¿Cuáles son los tipos de liderazgo que requieren las empresas actuales? ¿Qué acciones se necesitan para contagiar la misión de una compañía a quienes integran los equipos? Cualquiera que haya estado al frente de un equipo se ha hecho estas preguntas en alguna ocasión y se ha encontrado con las distintas formas de generar comunidad y gestionar los procesos: no hay fórmulas únicas.
Cuando colaboramos con otras personas, es normal que les atraviesen intereses, inquietudes y diversos problemas; por esta razón prefiero los esquemas de trabajo que aprovechan los distintos puntos de vista de quienes trabajan conmigo, hay diferentes clasificaciones para la forma de abordar el liderazgo, de las cuales retomo dos:
- El tipo de liderazgo laissez-faire, del francés “dejar hacer”, me permite apoyar a mi
equipo a que encuentre soluciones innovadoras, permitiendo a las personas equivocarse
en el camino y aprender de sus errores, pues hay mayor libertad en la toma de
decisiones. Es necesario establecer canales de comunicación abiertos en los que
podamos medir los impactos de cada decisión o error, pero da pie a nuevos proyectos e
ideas que enriquecen a las empresas. - Otro tipo de liderazgo que suelo poner en práctica es el transformacional, este modelo
se basa en buscar soluciones innovadoras y lograr una transformación constante. Una de
sus virtudes es que evita que los equipos entren en una “zona de confort”, pues prioriza
su motivación por proyectos nuevos, lo cual les mantiene en alerta.
Ambas formas de liderazgo tienen claro el papel fundamental que tienen los equipos para sumar
valor a cualquier organización, así como que las y los que son realmente líderes hacen valer el
trabajo de quienes colaboran con ellos.
Además, los dos modelos impiden que haya micromanagement, una práctica que es
recomendable evitar desde la cultura organizacional, pues entorpece las labores e impide el
desarrollo de quienes trabajan en una empresa.
En toda organización —ya sea grande, mediana o chica— creo que es fundamental priorizar la
transformación y adaptación a los cambios, pues solamente aceptando los avances en las
tecnologías y la diversidad de necesidades, podremos actualizar nuestros procesos y seguir
creciendo.
Además, las nuevas generaciones nos desafían a mantener vivas las organizaciones en las que
trabajamos, por lo que no podemos caer en la rutina. Esos cambios constantes que están
esperando nuestros clientes deben venir desde el corazón de cada empresa y entender qué
mejoras podemos proponer en cada paso que damos.
Por último, la posibilidad de escuchar a los equipos de trabajo es importante no solo para mejorar
el ambiente de trabajo, sino porque cada persona puede enriquecer con su punto de vista los
procesos, tareas o las necesidades de nuestro público objetivo.
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