Hace tiempo que Europa se preparaba para una eventual victoria de Donald Trump, previendo un nuevo orden económico y consecuencias directas en materia de seguridad. Varios de sus asesores reconocieron que en su primera presidencia, el republicano estuvo a punto de retirar a Estados Unidos de la Alianza Atlántica, advirtiendo que su país no iba a pagar por la seguridad de Europa; lo que llevó a varios de sus líderes a pedir una mayor autonomía del continente. Estos intentos quedaron olvidados durante el gobierno demócrata, que restableció la confianza entre los aliados; pero ahora intentan retomarse a toda prisa, impulsados por el presidente francés Emanuel Macron. El mandatario galo dijo que no podían delegar su seguridad en Estados unidos para siempre, y advirtió que, si eran herbívoros, los carnívoros los devorarían. Incluso ya había dicho que los intereses entre Bruselas y Washington no siempre coincidían, y llamó a delinear su propio camino.
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Se espera que la consecuencia inmediata sea para Ucrania, afectando también la política europea con respecto a la guerra. Los republicanos quieren cerrar cuanto antes el conflicto para enfocarse en China, que ven como su principal desafío; y el presidente electo dijo que, si Rusia era un problema para la seguridad de Europa, era Europa la que tenía que tomar medidas. A su vez, en Kiev recuerdan que fueron los trumpistas quienes bloquearon los paquetes de ayuda durante meses, y ya advirtieron que no aceptarían una propuesta de paz que implique ceder territorio. Por su parte, los miembros de la OTAN comenzaron a discutir si aumentaban todavía más la ayuda militar a Ucrania, o apoyarían los esfuerzos de paz de la futura administración norteamericana. Por lo pronto, el primer ministro húngaro, Víctor Orbán, que hace de interlocutor del republicano, adelantó que Trump sacaría a Estados unidos del conflicto, dado que, al ser un hombre de negocios, odiaba la guerra.
Pero más allá de las cuestiones de seguridad, Europa también se prepara para una guerra comercial que parece inevitable. La postura proteccionista del magnate neoyorkino es bien conocida por todo el mundo, y ya adelantó que impondría aranceles de entre el 10 y el 20% a todas las importaciones de productos extranjeros; a lo que la Unión Europea respondió que estaba preparada, y ya tenía una lista de productos a los que apuntar en caso de ser necesario. No obstante, la preocupación en Bruselas está justificada, ya que los aranceles afectarían directamente a la industria automotriz, que ya se encuentra muy golpeada. Además, Goldman Sachs advirtió que una eventual tasa del 10% para los productos comunitarios, haría retroceder la riqueza de la eurozona en un 1%. Por este motivo, la presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, pretende evitar un escenario de conflicto con su principal socio, y advirtió que “millones de empleos y miles de millones en comercio e inversión a ambos lados del Atlántico dependen del dinamismo y la estabilidad de nuestras relaciones económicas”.
Por último, las reacciones de los diferentes líderes de la Unión Europea revela la percepción de que la victoria de Trump tendrá consecuencias en la política agonal de cada país, impulsando a los partidos de extrema derecha en todo el mundo. Esto ya fue advertido por el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, incluso antes de las elecciones; y en el viejo continente se tiene el mismo temor. El gobierno de Hungría celebró el triunfo de Trump como si fuera propio; el ultraderechista neerlandés, Geert Wilders, reaccionó de la misma manera; Matteo Salvini, de La Liga italiana, ya pide el Nóbel para el republicano si logra un acuerdo de paz en Ucrania; y también festejaron los radicales de VOX en España, y los de Alternativa para Alemania, que se encuentran en la segunda posición en intención de voto, meses antes de unas elecciones anticipadas que parecen inevitables. La correlación de fuerzas cambió junto al orden económico global, evidenciando el grado de influencia que todavía tiene Estados Unidos; aunque el futuro gobierno norteamericano podría acelerar el proceso hacia la multipolaridad; con una Europa que por fin reconozca sus propios intereses.
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