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Aprovechar el gas, no quemarlo

by El Consejero
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Petróleos Mexicanos (Pemex) quemó hidrocarburos valuados en más de 342 millones de dólares en los campos Ixachi y Quesqui, ubicados en Tabasco, en los tres años transcurridos hasta agosto de 2022, de acuerdo a documentos de la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH), informó hace unos días la agencia Reuters.

Como se recordará, en ese mismo mes renunció el presidente comisionado de la CNH, Rogelio Hernández Cázares, siendo relevado por Agustín Díaz Lastra, ex consejero de Administración de Pemex. La petrolera ha sido multada por la Comisión al incumplir sus compromisos para el desarrollo de dichos yacimientos con la quema de gas en exceso, con los consecuentes daños ambientales.

México es el octavo país del mundo que más gas quema, al tiempo que, según el reporte de Transparencia Climática 2022, hasta 2021, el 62% de la electricidad en México se generó por gas natural y, con datos de la Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés), nuestro país es el quinto que emplea más gas natural para su economía.

Es decir, uno de los peores escenarios, en el cual se desperdicia y se contamina con el combustible que más se necesita para el desarrollo nacional, siendo que hay una gran disponibilidad de gas.

Uno de los lugares donde hay reservas de la molécula es en la Cuenca de Burgos, en el noreste de México. Aunado a ello, cuenta con un complejo de gas instalado y que el gobierno de Tamaulipas busca reactivar, incluyendo un proyecto para adecuar un lugar para el almacenamiento de gas natural en la entidad, a efecto de contar con reservas de consumo para un mínimo de 20 días.

Sin duda es necesario tomar medidas para reducir la quema de gas, para lo que la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y Pemex han anunciado y trabajan en proyectos para el mediano y largo plazo. En el corto, se encuentra la oportunidad de aprovechar el complejo que se encuentra subutilizado en la Cuenca de Burgos.

El dilema de la democracia en Perú

Perú vive las horas más amargas de sus últimos años tras las violentas protestas que han dejado más de medio centenar de muertos luego de que fuera depuesto el presidente Pedro Castillo a principios de diciembre. Y son las horas más amargas porque por lo menos en lo inmediato no se vislumbra la solución a una crisis que ya se mide en lustros.

Ni la renuncia de la presidenta Dina Boluarte, ni la convocatoria a elecciones para elegir a un nuevo mandatario, vamos, ni siquiera la hipotética disolución del congreso, que violaría la carta magna, ayudarían a mejorar el panorama.

Tras la salida de Alberto Fujimori, en los albores del siglo, la democracia volvió al Perú, una trágica democracia que renació pero con una enfermedad que ha dejado 20 presidentes en tan sólo dos décadas.

La incapacidad y la corrupción han permeado a la mayoría de los gobiernos. Muchos de sus mandatarios tuvieron que dejar el cargo para ser arrestados e incluso existe el caso de uno, Alan García, quien prefirió “pegarse un tiro” antes que ser detenido y terminar en prisión.

El conflicto en Perú es más profundo y diverso de lo que se alcanza a divisar. La pobreza, la desigualdad, un precario sistema de salud y una educación deficiente se anidan en el fondo del corazón de los manifestantes quienes no encuentran como darle salida a su frustración, ya no resisten más políticos corruptos que tradicionalmente han velado por sus propios intereses, el problema es que hoy ya no hay a donde voltear, en los años 90s, cansados de los partidos tradicionales confiaron en un candidato proveniente de otro sector que les ofrecía una mejor alternativa de vida, Alberto Fujimori quien terminó dando un auto golpe de Estado que lo mantuvo en prisión acusado de peculado doloso, apropiación de fondos públicos y falsedad ideológica en agravio del Estado.

Muy pocos confían en que Boluarte pueda llegar a las elecciones de 2024, es mucho tiempo para el estado en que se encuentran las cosas en el país, día tras día y muerte tras muerte van minando su autoridad, sin embargo, en estos momentos la alternativa es el caos a falta de un liderazgo que le pueda dar al país el orden necesita.

El problema es que las condiciones de los sectores más pobres se deterioran día con día, las empresas se encuentras prácticamente inmovilizadas e industrias como la del cobre se hallan paralizadas frente al bloqueo de las principales arterias terrestres cortando el acceso a una producción valuada hasta en 4 mil millones de dólares.

El impacto al turismo no es menor, las principales protestas vienen del sur, en donde se ubican los principales destinos arqueológicos como son Machu Pichu y el Cusco, decenas de extranjeros se encuentran con las maletas en la mano a la espera de un incierto avión o tren que los ayude a salir de la zona.

Perú vive las horas más amargas de sus últimos años y tristemente no se le ve solución…

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