Franquiciando en tacones
La presencia de mujeres empresarias se da con mayor frecuencia en microempresas y menor medida en empresas medianas, grandes, internacionales o franquicias.
Por Ing. Ana Gabriela Zavala B.
Directora general de Franquicia tu negocio y del Instituto Latinoamericano de la Franquicia
Mucho se ha estudiado y publicado en tiempos recientes sobre la participación de la mujer en los negocios. Encontramos cifras y datos de diversas fuentes y pareciera un tema de moda, que algunos abanderan bajo el slogan de igualdad y otros se incomodan ante las etiquetas de “sexismo” y “derechos de las mujeres”. Pero las cifras son claras y frías: aunque la brecha se ha reducido estamos lejos de la participación equitativa de género.
La presencia de mujeres empresarias se da con mayor frecuencia en microempresas y menor medida en empresas medianas, grandes, internacionales o franquicias. En México -y en general en Latinoamérica- se tienen pocos datos relacionados con la labor de las mujeres franquiciantes, debido a que no hay una regulación, ni censos o registros oficiales de las franquicias, pero sabemos que en el mejor de los casos, podemos compararnos con nuestro vecino del norte, EU, donde el 30% de las empresas franquiciantes tienen como propietaria a una mujer.
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¿Por qué si pareciera que hay impulsos y apoyos para mujeres emprendedoras por todos lados no se ven resultados contundentes? Por muchas razones. La atención a la mujer profesionista ha surgido en tiempos muy recientes (¡caray!, nuestras abuelas ni siquiera podían votar o ser electas), siglos de historia no se cambian en unos cuantos años con todo lo que hay involucrado: hábitos, paradigmas, cultura, asignación de roles, pero más que nada, la educación y formación.
La mujer empresaria de hoy está obligada a combinar su profesión con la responsabilidad mayoritaria de atender su hogar y la crianza de los hijos, entonces, opta por modalidades que le favorecen, como el ser empleada con un horario establecido o el llevar a cabo su propio emprendimiento que le dé mayor flexibilidad de horario y movimiento (un autoempleo). El conflicto llega cuando este emprendimiento se tiene que convertir en una empresa que demanda toda su atención, que excede los horarios hábiles, que implica estar fuera de casa y realizar viajes, que exige una educación adicional para ir creciendo como directora a la par de la empresa, es donde muchas no tienen más opción que bajarse en la primera estación o, en el mejor de los casos, posponer la travesía para cuando los hijos han crecido (y también una ha crecido, los años de juventud quedaron atrás).
Por eso es doblemente difícil ser empresarias, y merecen un inmenso reconocimiento las increíbles mujeres que lo han logrado de manera exitosa, contra todas las condiciones y adversidades, contra el recelo de la sociedad, y a veces, contra ellas mismas. Por eso hay que aplaudir y distinguir a las franquicias creadas por mujeres valientes que desafían todo el contexto y luchan por alcanzar un lugar en la esfera de los negocios. Porque afortunadamente, tenemos muy buenos ejemplos y casos de éxito, en franquicias reconocidas y en plena expansión, como Baby Ballet Marbet, Nana Plancha, La Piojería, Los de Pescado, BusinessKids, 2Body, entre otras.
Pero más allá de esto, hay que generar acciones inmediatas y disruptivas que aceleren la transformación del entorno y promuevan el desarrollo de las mujeres para que sus empresas puedan crecer, competir, franquiciar e internacionalizarse, para bien de la economía y de nuestra comunidad.
¿Qué podemos hacer para propiciar la equidad?
1. Capacitación. Indudablemente, el tema más importante. Además de la formación empresarial, se debe trabajar en el cambio de visión empezando con la propia empresaria.
2. Financiamiento. La desigualdad en la educación, en el acceso a puestos de alto nivel y la diferencia en el sueldo provoca que las mujeres tengan dificultad para conseguir montos representativos para financiar sus actividades empresariales, aunque las estadísticas demuestran que son menos morosas que los hombres. Es necesario diseñar productos financieros propios para mujeres.
3. Profesionalización. Los múltiples apoyos que se han generado en los años recientes se han enfocado en que las mujeres emprendan en microempresas, o generen un autoempleo. Requerimos programas que ayuden a consolidar, profesionalizar, crecer e internacionalizar los emprendimientos hechos por mujeres.
4. Participación. Abrir espacios y oportunidades para que las mujeres empresarias ejerzan liderazgo en consejos consultivos, presidan cámaras y asociaciones empresariales, sean líderes de opinión en medios de comunicación.
Existen algunos esfuerzos aislados. En el Instituto Latinoamericano de la Franquicia se ha formado un incipiente grupo llamado ALMA de la Franquicia (siglas de Asociación Latinoamericana de Mujeres en el Ámbito de la Franquicia) con la finalidad de generar espacios de capacitación y networking dentro de este sector. Sin embargo, hasta que no haya un involucramiento directo de otras hélices, como Universidad, Gobierno y otros organismos empresariales, podremos ver resultados relevantes en el corto plazo.
Actuemos hoy. Extiendo la invitación a todos los actores relacionados para sumar voluntades y generar el cambio que hará la diferencia.