Irresponsablemente, al iniciar el sexenio, el presidente Andrés Manuel López Obrador abrió las puertas a una migración indiscriminada sin ponerse a pensar en las consecuencias que esta traería al país a lo largo de los siguientes años.
Resulta clara la alta rentabilidad política que genera hablar de nuestros pueblos hermanos, del derecho que tienen a transitar libremente sus ciudadanos por todo el continente, etcétera, hasta ahí todo bonito, el problema (y no hay forma que no pudiera vislumbrarlo) es que México es un país de tránsito que no se debió prestar en ningún momento a convertirse en el pasillo para aquellos que buscaban alcanzar el mal llamado “sueño americano”. Las consecuencias saltan a la vista, centenares de miles de migrantes hoy se encuentran varados en nuestro país, sin posibilidades de cruzar hacia Estados Unidos, pero tampoco de regresar a sus países de origen en donde abandonaron sus casas no sin antes malbaratar sus escasas posesiones para poder costear el viaje.
No hay forma de que no se deteriore nuestra relación con Estados Unidos por este problema en el que los migrantes son quienes menos culpa tienen. En noviembre habrá elecciones del otro lado de la frontera, pero desde ya sabemos que la migración será la columna vertebral de las campañas. Hace algunas semanas, Donald Trump adelantó que si llegara a ser reelecto buscaría ser dictador sólo por un día para ponerle solución a lo que él considera un lastre ya que, según él, los migrantes envenenan la sangre del país. El fin de semana, el presidente Joe Biden se puso en la misma sintonía y pidió a los republicanos en el Congreso que apoyen una ley que le dé la autoridad para cerrar la frontera con México cuando esta esté colapsada (esto es 5 mil personas), misma que aplicaría desde el mismo día que se firmara. Adicionalmente Biden quiere fondos para pagarle a mil 300 agentes más de la guardia fronteriza; 375 jueces de inmigración; mil 600 funcionarios de asilo y más de 100 máquinas para detectar fentanilo.
Los republicanos exigen aún más, quieren restringir la política de asilo, reanudar la construcción del muro fronterizo y reactivar la política denominada “quédate en México”, que permite expulsar a los indocumentados a nuestro país mientras esperan una cita judicial para formalizar su trámite migratorio.
Aquí en México el presidente ni ve, ni escucha, para él se trata simplemente de demagogia, como si darle la espalda a un problema terminara por darle solución. Mientras decenas de miles de indocumentados empiezan a resignarse a su suerte, ya los podemos ver en diferentes puntos de la ciudad buscando trabajo, tratando de integrarse a una sociedad que los recibe con mesura y que se pregunta confundida: todo esto ¿a donde ira a parar?
Xóchitl y la otra conferencia diaria
Xóchitl Gálvez inició este lunes su propia conferencia de prensa diaria, a la que llamó la “Conferencia de la Verdad”, la cual se realizará a las 10 de la mañana. Lo que en un principio se identificó como la “mañanera” de Xóchitl y que incluso fue motivo de mofa por parte del presidente López Obrador al decir que los “fifís” no se levantan temprano y le dio la bienvenida, puede volverse un dolor de cabeza para el tabasqueño.
Porque la conferencia de Xóchitl no se trata de una “mañanera paralela”, sino que es, primero, un espacio de contrapunto y réplica a lo que se diga ese día temprano en la conferencia matutina de Palacio Nacional y, segundo, un espacio para difundir sus propuestas cuando se ven cada vez más medios favorables al partido en el poder y menos a la oposición.
Es decir, es un espacio reactivo y propositivo propio para atender la agenda mediática más allá de la cobertura que pueda haber en las actividades proselitistas o encuentros públicos agendados de la candidata y con atención principal al presidente de la República, a quien identifica como el coordinador de campaña de Claudia Sheinbaum la cual, para evitar cuestionamientos incómodos y no competir o contradecir a la mañanera presidencial, no tiene contemplado un espacio igual.
Veremos si se cumple el buen deseo de AMLO de que dure la conferencia de Xóchitl. No es un ejercicio fácil, requiere constancia y reflejos rápidos. Es también un ejercicio arriesgado pues abre una oportunidad para que los adversarios revisen con lupa las respuestas y encuentren los errores y puntos cuestionables para atacar, pero en el riesgo está la ventaja y la oportunidad de quitarle el control de la agenda mediática a Palacio Nacional.