le permitieron meterse poco a poco y hacerse de un nombre como “analista financiero”. Supo también usar sus relaciones para participar en colaboración con varios medios de comunicación en distintas etapas de su carrera. Sus análisis y predicciones nunca fueron acertados, pero su facha y postura eran buenas para los medios.
La realidad, fuera del personaje, es totalmente distinta
A O’Farrill, la familia directa y política -que son empresarios exitosos de muy alto nivel-, jamás le dieron en administración o custodia ningún dinero o activo. Todos los negocios que él emprendió solo terminaron en fracaso o tuvieron algún desempeño mediocre.
Uno de esos negocios es una empresa de análisis financiero y bursátil, denominada Bursamétrica Servicios de Análisis en Línea, S.C.
Uno de sus últimos intentos fue iniciar una Casa de Bolsa, para lo cual engañó a sus amigos no sólo para asociarse con ellos sino para que le prestarán dinero para ser socio en dicho proyecto. Los engañó asegurándoles que tenía el capital humano, clientes, infraestructura de sistemas, etcétera, y sólo necesitaba el capital.
En esa operación, O’Farrill comprometió un sinfín de aportaciones, las marcas registradas y las propiedades de su esposa, a cambio del dinero para comprar y suscribir sus acciones.
Cumplir los requisitos para obtener la licencia de operación de la Casa de Bolsa, simplemente no pudo lograrlo. Tampoco llegaron nunca las aportaciones prometidas por O’Farrill. Roberto Guzmán y los otros accionistas tuvieron que inyectar capital, mucho más allá del compromiso inicial, para poder sacar adelante la Casa de Bolsa que actualmente se encuentra operando.
Por supuesto, O’Farrill seguía cobrando su sueldo como presidente del Consejo y pagándole a su firma de asesoría cantidades exhorbitantes por información que no servía. Seguía también prometiendo que llegarían aportaciones increíbles, socios capitalistas, nuevas inversiones y hasta el mandato del Gobierno para hacer los nuevos “Petrobonos” de Pemex. Mentiras y fantasías nada más.
Cada vez más frustrado, evidenciado y superado en desempeño por el equipo directivo, O’Farrill decidió iniciar la guerra contra el equipo de la Casa de Bolsa.
Apercibido varias veces de que no era ese el camino y después de muchos intentos fallidos de conciliación por parte de sus socios, O’Farrill fue depuesto como Presidente del Consejo. En ese momento, el que se ostentaba como dueño de la Casa de Bolsa tenía sólo cuatro acciones de la misma, suscritas y pagadas.
Sobra decir que jamás pagó un peso de su adeudo de aproximadamente 70 millones de pesos a Roberto Guzmán que, sin otra posibilidad de arreglo, lo demandó y exigió legalmente las garantías acordadas, incluyendo las marcas y las propiedades de su esposa.
A partir de ese punto, O’Farrill emprendió una cruzada en medios de comunicación contra Guzmán y su grupo, basada en calumnias, mentiras e injurias, todo con el objetivo de no cumplir con sus compromisos, de no pagar sus deudas. Así de triste la historia del Señor del corbatín.
Pese a todo el embrollo, la pandemia y el entorno global de crisis económica, así como el equipo directivo que O’Farrill impuso en un principio sin resultados palpables, se ha logrado hacer crecer a la Casa de Bolsa con las aportaciones de capital hechas por los demás socios y la entrada de un nuevo equipo directivo experimentado en el medio bursátil.
El falso prestigio, la pose y las relaciones no le alcanzaron a O’Farrill para salirse con la suya. Tampoco le alcanzó la honestidad para pagar sus deudas, simplemente decidió hacer ruido para no pagar.