Previsiblemente, la elección interna de Morena no se va a anular ni repetir, como pide Marcelo Ebrard, aunque asegure que sigue en el partido, exprese su cariño por López Obrador y diga que jamás le haría daño, lo cual suena como cuando su exjefe denosta a alguien para rematar con su frase de “con todo respeto”.
El excanciller finge que no se quiere ir, que no tendrá interés en seguir en Morena si no resuelven su impugnación -obviamente a su favor-, cuando en realidad quemó sus naves desde el 6 de septiembre y ya planea su gira de agradecimiento el 18 de este mes con quienes lo sigan en algo que hasta el momento parece más un salto al vacío.
Un recorrido que será una nueva campaña para apuntalar su potencial candidatura -por Movimiento Ciudadano como única alternativa -, y erosionar la de Sheinbaum en momentos en que la exjefa de Gobierno apenas está tomando los hilos que le heredó AMLO con el bastón de mando, algo que no puede permitirse la todavía no candidata presidencial y nueva cabeza de la 4T. La mano extendida no puede durar mucho tiempo, habrá que ver cuándo y cómo es el manotazo en la mesa.
Por lo pronto, en nada se ayuda Sheinbaum al salir de bote pronto a decir que la impugnación de Ebrard “no tiene mucho fundamento”, una admisión de que algo tienen de cierto los reclamos y pruebas de Marcelo ¿Dónde está Mario Delgado para hablar a nombre del partido?
Pablo Vázquez, la importancia de la continuidad
Con la renuncia de Omar García Harfuch a la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la CDMX, una decisión acertada del jefe de Gobierno, Martí Batres, fue designar a Pablo Vázquez Camacho como su relevo, asegurando la continuidad a un proyecto y una visión de trabajo para la policía capitalina, la cual ha logrado bajar varios índices delictivos.
La seguridad pública en México ejemplifica perfectamente el mito de Sísifo, aquél condenado por los dioses a subir una roca enorme por una montaña, sólo para que al llegar a la cima, ésta ruede hacia el fondo y tener que volver a empujarla, y así, indefinidamente. Para las instituciones de seguridad pública, cada cambio de administración a nivel federal, estatal y municipal, va acompañada de sustitución de nombres, uniformes, patrullas; ideas nuevas o viejas que sustituyen a las anteriores; pocos avances en combate a la corrupción; una falta de continuidad en las políticas en la materia.
La policía de la Ciudad de México es la mejor que hay en el país, lo cual dice mucho del estado general de nuestras corporaciones policiales. A su favor: un estado de fuerza considerable, áreas especializadas, personal de carrera y capacitación, equipo y tecnología que se han ido mejorando (cámaras, drones, etc). En contra: personal insuficiente para atender el número de delitos que se cometen a diario y, el principal, corrupción a todos los niveles. Sin duda algo se avanzó con García Harfuch, pero todavía falta mucho por hacer en esa dependencia para lograr una policía consolidada. De ahí la importancia de que la SSC no haya caído en manos de quienes ven a la policía como un botín -que abundan en su interior-, o a cargo de algún neófito por cuota partidista.
Pablo Vázquez, quien hasta el sábado era subsecretario de Participación Ciudadana y Prevención del Delito, tiene una amplia experiencia en el servicio público en temas de seguridad pública, particularmente desde el enfoque preventivo y atención a la comunidad, respecto a lo que ha tenido a cargo áreas especializadas en la materia en su paso por la entonces Procuraduría General de la República; la Secretaría de Gobernación y en la Secretaría de Relaciones Exteriores. A ello se suma una sólida formación académica en la materia, como una Maestría en Política Criminal por la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres (LSE), así como numerosos artículos. En la propia SSC ha aplicado sus conocimientos en programas como el alcoholímetro, Alto al Fuego, Barrio Adentro, entre otros.
