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México-EU y las sobredosis de fentanilo

by El Consejero
Despenalización

Un cartón de El Fisgón en La Jornada, presenta al Tío Sam sosteniendo un carrujo con una mano y con la otra agarrando del cuello a un mexicano al tiempo que le reclama: “¿Qué estás haciendo para que no me ponga hasta mi madre?”. La ilustración sigue vigente, a pesar de que corresponde al sexenio de Ernesto Zedillo, hace más de 25 años, cuando todavía Estados Unidos “certificaba” la colaboración de los países en el combate a las drogas.

Tres cuartas partes de las muertes por sobredosis en Estados Unidos son por consumo de fentanilo, con más de 100 mil muertes cada año desde 2021. El problema de la drogadicción en la Unión Americana que hace todavía menos de 10 años era el de las adicciones, se ha convertido en uno de fallecimientos por una droga muy potente y que puede estar mezclada con otras drogas sin el conocimiento del consumidor. Las autoridades de todos los niveles están rebasadas y eso lo hace un apetitoso tema electoral, buscando culpables.

Nuestro país es el chivo expiatorio ideal, con un gobierno percibido no sólo como que no coopera con Estados Unidos, sino que ha sido condescendiente con las organizaciones criminales identificadas como las principales proveedoras de fentanilo. Y ahí viene el punto en el que no coinciden los gobiernos de ambos países: si se produce o no fentanilo en México.

En el Diálogo de Alto Nivel entre México y Estados Unidos, destacó la contradicción entre la secretaria de Seguridad, Rosa Icela Rodríguez, quien reiteró que en México no se han detectado laboratorios de fentanilo; mientras que la canciller Alicia Bárcena dijo que lo hay son laboratorios ilegales. Todo indica que así es, que hay una producción de fentanilo en México, lo que no se sabe es de qué volúmenes estamos hablando, tratándose de laboratorios clandestinos, pero también, y más importante, que aún reconociendo que exista una producción local, no cambia el problema de la demanda en Estados Unidos, país que sigue siendo, por mucho, el principal mercado de drogas a nivel mundial.

Ante la emergencia que viven nuestros vecinos por las muertes por fentanilo, es tiempo de que reflexionen y actúen a fondo respecto a qué están haciendo para controlar el consumo de droga, y que el complemento sea la colaboración internacional, y no al revés.

El sínodo de la sinodalidad

Por definición, un sínodo es un concilio de obispos para ayudar al papa en el gobierno de la iglesia en donde se analiza el estado de ésta, y se definen los planteamientos a seguir con vistas al futuro. Los sínodos no tienen una periodicidad, es el papa quien define cuál es el momento de iniciar un proceso que es largo, y por largo nos referimos a años, durante los cuales se va recogiendo la visión de las iglesias y su grey desde las mismas bases.

Ya en la madurez de su gestión al frente de la iglesia católica, el papa Francisco decidió convocar al que llamo el sínodo de la sinodalidad un encuentro que, como otros que le precedieron, se encuentra lleno de expectativas, sobre todo del ala liberal, pero también de cuestionamientos por parte de los radicales que consideran que la religión es como un monolito que debe mantenerse apegado a la tradición.

La idea del papa Francisco es clara, aunque no todos parezcan compartirla, hay que abrir las puertas de la iglesia a todos sin excepción aunque con sus límites. La rigidez mostrada por el catolicismo ha provocado que muchos de sus seguidores se hayan visto obligados a emigrar a otras corrientes de la cristiandad, incluidas muchas de las sectas, en donde son recibidos con los brazos abiertos.

De entrada, este encuentro ya rompió con algo que parecía un tabú: por primera vez un cierto número de laicos podrán votar en el sínodo, el 25% de los 365 participantes, el resto son obispos. De entre todos, 54 mujeres tendrán derecho a voto, todas activas participantes en las iglesias locales. Aunque hay que recalcar, como lo hizo el propio papa, que no se trata de un parlamento y las decisiones no son colegiadas, el sínodo emite sus propuestas tras las votaciones y es el propio pontífice quien les da validez o las modifica de acuerdo a lo que el considera mejor para los fieles.

Los temas polémicos a discutir son varios, de entre ellos destaca el papel de las mujeres dentro de la iglesia, quienes reclaman más espacios de poder, dado el alto nivel de responsabilidad que tienen en la labor eclesiástica como la difusión de la fe; la enseñanza en las escuelas católicas y la administración de hospitales. Difícilmente, pero en el mejor de los casos el sínodo podría aprobar la ordenación de mujeres como diáconos, el tercer grado de la jerarquía católica, un cargo que en la actualidad está reservado a los hombres, pero que en la iglesia primitiva también desempeñaron mujeres.

Como ya es costumbre, uno de los temas de conflicto, particularmente para la delegación estadounidense, es el reconocimiento a las comunidades LGBTTTIQ+, el papa Francisco ha sugerido que podrían permitirse siempre y cuando no se confundieran con la unión sacramental.

El celibato de los ministros, el ordenamiento de hombres casados (ya mayores) como sacerdotes y el acceso a los sacramentos de las personas divorciadas y vueltas a casar también se encuentran en una agenda que siempre promete mucho pero que al final termina por decepcionar a extensos grupos de fieles.

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