El lunes por la tarde, Japón fue sacudido por un terremoto de magnitud 7,6, causando daños significativos en edificios y carreteras y llevando a la emisión de alertas de tsunami a lo largo de la costa. Aunque estas alertas fueron levantadas el martes por la mañana, el país se enfrenta a una situación de emergencia.
El primer ministro de Japón, Fumio Kishida, ha descrito los esfuerzos de rescate como una “batalla contra el tiempo“, tras confirmarse que el número de muertos ha ascendido a 55.
La prefectura de Ishikawa, situada en la principal isla central de Honshu, ha sido la más afectada, registrando 48 muertes. Además, se reportaron dieciséis personas gravemente heridas y daños en viviendas tan extensos que aún no han podido evaluarse completamente.
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Bajo temperaturas gélidas, los equipos de rescate continúan trabajando arduamente para alcanzar zonas aisladas, donde se teme que muchas personas puedan estar atrapadas bajo los escombros.
Preparación y advertencia de futuras réplicas
A pesar del aumento gradual del número de víctimas, las rápidas advertencias públicas y la pronta respuesta de los ciudadanos y funcionarios parecen haber limitado los daños adicionales. Toshitaka Katada, profesor de la Universidad de Tokio especializado en desastres, destaca la preparación de Japón frente a tales eventos, debido a experiencias previas con terremotos en la región. “Probablemente no haya ningún pueblo en la Tierra que esté tan preparado para afrontar desastres como los japoneses”, afirmó Katada.
Sin embargo, la Agencia Meteorológica de Japón advierte que más terremotos podrían afectar la zona durante la próxima semana, siendo los próximos dos o tres días especialmente críticos. Katada subraya que la situación sigue siendo impredecible y potencialmente peligrosa.
Recordando el terremoto y tsunami de 2011 en el noreste de Japón, y el terremoto de 2016 en Kumamoto, advierte contra la excesiva confianza en las predicciones científicas. “Estamos lidiando con la naturaleza“, concluye Katada, recordando la importancia de mantener la alerta y la preparación constante.
Conclusiones y perspectivas
Este último terremoto en Japón sirve como un recordatorio sombrío de la vulnerabilidad del país a los desastres naturales, dada su ubicación en el “Anillo de Fuego” del Pacífico.
Mientras la nación lucha por recuperarse de esta tragedia, la atención se centra tanto en la asistencia inmediata a las víctimas como en la preparación para posibles futuras réplicas, subrayando la complejidad y la imprevisibilidad de los desastres naturales.
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