Menos de un año le queda a la actual administración de la Ciudad de México. Tiempo suficiente para que Pablo Vázquez cierre encabezando el proyecto con el cual llegó, y muestre su capacidad para continuar al frente de la Secretaría.
Un año más de incertidumbre en materia de salud
En materia de salud nunca antes habíamos atestiguado tanto la poca empatía de un gobierno hacia sus ciudadanos como ha ocurrido durante la presente administración. Ni aún en el ocaso del sexenio la Cuarta Transformación mostró un poco de humanidad hacia los millones de mexicanos que carecen de los servicios mínimos para mantenerse sanos junto a sus familias pese a que se les prometió que habrían de gozar de un sistema de salud mejor que el de Dinamarca.
Para el último año de su administración, Andrés Manuel López Obrador plantea reducir el presupuesto de la Secretaría de Salud a 96 mil 990 millones de pesos, una reducción en términos reales de 55.8% con relación al 2023, la cifra más baja desde que llegó al poder.
Hugo López-Gatell, subsecretario de Salud, incondicional del presidente y experto “malabarista” no se sonroja al decir que que tal recorte no existe sino que ahora se encuentran en una partida diferente para ponerlos a disposición de IMSS-Bienestar, instituto con múltiples malformaciones, hijo natural de un programa que nació en los años 70 conocido como IMSS-Coplamar y el fracasado Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi) y que hace poco más de un año por obra y gracia del presidente se convirtió en un Organismo Público Descentralizado (OPS), esto es un ente no sectorizado con patrimonio propio y autonomía técnica.
Como ya se ha mencionado en muchas ocasiones la transparencia no se encuentra entre las virtudes de esta Cuarta Transformación que sin empacho enarbola la bandera de la lucha contra la corrupción, y en eso el IMSS-Insabi no es ajeno. Pese al tiempo transcurrido sus reglas de operación permanecen en el anonimato, lo que le permite manejar los recursos recibidos con una gran discrecionalidad, alejándolos de la mirada escrutadora de David Colmenares y su Auditoría Superior de la Federación, la cual tampoco parecen tener mucha prisa en ponerle trabas al mandatario y, en año electoral, con las campañas que ya mostró el partido oficial, muy bien nos podemos imaginar a donde irán a parar los dineros para los tratamientos tan necesarios que requieren los más necesitados.
Pero esa no es la única manera que tiene el gobierno para redireccionar los recursos aprobados por el Congreso, baste recordar que durante 2022 se autorizó para IMSS-Bienestar un presupuesto superior en 67.9% al del año anterior, el 14.8% de estos recursos no se ejercieron, por lo que fueron devueltos a la Secretaría de Hacienda y de ahí, no es difícil de imaginar, habrán sido reasignados a las obras faraónicas.
Otras entidades de salud también habrán de resultar beneficiadas con el nuevo presupuesto: el IMSS tendrá un incremento de 10% respecto a este año; Sedena 4.8% a la alza: Semar un aumento de 19.7% y el ISSSTE en cambio verá reducidos el 9.3% de sus recursos.
Sin ensuciarse las manos y a la distancia permanecerá en silencio el secretario de Salud, Jorge Alcocer, quien valida sin chistar todo aquello que le impone su jefe. Su área de operación no solo se verá reducida, muchas de las funciones deberán verse limitadas frente a la falta de recursos como los que tienen que ver con los programas de vigilancia epidemiológica o la vacunación tan necesaria y en extremo acotada durante esta Cuarta Transformación.
El llamado gasto de bolsillo para usos médicos seguirá creciendo entre los mexicanos. Según datos del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), este alcanza el 38.8%, muy superior a cualquier otra nación del continente y 25 puntos porcentuales por encima de Dinamarca que es el modelo a seguir para nuestro presidente. La mayor parte de la población tendrá que seguir eligiendo entre comer o comprar medicamentos; pero eso sí, es el mes patrio, que vivan los que menos tienen… Por el bien de México, primero los pobres.