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Octubre de hackeo y cash

by El Consejero

Difícil para López Obrador ser defensor de Julian Assange, fundador de WikiLeaks, y ahora ver las consecuencias de un hackeo a la dependencia en la que más ha confiado y a la que le sustrajeron, dicen, 6 terabytes de información, de la cual apenas de entrada, nos enteramos del estado de salud del presidente y confirmar que fue él quien ordenó liberar a Ovidio Guzmán, lo que aparenta el inicio de un acuerdo tácito para llevar la fiesta en paz.

Alrededor del 20 de septiembre comenzaron a circular versiones en redes sociales sobre el hackeo a los ejércitos de algunos países latinoamericanos, entre ellos el nuestro. Específicamente, fueron intervenidos los sistemas informáticos de la Secretaría de la Defensa Nacional de México, así como de los Estados Mayores y Comandos Conjuntos de las Fuerzas Armadas de Colombia, Perú, Chile y El Salvador, de este último también de su Policía Nacional Civil.

Guacamaya se presenta en su cuenta de Twitter como un grupo hacktivista contra el socialismo y el comunismo, aunque al parecer tiene un perfil más anarcoecologista, pues también han actuado contra compañías mineras y petroleras, así como se ha manifestado contra el imperialismo norteamericano. Extraño que en su línea anticomunista no haya acción alguna contra Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Pero volviendo a México, el presidente ya confirmó el hackeo y minimizó el hecho con aquello de no hay nada que ocultar, siendo que su gobierno cobijó bajo el pretexto de seguridad nacional sus megaobras. Tal vez lo de menos sea su salud, el culiacanazo y la carencia de efectivos para las tareas que presentó Carlos Loret en LatinUS. Todavía se desconoce cuánto, qué se filtró y de qué más nos vamos a enterar de la dependencia a cargo de la construcción del AIFA y del Tren Maya, de la Guardia Nacional, aduanas y lo que disponga su Comandante Supremo. Y en otros temas, ¿qué información habrá de los adversarios?, ¿y de las corcholatas? Guacamaya chantajea y le pide a AMLO renunciar, pero obviamente el presidente no va a ceder a delincuentes…no otra vez.

Por si fuera poco, el jueves se anunció la venta del libro “El rey del cash”, de Elena Chávez, quien por 18 años fuera esposa de César Yáñez, hoy subsecretario de Desarrollo Democrático, Participación Social y Asuntos Religiosos de la Segob, y de los hombres más cercanos a López Obrador.

El nombre del libro dice mucho de quien por años no tuvo cuenta bancaria y presume no tener tarjeta de crédito, ni reportó ingresos al SAT cuando estuvo desempleado, pero que sí está relacionado con varios videos donde sus allegados reciben dinero en bolsas y sobres amarillos.

Se ven venir un octubre más complicado que el febrero de la Casa Gris.

Último tercio “de subida”

Con las actividades de este fin de semana inició formalmente el último tercio de la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador, la última parada para demostrar que efectivamente su Cuarta Transformación tiene un futuro y no ha sido, para emplear esos términos beisboleros que tanto le gustan, una pelota ensalivada.

Si bien es cierto que la actual administración ha tenido que enfrentar problemas serios como la pandemia de covid-19 y la consecuente inflación a nivel mundial, producto de la ruptura en las cadenas de suministro y los efectos de la invasión de Rusia a Ucrania, también es verdad que la autoproclamada 4T recibió un país con unas finanzas sanas y una nación en crecimiento, un patrimonio que se ha dilapidado en los últimos cuatro años en caprichos como un aeropuerto que muy bien podría servir de florero, una ponderada refinería que nos volvería autosuficientes en materia de combustibles pero que nadie sabe a ciencia cierta cuando habrá de funcionar y un tren denominado maya que ya superó muchas veces el presupuesto que originalmente le había sido asignado y que lo único que ha generado son problemas.

Más allá de los programas clientelares, que ciertamente ayudan a los sectores más pobres de la población esperando a cambio ganar su voto, es muy poco lo que tiene el presidente para presumir, dos terceras partes de un sexenio caracterizado por el autoelogio pero con muy muy pocas cosas que se puedan tocar. Durante este tiempo es mucho lo que se ha quedado a deber, y muchas las desavenencias que ha ido acumulando.

Según el presidente, de los 100 compromisos asumidos al tomar posesión como presidente había cumplido 98 quedando pendientes Ayotzinapa y la descentralización, claramente ya no habrá tiempo para que ninguno de las dos se concrete; el primero porque no logra convencer a una sociedad que se cansó de confiar en las “verdades” que surgen al paso de cada evidencia; el segundo porque la realidad es que su propio gabinete saboteo el proyecto para no marcharse de la capital.

Pero estos no son los únicos compromisos sin cumplir. Prometió que se mantendrían las estancias infantiles y hoy no existen; ofreció que se promovería la investigación científica y tecnológica, sin embargo no dudó con amenazar con la cárcel a prestigiosos investigadores; señaló que se haría realidad el derecho a la salud, pero para nadie es un secreto que el sector está hecho un desastre, con falta de medicamentos y con pobres servicios médicos; la creación de Segalmex únicamente sirvió para generar uno de los mayores desfalcos en la historia del país cuatro veces mayor a la “estafa maestra”, y así nos podríamos seguir página tras página. Aún hay tiempo para dar un golpe de timón, aún hay tiempo para recuperar parte de lo que se ha perdido, ojalá que estos cuatros años sirvan de reflexión y que efectivamente al final de la administración podamos decir que ellos no fueron iguales.

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