Omar, el oportuno
Omar García Harfuch, actual secretario de Seguridad de México, ha sido una figura polarizante en el ámbito de la seguridad y la política. Su trayectoria, […]
Omar García Harfuch, actual secretario de Seguridad de México, ha sido una figura polarizante en el ámbito de la seguridad y la política. Su trayectoria, marcada por polémicas y acusaciones, ha contribuido a que su reputación se vea afectada de manera significativa en la opinión pública; sin embargo, en su afán por agradar, suele ser efectista y “eficiente”, cuando se requiere.
Como era de esperarse en estos primeros días de la administración Sheinbaum, los grupos delictivos buscan apoderarse de territorios, aumentando su peso específico de cara a un posible pacto con las autoridades. Las mismas que aseguran no están dispuestas a pactar, pero que ven desaparecer su capital político día con día.
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La presidenta Claudia Sheinbaum presentó la estrategia de seguridad para su Gobierno, y es entonces donde entra el “heróico” secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, y… se equivoca.
En esta innecesaria narrativa de redimir a López Obrador, el nuevo gobierno apela a decir que “continuaremos con la estrategia del presidente”. Sí, la estrategia que no sirvió y que convirtió al sexenio anterior en el más sangriento de la historia moderna de nuestro país.
Pero más allá de eso, visiblemente incómodo, pues sus palabras no eran suyas, sino del primer tamiz de la oficina de la Presidencia, Jesús Ramírez, antiguo vocero, estaban llenas de nada.
García Harfuch buscará dar un golpe de inmediato, que seguramente ya lo tiene centrado, y eso sí ayudará a contrarrestar la tremenda e inobjetable fuerza de la realidad… al menos por unos días, que es lo que termina pasando con los ambiciosos planes de gobierno que nunca llegan pues son superados por la coyuntura.
Ojalá que Omar piense más allá del momento, atienda la causa y logre consolidarse como un funcionario eficiente, que no efectista.
Israel y la imposibilidad de una paz duradera
Ha pasado un año de aquel ataque masivo desatado por el grupo extremista islámico Hamas en territorio israelí que se saldo con la muerte de un millar de sus ciudadanos. Desde entonces han perdido la vida más de 41 mil palestinos en los ataques de represalia contra la Franja de Gaza que era controlada por los terroristas, en un conflicto que lejos de haberse lavado con sangre se extiende cada día más y más en la región.
Sin haber exterminado a Hamas, como prometió a sus ciudadanos, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, abrió un nuevo frente de batalla en El Líbano enfocando sus baterías sobre otro de los grupos extremistas que dominan la zona, Hezbollah, quien desde el inicio de las hostilidades hizo publico su apoyo a la causa palestina.
A los ataques por tierra y los bombardeos constantes el premier israelí, quien busca permanecer en el poder a toda costa, ha sumado una narrativa de odio que busca legitimar una ola belicista que ha provocado más muertes entre la población civil que entre los militantes de los grupos terroristas en una dinámica que para muchos empieza a parecerse a un genocidio.
Al igual que ocurrió en la Franja de Gaza, a los ataques militares les precede una guerra sicológica en la que los militares israelíes alertan a la población árabe sobre el peligro de acercase a las playas o usar algún tipo de embarcación, anticipando operaciones navales. Paralelamente difunden la implementación de incursiones terrestres “limitadas y focalizadas”; todo esto lleva a los pobladores del sur del Líbano a un punto de quiebre en el que es difícil mantenerse mentalmente estable.
Del otro lado las tácticas no son muy diferentes, Hezbollah asegura que pese haber perdido a su líder Hassan Nasrallah la organización sigue operativa con sus capacidades intactas y como muestra de ello amenaza con seguir enviando misiles contra territorio israelí, mismos que hasta ahora no han dejado ninguna víctima mortal pero que se erigen como una amenaza latente para la aterrorizada población civil.
El costo en en vidas de la escalada bélica en El Líbano es más que preocupante, en un año suman ya 2 mil muertos y más de un millón de desplazados, aproximadamente la quinta parte de la población del país. La situación humanitaria es crítica y la ayuda nunca es suficiente. Hezbollah empieza a mostrar síntomas de desgaste y se dice dispuesto a negociar una tregua, por primera vez sin vincularla al retiro de las tropas judías de Gaza. Estados Unidos, quien se encuentra en pleno periodo electoral ha optado por administrar el conflicto dejando actuar libremente a Israel en El Líbano y en Irán que históricamente ha sido aliado de Hezbollah.
Lamentablemente se trata de una historia sin final feliz para ninguna de las partes, por lo menos en una o dos generaciones más. De ese tamaño las diferencias sectarias y las narrativas nacionalistas pero también las influencias extranjeras en un conflicto en donde el odio, la desconfianza y la historia son las principales barreras para alcanzar una paz duradera.