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¿Hacia una nueva guerra en Oriente Medio?

Por: El Consejero 03 octubre 2024
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¿Hacia una nueva guerra en Oriente Medio?

Todas las grandes guerras empezaron con pequeñas batallas que se estimó, erróneamente, que se resolverían en tiempos relativamente breves pero que terminaron por complicarse al […]

Todas las grandes guerras empezaron con pequeñas batallas que se estimó, erróneamente, que se resolverían en tiempos relativamente breves pero que terminaron por complicarse al paso de los acontecimientos. Ese podría ser el caso de la campaña bélica emprendida por Israel en Medio Oriente, que amenaza con convertir en un polvorín a la región entera.

En menos de una semana se habrá de cumplir un año de la incursión del grupo Hamas a territorio israelí que se saldó con la muerte de cerca de mil 200 ciudadanos judíos. Más allá de aterrorizar a la población civil palestina en la Franja de Gaza, la cual se encuentra hacinada en una pequeña porción de su territorio tras la campaña militar de represalia emprendida por el ejército israelí, lo cierto es que el primer ministro Benjamín Netanyahu está muy lejos de anunciar que se alcanzó el objetivo final que es la destrucción total del grupo terrorista y no parece que vaya a ocurrir pronto.

Envalentonado por sus pírricas victorias, Netanyahu ha extendido sus ataques en un algo que podría terminar convirtiendo a toda la región en un polvorín muy difícil de controlar. En su empeño, el primer ministro no ha dudado en emplear lo más alto de la tecnología desarrollada por su país, como quedó demostrado hace unos días cuando cientos de aparatos de comunicación personal de miembros de otro grupo extremista con sede en El Líbano, Hezbollah, estallaron en manos de sus propietarios dejando un saldo de 9 muertos y 2 mil 800 heridos.

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Pero Israel ha ido más allá al incursionar en territorio libanés por primera vez en cerca de 20 años poniendo en riesgo no sólo la vida de la población civil, sino la seguridad de sus propios efectivos, ocho de los cuales ya perdieron la vida, en un conflicto que al único que esta beneficiando es a Benjamín Netanyahu, quien no tiene otros argumentos para mantenerse en el cargo que un genocidio en tiempo real y si no que les pregunten a los relatores de la Organización de las Naciones Unidas que han dado cuenta de las atrocidades cometidas en el territorio ocupado.

No hay duda que la aparición de Irán en el conflicto, quien lanzó decenas de misiles en territorio israelí el lunes pasado, habrá de complicar las cosas, primero porque anticipa una acción de represalia por parte del gobierno judío y, segundo, porque coloca a Estados Unidos, aliado incondicional del gobierno israelí, en una situación por demás incómoda a un mes de las elecciones presidenciales.

Nadie quiere una nueva guerra en Medio Oriente que traería nuevos sufrimientos para los millones de civiles que ahí habitan, pero que también elevaría los precios del petróleo amén de muchas otras calamidades.

Por lo pronto, en una de las primeras acciones en política exterior de la nueva administración, la cancillería de nuestro país hizo un llamado a que los mexicanos que se encuentran en Israel e Irán salgan de inmediato de esos países con rumbo a naciones más seguras.

2 de octubre, la disculpa imprecisa

Tuvieron que pasar 56 años para que el Estado mexicano ofreciera disculpas públicas por los hechos del 2 de octubre de 1968, y se trata del primer acto de gobierno de Claudia Sheinbaum, quien se asume como “hija del 68”, pues entonces su madre participó en el movimiento estudiantil, mientras Claudia tenía apenas 6 años. Curiosamente, un presidente que sí participó y hasta fue golpeado por soldados, fue Ernesto Zedillo, entonces estudiante de 16 años de la vocacional 5, sin embargo, fuera de confirmar su participación y alguna opinión sobre el movimiento, no llegó a decidir una acción formal del Estado sobre el tema.

Ofrecer disculpas dignifica y aún más cuando se dan a nombre del Estado, por los actos de otros que fueron responsables y ya fallecieron, y por los que fueron omisos en deslindar responsabilidades penales o, por lo menos, históricas.

Y esto último es lo que nos quedan a deber. Porque la disculpa pública señala que la masacre de Tlaltelolco fue ideada, ejecutada y encubierta desde la más alta autoridad del poder público y su responsabilidad principal recayó en el entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz, quien en declaraciones posteriores a los hechos asumió la responsabilidad total. Lo que seguimos sin tener es una versión oficial de los hechos, nombres concretos de los responsables, ni siquiera la cifra exacta de muertos.

Fuentes hay muchas, empezando por archivos en México y Estados Unidos, documentales, testimonios; los documentos del General Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa Nacional cuando sucedieron los hechos, y que fueron publicados en el libro “Parte de guerra” de Carlos Monsiváis y Julio Scherer hace 35 años.

Las versiones conjeturan que lo de Tlaltelolco fue planeado por Luis Echeverría, secretario de Gobernación, con personal de la Dirección Federal de Seguridad -integrada por diferentes dependencias-, que dispararon a los soldados, provocando el fuego cruzado. Echeverría habría convencido a Díaz Ordaz de que aquello era una amenaza comunista contra el Estado mexicano y que tuvo a bien desactivar, derivado de lo cual fue premiado con ser el sucesor presidencial. El problema es que esto pudo haber sido y no, quedando la laguna histórica.

Hoy, nos quedamos con una disculpa dada por una culpa imprecisa, porque si bien el Estado asume la responsabilidad, ésta última tiene nombres concretos que deben ser señalados, tanto por respeto y en memoria de las víctimas, como para limpiar el nombre de autoridades e instituciones que también fueron acusados de delitos y complicidades que no tuvieron.

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