Brasil y México, tan diferentes y tan parecidos
Inacio “Lula” da Silva llega al gobierno de Brasil por tercera ocasión, con un apoyo muy limitado (apenas ganó por una diferencia de 2 millones de votos), y con un congreso que estará dominado por la derecha.
Imaginemos por un momento un punto en el globo terráqueo; un lugar en donde se ubica un país democrático, con instituciones sólidas entre las que se encuentra un órgano electoral al que no le duele nada, respetable, responsable y confiable.
Supongamos que en ese sitio tienen lugar unas elecciones que no favorecen al gobernante en turno y que éste, con el mayor desprecio, omite reconocer su derrota públicamente desatando con ello una serie de conjeturas que llevan a la muchedumbre a las calles, a bloquear los caminos y peor aún, a tocar la puerta de los cuarteles, la guarida de un ejército fiel al mandatario, para exigirle a los militares que materialicen un golpe de Estado.
No estamos hablando de lo que pudiera pasar en nuestro país si no nos involucramos más en las decisiones políticas, simple y sencillamente nos referimos a lo que está ocurriendo hoy en Brasil en donde el futuro ya los alcanzó y se muestra incierto, con un Inacio “Lula” da Silva que llega al gobierno por tercera ocasión, con un apoyo muy limitado (apenas ganó por una diferencia de 2 millones de votos), y con un congreso que estará dominado por la derecha.
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Paralelamente habrá de cumplir con una serie de compromisos asumidos durante la campaña, como el establecimiento de un ambicioso programa de apoyos sociales, así como concesiones a grupos antiabortistas y ambientalistas que al final ayudaron a que la balanza se inclinara a su favor.
Lentamente las aguas parecen volver a su cauce dejando atrás la posibilidad de una reedición del motín desatado el 6 de enero en el capitolio de Estados Unidos alentado por Donald Trump, otro de los pertenecientes al club de los que no saben perder. La gran duda es si Lula habrá de tener la capacidad para reunificar a un país profundamente dividido, con una economía vacilante y con una oposición que no va a hacerle fácil su trabajo.
Aquí en México, Andrés Manuel López Obrador festejó en grande la victoria de Lula, esto a pesar de que aún con ideologías que se encuentran en posiciones antípodas, el uno se presume de izquierda y el otro es ultraderechista, él, y el todavía presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, no son muy diferentes.
Ambos son fieles defensores de la militarización; no son muy proclives a reconocer sus fallos y mucho menos sus derrotas; los dos han utilizado como plataforma al sector evangélico; el uno y el otro suelen victimizarse y, para rematar, comparten la idea de cubrirse las espaldas desacreditando al organismo electoral para no hacerse responsables de sus fracasos. Esperemos que en las elecciones de 2024 no tengamos que pasar por momentos tan amargos como los ocurridos en Brasil en las últimas 72 horas.
Banobras invierte en carreteras
Resulta que la cartera directa de Banobras equivale al 2% del Producto Interno Bruto (PIB) de nuestro país y al 7% del sistema bancario de México, encontrándose ya como el quinto banco más grande del sistema financiero del país, de acuerdo a Jorge Mendoza Sánchez, su director General.
El Banco Nacional de Obras y Servicios, mejor conocido como Banobras, es la principal fuente de financiamiento del gobierno federal, y tiene el 50% de la cartera de crédito de la banca de desarrollo. Mendoza incluso presumió que el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) lo incluyó en un reporte como la institución de menor riesgo en México.
Banobras es fiduciario del Fondo Nacional de Infraestructura (Fonadin), el principal concesionario de autopistas de cuota, teniendo a su cargo el 42.5% de los 10 mil 781 kilómetros concesionados de la Red Federal de Carreteras. A través del Fonadin se concluyeron dos proyectos, la ampliación de cuatro a ocho carriles de la autopista México-Pachuca, y el tramo de la montaña de la Guadalajara-Colima, a inaugurarse este viernes, y se encuentra en construcción la autopista Compostela-Las Varas-Tepic, que conectará la capital nayarita y a Guadalajara.
Mención aparte merece la autopista Barranca Larga-Ventanilla, que unirá Oaxaca capital con Puerto Escondido en sólo 2 horas y media -un trayecto que actualmente se hace en más de 6 horas por la carretera vieja- y estará lista el próximo año, con una inversión de 4 mil 174 millones de pesos. Un proyecto que se inició hace más de 10 años, quedó parado y finalmente reinició esta administración. Se trata de la principal obra carretera del actual gobierno, por el impacto económico y social para el estado de Oaxaca y el país.