Diversidad y liderazgo son clave en las organizaciones
Para ejercer mejores liderazgos se debe tener la habilidad de impulsar positivamente las actitudes y el comportamiento de los colaboradores.
Fomentar la diversidad al interior de las organizaciones, sin duda representa grandes beneficios, uno de ellos es la eliminación de formas homogéneas de dirigir y decidir, las cuales limitan su crecimiento.
De igual manera, la diversidad es la rentabilidad y la productividad del negocio. Un estudio elaborado por MSCI señala que la productividad de los colaboradores en empresas donde su Consejo Directivo estaba conformado por tres o más mujeres tuvieron un mayor crecimiento en su productividad en términos generales; en contraparte, las empresas con menor representación femenina, registraron un crecimiento más lento o nulo.
Además, la presencia y promoción de mujeres es un elemento necesario para el valor de la empresa a largo plazo. La OIT precisa en sus Objetivos de Desarrollo Sustentable (ODS) para el 2030 un crecimiento económico que contemple una participación plena e igualdad de liderazgo en todos los niveles.
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Otra de las ventajas que ofrece la participación de mujeres en la toma de decisiones de una empresa es la atracción y desarrollo de talento, ya que su presencia emite un mensaje positivo del negocio acerca de la igualdad de oportunidades y la promoción de modelos de desarrollo inclusivos.
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Nuevos desafíos y liderazgo
De acuerdo con Guillermo Cruz, presidente de Asesores de Consejo y Alta Dirección (ACAD), las empresas que buscan potencializar su crecimiento a corto, mediano y largo plazo deben promover una mayor diversidad en sus consejos directivos, ya que de esta forma es más factible que el modelo de negocio se adapte a las adversidades económicas y supere los nuevos retos.
“La diversidad se traduce en compañías con mayor potencial para la resolución de problemas”.
Cruz destaca que las empresas están ante un contexto desafiante que puede poner en jaque sus operaciones, por lo cual señala que puede ser un buen momento para apostar por la diversidad y la inclusión en todos los ámbitos de las compañías, a fin de hacer frente a los nuevos desafíos.
Sin embargo, hoy en día las líderes se enfrentan a retos para conseguir los objetivos que se han planteado para potencializar el crecimiento de la empresa.
Por ello, el desarrollo de habilidades para el liderazgo es una prioridad en las organizaciones; sin embargo, factores como la falta de tiempo y de recursos impiden que puedan implementar estrategias que fomenten una participación más activa de las líderes, a fin de generar confianza, impulsar el trabajo en equipo, pero sobre todo que mejoren la comunicación, motiven a los empleados e inspiren con el ejemplo.
Según datos del Global Leadership Forecast de la consultora DDI, el 48% de los trabajadores a nivel mundial consideran que el liderazgo de sus compañías es de “alta calidad”. No obstante, más de 52% de la fuerza laboral en todo el planeta no confía en sus jefes.
Al respecto, Saskia de Winter, socia fundadora y directora general de Saskia de Winter Training, reconoció que los liderazgos actuales no son tarea fácil, y para tener un equipo exitoso es necesaria la comunicación efectiva, la empatía, humildad, el aprendizaje constante, el reconocimiento activo de fallas, y la propuesta de ideas para generar cambios positivos.
No obstante, añade que en ese transitar, las líderes pueden caer fácilmente en cuatro tipos de síndromes de malos liderazgos que no siempre se identifican, y que de no atenderse pueden comprometer el trabajo de todo el equipo o de la compañía.
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Síndromes de malos liderazgos
Síndrome de Cronos
Esta práctica es la de las líderes que se dedican a anular el talento de los demás. Particularmente, lo hacen con el fin de no sentirse nunca desplazadas. Se puede identificar a la hora de dar retroalimentación, sobre todo cuando las líderes no dan ningún tipo de comentario positivo, y puede afectar la motivación de los integrantes del equipo, a mediano y largo plazo.
Síndrome de Hammurabi
Este síndrome se caracteriza porque las cabezas de equipo crean procesos laberínticos para que nadie pueda comunicarse de manera eficiente y clara al interior del equipo de trabajo. Estas trabas se establecen con la finalidad de paralizar por completo cualquier tipo de diálogo en una organización. Si se cae en esta práctica, muy rápidamente la empresa puede comenzar a colapsar, debido a que una parte importante de la operación cotidiana del negocio se empantana.
Síndrome de Napoleón
Como el nombre lo indica, el de Napoleón es un síndrome para líderes tiranos. Aquellos que humillan públicamente a sus colaboradores, incluso mediante ofensas y amenazas. Su poder viene del miedo y, por lo mismo, es difícil que logren contagiar entusiasmo en sus equipos de trabajo, que probablemente viven buscando trabajo perpetuamente
Síndrome de Hubris
Este tipo de síndrome es considerado como el peor de los malos liderazgos. La arrogancia les nubla el juicio a las líderes; la prepotencia y la soberbia están a la orden del día. Es la gente que jamás puede inyectar confianza a un equipo de trabajo y que, de tal modo, termina sin poder concretar proyectos importantes porque se quedan solos. Cabe resaltar que el trabajo en equipo y la colaboración, generan ambientes más agradables en los que se promueve el entendimiento, el compromiso y la innovación.
A nivel mundial, la brecha de género es del 68% y antes de alcanzar la paridad en participación económica pasarán 150 años, según los resultados del Índice Global de Brecha de Género del Foro Económico Mundial (WEF). Las buenas líderes deben tener la habilidad de impulsar positivamente las actitudes y el comportamiento de cada uno de sus colaboradores para alcanzar los objetivos que se ha planteado la organización.
