Una ola migratoria que “rompe” en México
Si a todo ello sumamos que la captura fue a pocos días de la llegada de Joe Biden a México, la interpretación desafortunada es que se detiene a capos por presiones y para quedar bien, no por convicción de este gobierno de combatir a las organizaciones criminales.
Quien diga que no sigue habiendo acuerdos en lo oscurito o arreglos por debajo de la mesa, con toda seguridad está mintiendo.
El jueves, mientras la captura de Ovidio Guzmán acaparaba la atención de los medios de comunicación locales, en la Unión Americana el presidente Joe Biden anunciaba que “nuestro” país había aceptado recibir hasta 30 mil migrantes al mes provenientes de Venezuela, Cuba, Nicaragua y Haití.
A diferencia de lo que ocurría en administraciones anteriores en acciones de esta envergadura, no hubo un anuncio conjunto, la máxima tribuna informativa de la Cuarta Transformación (la conferencia matutina) guardó silencio, calló pese a la relevancia que tiene este tema para el país ya que involucra no solo un tema humanitario; tiene que ver con servicios de salud y presiones en el mercado laboral pero también con la integración de diferentes grupos a una sociedad que no necesariamente está preparada para ello y que tenía derecho a saberlo por boca de su propio presidente.
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¿Es ese el precio que pagamos los mexicanos a cambio de que Biden aterrizara en el Felipe Ángeles? De eso nunca nos enteraremos, a cambio veremos deambular en los próximos meses por las calles de las principales ciudades del país a grupos de refugiados pidiendo ayuda para poder medio sobrevivir. Exiliados que huyen de sus pueblos de origen por razones ya sea políticas o económicas y cuya meta final no es nuestro país, sino ese sueño americano que desde hace muchas décadas dejo de serlo para convertirse en pesadilla.
Por candidez o por ignorancia el problema de la migración pudiera estarse convirtiendo, para la administración de López Obrador, en una inmensa bola de nieve que pudiera derivar en un alud de grandes proporciones.
A la deportación de migrantes provenientes de la Estados Unidos, que por la propia legislación de aquel país ya no podrán aplicar a una migración legal, hay que sumar la ola de migrantes que intentan ingresar por nuestra frontera sur y que cada vez son más difíciles de controlar por parte del Instituto Nacional de Migración.
Para no ir muy lejos, apenas la semana pasada cerca de dos mil de ellos irrumpieron en las oficinas de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR) en Tapachula, Chiapas; los inconformes exigían que sus solicitudes de asilo por razones humanitarias fueran atendidas lo más pronto posible y reclamaron apoyos por parte del programa de trabajo temporal en ese estado.
En un ambiente tan enrarecido, empiezan a permear las denuncias de mafias que controlan el papeleo para quienes no quieren esperar y que están dispuestos a pagar un precio.
Biden despresuriza un problema que lo estaba asfixiando en momentos en que el Título 42, aquella norma decretada por Donald Trump para expulsar a migrantes “en caliente” por razones sanitarias, se mantiene en vilo gracias a la decisión de un juez, pero que podría ser derogado de un momento a otro. Aquí por lo pronto seguiremos bailando al son que desde “allá” nos toquen.
Las razones de capturar a Ovidio
Sin ser el más importante líder del Cártel de Sinaloa -su medio hermano Iván es de mayor peso-, Ovidio Guzmán se convirtió en el principal objetivo a capturar en el sexenio por varias razones.
La primera, para sacar la espina del operativo fallido de octubre de 2019, que resultó en su captura y liberación por órdenes del presidente López Obrador, ante el riesgo en que se encontraban vidas inocentes y la imposibilidad de sacar al hijo de Joaquín el Chapo Guzmán de la capital sinaloense.
En segundo lugar, la percepción creciente de que este gobierno no sólo había bajado la guardia en el combate al crimen organizado, sino había establecido una “pax narca” implícita en varios indicios, siendo el más significativo el de la liberación de Ovidio en 2019, pero también en la política de seguridad coloquialmente conocida como “abrazos, no balazos”; las visitas del presidente López Obrador a Badiraguato -saludo a la madre del Chapo Guzmán incluido e interceder por su visa para visitar a su hijo preso en Estados Unidos-; la intervención del crimen organizado en la elección de Sinaloa de 2021; así como múltiples declaraciones presidenciales donde los delincuentes son mejor tratados que opositores, periodistas, médicos y profesionistas.
En tercer lugar y como un indicio más, el incremento en las remesas y el constante agradecimiento del tabasqueño a los migrantes por el envío de dinero, aunque es conocido que no todas las remesas son de trabajadores a sus familias, sino que también es un mecanismo de lavado de dinero y para remitir las ganancias del narcotráfico de Estados Unidos a México.
En cuarto y no necesariamente último lugar, la consternación de las autoridades estadounidenses al perderse la coordinación y enlaces con el gobierno de México en el combate al narcotráfico que existía en otras administraciones, así como la ausencia de verdaderas políticas de seguridad y antidrogas, evidenciadas en los crecientes focos rojos en todo el país y la falta de resultados, particularmente en el combate al fentanilo, droga que ya se produce en México y que es causa de muerte por sobredosis de decenas de miles de estadounidenses al año.
Los estadounidenses mandaron varias señales de su preocupación y molestia.
Si a todo ello sumamos que la captura fue a pocos días de la llegada de Joe Biden a México, la interpretación desafortunada es que se detiene a capos por presiones y para quedar bien, no por convicción de este gobierno de combatir a las organizaciones criminales.
Siempre es buena noticia la caída de un delincuente. Sin embargo, hay un alto costo en el descuido de la seguridad en estos tres años que se evidencia en la fuga de reos del penal de Ciudad Juárez y en el segundo culiacanazo: 10 custodios y 10 militares fallecidos antes de concluir la primera semana del año. De ello son corresponsables autoridades federales, estatales y municipales.
Por lo pronto, probablemente se postergue la inauguración prevista para este mes de la carretera de Badiraguato-Guadalupe y Calvo, obra que el presidente ha supervisado en varias visitas al lado sinaloense, presumiendo siempre la hospitalidad de su gente.