El viernes pasado, Octavio Romero Oropeza realizó una visita las instalaciones de Pemex en Reynosa, Tamaulipas, lo cual incluyó una revisión a la producción de gas en los complejos ubicados en la Cuenca de Burgos.
La noticia pasaría como una visita de rutina, si no fuera porque es la primera vez en esta administración que el director General de Pemex va a Tamaulipas específicamente a revisar la producción de gas.
La Cuenca de Burgos tiene reservas estimadas en 70 trillones de pies cúbicos de gas, y se cuenta con la infraestructura para procesarlo en el Complejo de Gas de Burgos. Es decir, es factible lograr la autosuficiencia en gas natural, reactivando la explotación de la zona en un plazo relativamente breve.
Pemex tiene asignaciones de campos en esa región, hay contratos entregados a particulares y, lo más importante, hay infraestructura ya instalada que se puede aprovechar. Así como Pemex tuvo la visión de concluir el proceso de compra de la refinería de Deer Park, en Texas, donde prácticamente ya se recuperó la inversión; así se espera que tenga el acierto para desarrollar de nuevo la Cuenca de Burgos.
México vs México
En una competencia como la Copa Mundial, el equipo nacional de fútbol representa más que a un país. Inicialmente pareciera que sólo se trata de una afición volcada cada cuatro años, a impulsar a un grupo de jugadores que suelen ser los mejores connacionales que practican ese deporte; sin embargo, existen muchos otros factores que agregan un mayor interés, uno político, otro comercial o económico. Sucede en cualquier deporte y por ello se utiliza, pero tal vez en ninguno como en el fútbol, pues su masividad, su cobertura mediática, realmente convierten esta competencia en algo sui generis.
La expectativa en la participación de cada representativo es tan individual como la de cada jugador. Del seleccionado nacional mexicano se espera, hace años, que supere la fase de grupos y que gane el siguiente partido para acceder a esa élite que juega el quinto partido y que se considere un protagonista. Sobra decir que nunca ha pasado y, por ello mismo, se ha convertido en un estigma, en un límite a vencer que, con el paso del tiempo, se vuelve más y más pesado.
Como en todo lo demás, México se confronta con sí mismo, con su historia de fracasos y de no poder triunfar, con el deseo de muchos de confirmar que no se puede, pese al esfuerzo que se haga. No es así. No se puede cuando la corrupción, los malos manejos, el favoritismo, los prejuicios y los intereses personales superan a los colectivos. No, no se puede cuando no se planea para que suceda algo diferente; pero eso tampoco significa que nunca se vaya a poder.
México lleva la segunda selección más vieja del campeonato, “estrellas” que no juegan en sus equipos por no atravesar por un buen momento o por estar lesionados, o no disponibles -por decirlo de alguna manera-, en el caso de los mejores delanteros que juegan en la liga de Estados Unidos. No esperemos un resultado diferente porque en la historia de las competencias no existen milagros, si acaso sorpresas efímeras que pronto regresan a la realidad a sus protagonistas.
Es emocionante ilusionarse con alguna jugada, con algún resultado, con las desfachateces de los aficionados que viajaron a Qatar, con el folclore y lo que representamos como afición en otros lados, aunque a veces sea al revés y nos de vergüenza; pero no perdamos de vista que se trata de un juego, de un deporte y que, si queremos trascender en eso o en cualquier otra cosa, debemos prepararnos para ello.
Saber perder
No es que fuera una derrota que nos tomara por sorpresa. En muchos sentidos el fracaso de Gerardo Esquivel para ocupar la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) estaba más que anunciado desde su propia y trompicada designación, luego de que Alicia Bárcena, embajadora de México en Chile, se bajara de la contienda hace poco menos de dos semanas aduciendo problemas personales.
No está de más recordar que previamente una legisladora estadounidense, María Elvira Salazar, había acusado a Bárcena de ser simpatizante comunista, lo que en principio le habría restado a nuestro país el apoyo de Estados Unidos, el miembro más influyente dentro del organismo con 30% de del voto total, voto que ante la falta de cabildeo por parte de nuestro gobierno se perdió irremediablemente para acabar en manos del brasileño Ilan Goldfajn quien será el nuevo presidente de una de las instituciones financieras más relevantes e influyentes para la región.
El presidente se ha cansado de declarar que en política no hay casualidades y este caso no parece ser la excepción, todo indica que Esquivel fue lanzado directamente a la jaula de los leones dado que, tras haber sido nominado como subgobernador del Banco de México hace tres años, no ha respondido a los intereses de la Cuarta Transformación como se esperaba. Su periodo terminará a finales del año y con este su meteórico paso por el organismo, por lo menos así lo dejo entrever el presidente durante su matutina de este lunes en donde explícitamente dijo: “Estamos viendo, lo vamos a postular para que nos siga ayudando. Hay varias opciones, alternativas y seguramente el secretario de Hacienda hablará con él con ese propósito”. Todo, menos confirmarlo en Banxico.
Una vez que Esquivel quedó en el camino como un “cartucho” quemado, luego que desde el principio se tuvo que valer de sus propios medios ante la falta de cabildeo para obtener el voto de los países miembros cabría preguntarse, ¿por qué se sorprendió el gobierno mexicano tras el resultado?, ¿por qué la indignación?
La reacción de la Secretaría de Hacienda resulta francamente fuera de lugar, al publicar: “Lamentamos que en las elecciones del BID continúe la política de más de lo mismo”, con lo que ofenden no sólo al BID sino a cada una de las naciones que lo conforman y que se rigen por sistemas en donde la democracia es el denominador común. Ciertamente Esquivel fue derrotado, pero el más afectado es el gobierno de México al actuar como un mal perdedor, lo que incrementa la incertidumbre que existe sobre en nuestro país en donde las certezas para la inversión son pocas y los riesgos para la empresa parecen acrecentarse.
La Cuarta Transformación no sabe perder y cuando pierde arrebata, por eso siempre la búsqueda de un arbitro a modo, por eso las arengas cotidianas desde Palacio nacional contra quienes piensan diferente al “caudillo”. Va a ser un 2024 más que complicado. Que Dios nos agarre confesados.